THELMA KIRSCH PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO
Ayer, justo al atardecer empezamos a ver llegar a nuestro Shul a las familias de la comunidad para asistir al rezo de Kol Nidrei, rezo que a todos conmueve profundamente y al que todo mundo se esfuerza por asistir.
Este año tuvimos como invitado al Jazan Shlomo Braverman, que llevó el rezo con su magnífica voz e hizo de este Yom Kipur uno más de estos solemnes días en los que la comunidad celebra desde su fundación hace ya 90 años.
Para muchas personas, como para mí, es difícil olvidar al Rabino Moisés Kaiman entonando estas líneas. Esta súplica al Todo Poderoso para que nos dé oportunidad a todo el pueblo de Israel para congregarse en esta fecha, año por año, y pedir perdón en igualdad de circunstancias; tanto a los hombres sabios y puros, como a aquellos que han pecado, y así, congraciarnos con el perdón intenso que brota del alma por los votos que no cumplimos o descuidamos desde el Yom Kipur pasado hasta el próximo Yom Kipur, tiempo en el que nos comprometemos a ser mucho mejores personas.
Nací y viví en esta comunidad al igual que mi padre, mi esposo y mis hijos, aquí fuimos educados, por lo que en mi mente, como una película que intenta resguardar sus recuerdos, y se niega a convertirse en imágenes en blanco y negro, me parece observar (todavía presente) al Rabino Moisés Kaiman (Z’L) rezando, mientras se agita como lo hacen las espigas alrededor de un lago cuando el viento sopla y el agua se mantiene intacta, observándole apenas, olas que se inician en la profundidad, y dejan lo superficial a un lado.
Sin embargo, estar con mi comunidad, con mi familia y con las personas que he convivido toda la vida, me hace sentir una alegría especial, ya que una vez más, gracias a D’s, tenemos la oportunidad de desearnos “El que seamos inscritos en el Libro de la Vida”.
Una jornada larga que se inicia con los preparativos en nuestras casas, el encendido de las velas y el correr al Shul para llegar justo a tiempo y encontrar el lugar, la silla o el puesto que cada año ocupamos desde hace…. no recuerdo cuantos años ya… desocupado y poder observar cómo el recinto se llena con nuestra gente. Kol Nidrei, un rezo largo y agotador después de un día en el que sabemos de antemano que algo muy especial va a suceder.
El rezo por la mañana se inició temprano y el Jazan, con un gran esfuerzo, elevaba sus plegarias. Los asistentes, atentos en ocasiones, y por momentos aprovechando para ver y saludar a sus amistades y familiares, repetíamos con la mano en el corazón los votos que no cumplimos, pero por sobre todas las cosas, proclamábamos en comunidad la grandeza de nuestro D’s. El ansia de su pueblo por ver construido el Templo en Jerusalén altivo sobre las ciudades del mundo, en donde todos los pueblos convergerán para proclamarlo “El único”.
Cuando llegó el momento de leer Neila, los cuerpos ya cansados, pero con un alma elevada, repetimos las plegarias y proclamamos todos juntos: “Dios es único”, “D’s es nuestro D’s”
Todas las comunidades judías del mundo seguramente vivieron momentos semejantes, pero para cada judío que en Yom Kipur renueva su fe, estar con su gente es cada ocasión una experiencia distinta y única.
Terminamos escuchando el Shofar, elevando los ojos al cielo y rogando por un año lleno de salud, bienestar, Parnasá y una vida llena de Bendiciones.
Al salir del Shul nos unimos todos en el patio de nuestro colegio, donde cada año es donada una Seudá Shlishit, este año los donantes fueron Sergio y Nathán Fascovich y familias, con delicioso leikaj, diferentes ensaladas, galletas, jugos, agua y refrescos para reparar las fuerzas e ir a nuestras casas a disfrutar de una cena completa después de un largo día de ayuno.
No me queda más que agregar que sigamos orando por un Mundo de Paz, un lugar donde el judaísmo florezca y que todos seamos inscritos en el Libro de la Vida.
Gmar Jatimá Tová.
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