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viernes 22 de noviembre de 2024

Cambiar las apuestas en favor de Putin

 

President Barack Obama listens to a question during his end-of-the-year news conference in the Brady Press Room at the White House in Washington, Friday, Dec. 20, 2013. Obama is scheduled to depart later for his home state of Hawaii for his annual Christmas vacation trip. (AP Photo/Charles Dharapak)

El martes, el columnista David Ignatius del Washington Post aclamó la “enorme victoria” de Obama en el acuerdo nuclear con Irán. Sin duda, la victoria de Obama no fue contra Irán, fue contra Netanyahu.

CAROLINE B. GLICK

Esta semana el presidente estadounidense Barack Obama informó a los líderes judíos que planea reunirse con el Primer Ministro Benjamín Netanyahu el 9 de noviembre.

Después que 42 senadores demócratas se pasaron el 11 de septiembre impidiendo a sus colegas del Senado votar sobre el acuerdo nuclear de Obama con el principal estado patrocinante de terrorismo en el mundo, ha llegado la  hora de dejar de tratar de influenciar la política del gobierno de Obama hacia Irán, específicamente, y hacia el Medio Oriente en general. Es un juego de tontos.

A los partidarios de Obama les gusta argumentar que la ruptura de la administración con Israel por el acuerdo con Irán es nada más que una diferencia de opinión sobre cómo lidiar mejor con un problema que ambas partes desean resolver. Pero este no es el caso.

El martes, el columnista David Ignatius del Washington Post aclamó la “enorme victoria” de Obama en el acuerdo nuclear con Irán. Sin dudas, la victoria de Obama no fue contra Irán. Fue contra Netanyahu.

Basado en una entrevista que condujo con el asesor adjunto en seguridad nacional de Obama, Ben Rhodes, Ignatius escribió: “Obama puede ser un presidente débil. Pero una paradoja de su presidencia es que ha estado en su punto más duro al luchar por el acuerdo nuclear de Irán contra Netanyahu, el líder de uno de los aliados más cercanos de Estados Unidos.”

A través de Ignatius, Rhodes  disfrutó la gran victoria de Obama sobre Israel, una victoria que él ve como el logro más grande de Obama en política exterior.

La lección es obvia, Obama nunca tuvo la intención de impedir que Irán se nuclearice. El objetivo de su diplomacia nuclear con los mulas fue golpear a Israel. Los demócratas lo protegieron y él nos golpea. Así que mazal tov para él.

Ahora que esto está a la vista de todos, claramente no tenemos ninguna razón para alegrarnos por su decisión de reunirse con Netanyahu. Ciertamente no tiene sentido hacer ninguna concesión a Obama antes de la visita a fin de aumentar sus posibilidades de éxito.

Y este es el corazón del asunto.

Israel no es todopoderosa. Somos un país pequeño con recursos y capacidades significativos pero limitados.

La región en la que vivimos está en una crisis profundamente caótica y extraordinaria. Nuestro enorme desafío es escoger cuidadosamente nuestras luchas.

No podemos permitirnos ser arrastrados dentro de aventuras -como apaciguar a Obama- donde el retorno probable sobre nuestra inversión es minúsculo.

Hoy Israel tiene sólo dos amenazas por las que tiene que preocuparse realmente: la amenaza iraní y la amenaza palestina para Jerusalén.

Irán amenaza a Israel en tres formas. La mayor amenaza que presenta es por supuesto su amenaza nuclear. Con la declaración de victoria de Obama sobre Israel, terminó el tiempo para la diplomacia. Israel tiene que enfocar sus esfuerzos en el camino que todavía está abierto para nosotros.

El gobierno tiene que dedicar sus energías a desarrollar los medios para destruir físicamente el programa nuclear de Irán. Para este fin, la reunión de Netanyahu la semana próxima con el presidente ruso Vladimir Putin será mucho más importante que su reunión con Obama en noviembre.

No, Israel no puede tener fantasías sobre una posible alianza con Rusia. Eso no sucederá. Pero al mismo tiempo, tenemos que reconocer que Rusia no es la Unión Soviética. Sí, Rusia tiene aspiraciones de gran potencia, las que incluyen proyectar su poder en el Medio Oriente. Pero a diferencia de la Unión Soviética, las acciones de Rusia no están conformadas por una visión del mundo extralimitada que es inherentemente antisemita.

En otras palabras, puede ser posible hacer negocios con Putin.

