MARCOS GOJMAN
En la época bíblica, Dios era concebido como una deidad nacional, que protegía a los israelitas en su tierra, les cosechas, las enfermedades, podían superarse ofreciendo sacrificios a Dios. Dios era visto como el Señor exclusivo de ayudaba en sus peleas, los liberaba del hambre y en general era el proveedor de su sustento. La mala fortuna, las malas los israelitas, ellos no podían adorar a otra deidad y Dios no podía proteger a otro pueblo.
El concepto empezó a cambiar en el siglo VIII AEC. Los asirios, que querían tener la hegemonía sobre el mundo, manejaban la idea de un mundo único y unificado, una idea que tuvo eco en Israel, pero no para aplicarla en lo material sino en lo espiritual. El profeta Amos (751 AEC) la planteó cuando afirmó que Dios no sólo era el Dios de Israel, sino de todos los pueblos del mundo, pues el libro de Amos comienza con el anuncio del castigo que van a sufrir las naciones y ciudades vecinas a Israel, a causa de la crueldad de su conducta en la guerra. Dios esperaba buena conducta de todos, no sólo de Israel. Amos también decía que si los judíos dejaban de tener fe, Dios podía dar por terminado el pacto y buscar otro pueblo que si quisiera aceptar Sus mandamientos.
Amos predicaba que los judíos debían ser fieles al pacto para asegurarse que seguirían recibiendo los favores de Dios. Los sorprendidos fueron los israelitas al escuchar de este profeta que su Dios era un Dios universal, que existía por sí solo y que todos, no nada más ellos, debían cumplir Su Ley. Aun así, el profeta Amos, el primer universalista, pensaba que Dios sólo podía entrar en un pacto con un sólo pueblo y que el pueblo judío sólo podía adorara a Dios en la tierra de Israel.
Isaías, el discípulo de Amos (740-700AEC), decía que tanto los asirios como los israelitas, tenían que cumplir los mandamientos éticos de Dios. Este fue un paso fundamental para que el judaísmo adquiriera un carácter universal, porque se había hecho una conexión crítica: Isaías dijo que Dios era el Dios de todo el mundo y no sólo de Israel y que Sus leyes iban dirigidas a todos los hombres.
La salida de los judíos de la tierra de Israel a Babilonia en 586 AEC, hizo que al perder la independencia nacional, fueran los preceptos religiosos el elemento que más definiría su identidad. El rabinato basado en erudición sustituyó al sacerdocio basado en linaje; las sinagogas y las academias sustituyeron el Templo y el estudio de la Torá y los rezos sustituyeron a los sacrificios. Y lo más importante, como lo intuyó el profeta Jeremías, Dios podía ser adorado fuera de la tierra de Israel. Antes, para integrarte al pueblo judío, tenías que ir a vivir con ellos en su tierra, ahora podías convertirte a la religión de los judíos, en cualquier lugar donde estuvieran. El judaísmo y sus mandamientos, incluidos sus principios éticos, estaban abiertos para todo el mundo. Ahora amar a tu prójimo como a ti mismo incluía a todos los hombres.
Bibliografía: The Theory and Practice of Welcoming Converts to Judaism de Lawrence J. Epstein y otras fuentes.
Fuente:alreguelajat.com
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