Cicatrices/ El Rabino Marcelo Rittner evoca a Kafka en ocasión de Izcor 5776

RABINO MARCELO RITTNER

Estas son las palabras del Rabino Marcelo Rittner, de Bet El México, en ocasión de Izcor 5776. Izcor, que quiere decir recuerdo en hebreo, es el rezo de recordación a los fallecidos en el judaísmo. Se realiza en el templo cuatro veces al año: en Yom Kipur, el último día de Sucot, el último día de Pésaj y el último día de Shavuot.

AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO

Dedicada a la bendita memoria de mis amigos

Neneco Rabinovich y Carlos May z”l

Que hicieron del mundo un lugar mejor…

 

“Mishehu”. Que bella poesía para comenzar nuestro momento sagrado en este día tan profundo para nuestras vidas. La escribió Ehud Manot y la música es de Mati Caspi.

Mishehu, alguien, mishehu doeg,

alguien se preocupa por mi, allí arriba.

Nos encontraremos al final de senderos y preguntas.

Nos encontraremos al final de muchos días,

al final de muchas noches.

Sé que tú también estás acercándote.

Pasó la primavera y el verano se fue, y volvieron las lluvias. 

Mishehu, alguien mishehu doeg,

alguien se preocupa por mi, allí arriba.

Mishehu, un padre, una madre, tal vez ambos; un hijo, una hija, una esposa, un marido, una hermana, un hermano, abuelos, amigos, personas queridas quienes a pesar de su ausencia física, siguen acompañándonos en el viaje de la vida.

Mishehu, está mas cerca y lo sentimos en nuestro estremecimiento, nuestra evocación, nuestro amor.

Mishehu, que con su partida nos rompió el corazón.

Una vez más abrimos la malta de nuestra vida y rescatamos las memorias y los recuerdos. Una vez más abrimos la maleta que cargamos y al hurgar en ella, comienzan a aparecer los recuerdos de Mishehú.

Revivimos momentos, lugares, eventos, fotografías únicas que nos llenan los ojos de lágrimas. Y mientras lo hacemos, comenzamos a aislarnos entre la comunidad, porque Mishehú, ya esta más cerca…lo sentimos e imaginamos como si fuera real. Y por algunos instantes somos dos comunidades abrazadas, que en este ayuno de dolor y nostalgia, recuerdan.

En palabras del Kotzker Rebe: “no hay nada más completo que un corazón roto”. Algo difícil de explicar para quien no sufrió la pérdida de un ser querido. Desearía poder decir que te acostumbras a que la gente muera. Pero yo nunca pude.

Y tampoco quiero. Sin importar las circunstancias cada vez que alguien querido muere, se crea dentro de mí un hueco en el corazón.

No quiero decirles que es algo que simplemente pasa. Duele, y mucho. Y vas acumulando cicatrices en el alma. Son una evidencia del amor y la relación que he tenido con esa persona. Si la cicatriz es profunda, así era ese amor.

Las cicatrices son un testimonio de la vida. Un lector de mi libro “Aprendiendo a decir adiós”, abriendo su corazón me escribió un bello texto compartiendo su tristeza, y que les leo un extracto: “Verás que el dolor viene como en olas. Cuando un barco naufraga, te estás ahogando, ves destrucción a tu alrededor. Todo lo que flota cerca de ti te recuerda la grandeza y belleza del barco que ya no está. Y todo lo que puedes hacer es flotar. Encuentras un pedazo de lo destruido y te aferras por un rato. Tal vez es algo físico, tal vez un recuerdo o una fotografía, tal vez es otra persona que también está flotando. Por un tiempo todo lo que puedes hacer es flotar, permanecer vivo”.