Junto con esto, tenemos que reconocer que la decisión de Putin de desplegar fuerzas en Siria no es necesariamente un acto hostil. Esto, ante todo, es prueba de que el régimen de Assad está perdido. Y esto es algo bueno, porque una Siria débil y en desintegración es mala para Irán.

La segunda forma en que Irán amenaza a Israel es a través de su proyección de poder regional. Desde que comenzó la guerra, hace cinco años, Siria fue el as en la manga de Irán.

A través de su protectorado sirio Irán controló una frontera con Israel y con Hezbolá desde que comenzó la guerra, Irán ha sido obligado a gastar de u$s6,000 millones a u$s16,000 millones cada año con la esperanza de salvar a Assad.

El despliegue ruso en torno a Latakia es prueba que Irán ha sido derrotado.

Durante la guerra del 2006 con Hezbolá, Rusia compartió información y otros activos con el satélite iraní.

Pero a diferencia de los soviéticos en guerras anteriores, los rusos no interfirieron en forma activa con las operaciones del ejército de Israel. Hoy, después de cinco años de fracaso en Siria, Hezbolá e Irán son más débiles que lo que eran en el 2006. Es difícil ver el motivo por el cual Rusia haría más por ayudarlos en su guerra contra Israel que lo que hizo en ese entonces.

Sea cual sea el estado de las relaciones de Moscú con los iraníes y con Hezbolá, hoy Israel tiene la capacidad de influenciar las acciones de Rusia.

Una de las formas en que Israel puede penetrar la curva de decisión de Rusia, es ofreciendo ayudarla a combatir a los yihadistas anti-rusos que operan fuera de Siria. Uno de los comandantes principales del Estado Islámico en Siria es Tarkhan Batirashvili, un ex comandante de las fuerzas especiales georgianas entrenadas por los Estados Unidos. Según McClatchy, Batirashvili combatió contra los rusos tanto en Ossetia del Sur como en Chechenia. En el año 2012 viajó a Turquía, donde se unió a otros yihadistas para fundar el Estado Islámico. Hoy, los chechenos forman uno de los grupos más grandes de combatientes extranjeros en el Estado Islámico.

Irán y Hezbolá no tienen credibilidad para combatirlos.

Aunque a Assad y a sus patrocinadores iraníes les gusta hablar sobre su guerra total contra el Estado Islámico, ellos han desempeñado un rol crucial en permitir que el movimiento yihadista psicótico capture y mantenga el control sobre tanto territorio. Ellos lo han hecho principalmente al luchar una guerra falsa contra el EI que ha evitado que otros emprendan acciones más concertadas contra el enemigo terrorista.

La falsa guerra y protección efectiva del EI por parte de Irán es uno con su largo historial de colusión con los yihadistas suníes.

Desde principios del 2002 Irán ha servido como un importante puesto de mando para al Qaeda. Mucha de su dirigencia en Afganistán huyó a Irán cuando las fuerzas estadounidenses depusieron al régimen talibán. Desde su ingreso al país, Irán ha afirmado que estos comandantes de alto rango de al Qaeda estaban “siendo detenidos” o “bajo arresto.”

Asombrosamente, mientras estaban “en detención”, desde el 2004 y durante el año 2011, miembros del grupo se las arreglaron para organizar al Qaeda en Irak y mandar tanto a su insurgencia como a las chiíes contra las fuerzas estadounidenses en el país. En el año 2012 al Qaeda en Irak se transformó en el Estado Islámico.

Esta semana se informó que Irán ha “intercambiado” a cinco líderes de alto rango de al Qaeda por un diplomático iraní que al Qaeda mantenía en Yemen. En breve se permitirá abandonar Irán a estos jefes terroristas. Según los términos de su “liberación”, los cinco aceptaron no atacar al régimen de Assad, sino concentrar, en cambio,  sus esfuerzos en objetivos occidentales.

La mayoría de los informes de medios de comunicación ha descrito la decisión de Putin de desplegar fuerzas en Siria como una prueba de su compromiso de mantener el control de Assad en el poder. Pero la verdad es mucho más sencilla. Putin está desplegando fuerzas en Siria porque piensa que tiene una oportunidad de reconstruir la proyección estratégica de Rusia en el Medio Oriente a través de las bases sirias. Y tiene razón.

Los rusos sin duda estarán felices de destruir a los terroristas chechenos a unos 3,500 km de Moscú. Y aquí Israel sería un socio mucho mejor para Rusia que los facilitadores iraníes y sirios del Estado Islámico.

Si Rusia está interesada en la ayuda de Israel podemos hacer valerla como un medio de extraer una promesa rusa de no interferir en las operaciones israelíes contra Hezbolá.

En cuanto a Irán, el hecho que Rusia haya ayudado hace mucho tiempo al programa nuclear de Irán no es prueba que Putin crea que un Irán con armas nucleares es bueno para Rusia. La participación de Rusia ha sido mucho más mercenaria que estratégica. Vender reactores nucleares a Irán es simplemente buen negocio en lo que concierne a Putin. Israel puede ser capaz de hacerle una oferta mejor.

Las posibilidades de éxito serán mucho mayores si el gobierno se las arregla para sacar el gas de Israel fuera del mar.

La decisión de Irán de poner el libertad a los comandantes de al Qaeda es una prueba más de las malas intenciones de Irán hacia Estados Unidos y Europa. Israel puede hacer valer su capacidad de rastrear y combatir a terroristas a fin de promover sus intereses en Europa.

Esto no lleva a la amenaza palestina. Israel puede ofrecer sus servicios en desbaratar conspiraciones terroristas en Europa a cambio de un fin a la financiación europea de grupos activistas anti-Israel.

Israel tiene hoy una necesidad aguda de debilitar al movimiento BDS y achicar la presión occidental con respecto a los palestinos, porque actualmente ellos están usando el apoyo del Occidente para poner en peligro la soberanía de Israel sobre Jerusalén.

El asesinato de Alexander Levlovitz a manos de terroristas que arrojaban piedras en el barrio Armon Hanatziv de Jerusalén durante Rosh Hashaná fue consecuencia de una campaña de dimensiones múltiples dirigida por el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, para destruir la soberanía de Israel sobre Jerusalén.

Esta campaña es la segunda amenaza principal con la que tiene que contender hoy Israel.

A la fecha, en vez de enfrentar esta campaña palestina con una contraofensiva de dimensiones similarmente múltiples bajo el mando directo de Netanyahu, Israel se ha contentado con respuestas unidimensionales que por sí mismas pueden tener poco impacto sobre la campaña palestina. El plan obstaculizado hasta ahora del gobierno de ordenar largas condenas a prisión para los que arrojan piedras es una de tales respuestas limitadas y, finalmente, infructuosas.

Arrojar piedras está entre los últimos componentes de la campaña palestina contra Jerusalem. Aspectos más significativos de la operación palestina contra la capital de Israel incluyen a la campaña de incitación masiva de Abbas, y la organización, entrenamiento, financiación y despliegue por parte de la Autoridad Palestina de fuerzas encargadas con funciones relevantes para el objetivo de debilitar el control israelí de Jerusalén. La brigada de mujeres recién proscripta en el Monte del Templo, acusada de atacar a los visitantes judíos, es un componente de esta fuerza de tareas.

Apenas una década atrás, el entonces primer ministro, Ariel Sharon, planteó una única fuerza de tareas comprendida por el ejército, la policía y el Shin Bet (Agencia de Seguridad de Israel) junto con representantes de los ministerios de gobierno relevantes para planificar y ejecutar la expulsión de los judíos de Gaza, así que hoy, Netanyahu debe plantear una fuerza de tareas dedicada cuyo único propósito sea desmantelar y derrotar a la campaña palestina contra la capital.

Israel puede manejar los desaires y amenazas jordanos.

Puede sobrevivir a una decisión de la ONU de permitir que “Palestina” ice su bandera al lado de la de Pakistán. Israel puede disminuir su compromiso con Obama. Puede contener las amenazas del Estado Islámico en Sinaí y de Hamás en Gaza.

Pero Israel no puede quedarse de brazos cruzados frente a la amenaza creciente de Irán. Y no puede tomar recostada el ataque de los palestinos contra su soberanía sobre Jerusalén.

No somos todopoderosos. Y quien sabe, tal vez Putin no querrá cambiar las apuestas por nosotros. Pero con o sin él, somos capaces de impedir que Irán se nuclearice, como debemos, para asegurar nuestra supervivencia.

Y podemos derrotar a los palestinos y proteger a Jerusalén, como debemos, para asegurar nuestra supervivencia. Ahora es el momento de evitar inversiones de bajo retorno y concentrar nuestros esfuerzos donde son más importantes y donde tenemos más que ganar.

Fuente: The Jerusalem Post

Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México

 

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