Al principio las olas son de 30 metros de alto y rompen sobre ti sin piedad. Las olas vienen cada 10 segundos y no te dan tiempo de volver a tomar aire. Todo lo que puedes hacer es aferrarte y flotar. Después de un tiempo, que pueden ser semanas o meses, te das cuenta que las olas siguen siendo de 30 metros pero vienen mas espaciadas. Cuando llegan, igual rompen sobre ti y te cubren, pero entre una y otra puedes respirar, puedes funcionar. Nunca sabes que es lo que va a hacer que el dolor se dispare; puede ser una canción, una foto, un cruce de calles, el aroma de una taza de café, puede ser cualquier cosa…. Y las olas siguen llegando. Pero entre una y otra hay vida. En algún punto, y para cada uno es diferente, verás que las olas ya tienen 25 metros de alto, o 15. Y si bien siguen llegando lo hacen más separadas unas de otras. Ya las ves venir. Un aniversario, cumpleaños, las fiestas, o una llegada al aeropuerto. Tú lo sientes llegar y, en general, puedes prepararte. Y cuando te cubre, sabes que de alguna manera vas a llegar, otra vez, del otro lado de la ola. Empapado, hecho trizas, pero aún aferrado a ese pequeño trozo del naufragio saldrás adelante. Toma este consejo de una persona mayor. Las olas nunca dejaran de llegar y de alguna manera tú ya no las quieres, pero aprenderás que las sobrevivirás. Y vendrán más olas, y las sobrevivirás también. Y si tienes suerte tendrás muchas cicatrices de muchos afectos. Y muchos naufragios. Querrá decir que tuviste amor profundo y alegrías, memorias y recuerdos. Que tu como ello has vivido y a pesar de dolor, puedes sanar y seguir viviendo y seguir amando, porque las cicatrices son un testimonio de la vida”.

Y a pesar del paso del tiempo y por el poder de la memoria, cada uno de los Mishehu de tu vida están junto ti, a nosotros. Ellos te ven sonreír, secan tu lágrima, y te abrazan. Cada uno es único y especial, y por ese abrazo nos hacen sentir que no estas sol@.

Porque ellos se preocupan por ti, y estamos juntos. Y en esta hora de Yizcor, reconociendo la cicatriz de cada uno de ellos en mi alma, los evoco, los lloro y le agradezco a Dios la oportunidad y la bendición que fueron parte de mi vida.

Se cuenta que el escritor Franz Kafka un día se encontró con una niña en el parque al que él iba a caminar todos los días. Ella estaba llorando, había perdido a su muñeca y estaba desolada. Kafka se ofreció a ayudar a buscar a la muñeca y se dispuso a reunirse con ella al día siguiente en el mismo lugar.

Incapaz de encontrar a la muñeca compuso una carta “escrita” por la muñeca y se la leyó cuando se reencontraron: “Por favor no me llores, he salido de viaje para ver el mundo. Te voy a escribir contándote sobre mis aventuras …“.

Este fue el comienzo de muchas cartas. Cuando él y la niña se reunían, él la le leía estas cartas cuidadosamente compuestas de aventuras imaginarias sobre la querida muñeca. La niña se iba consolada. Cuando las reuniones llegaron a su fin, Kafka le regaló una muñeca. Obviamente se veía diferente de la muñeca original. La muñeca traía carta adjunta explicó: “Hola. Mis viajes me han cambiado …“.

Muchos años más tarde, la chica ahora crecida, encontró una carta metida en una abertura desapercibida dentro de la muñeca. Era una nota de Kafka, decía: ” Es muy probable que pierdas cada cosa que amas, pero al final, el amor volverá de forma diferente’ “.

Kafka y la Muñeca… la omnipresencia de la pérdida.

Curiosamente cuando escribí este texto, no tenía claro el ejemplo con el que podría ilustrar este bello relato. Y si bien ustedes saben que no creo en coincidencias, anoche (la noche de Kol Nidrei), fui a casa de mis hijos Sonia y Gabriel a pocas cuadras de aquí- Cuando llegué Sonia me pidió que tuviera en mis brazos por unos momentos a mi nieta Linda, de apenas un mes, y sonriendo me pidió, “trata de dormirla, porfa”. Primero pensé contarle alguna prédica pero en un instante estaba cantándole una melodía en idish, que no era otra sino la que mi papá me cantaba para dormirme. Les prometo que yo mismo me sorprendí. Y pocos minutos después, mi nieto Bernardo, me abrazó y me dijo: “abu, duerne en mi cama, te la presto”. Bernardo lleva el nombre en recuerdo a mi papá. Les cuento que no fue una noche en la que pude dormir. Mis papis estaban conmigo, y con ellos yo y mis nietos. Y cuando me desperté sonreí. Tengo el ejemplo.   Es muy probable que pierdas cada cosa que amas, pero al final, el amor volverá de forma diferente’ “. [1]

Descubrí el amor que volvió en forma diferente…

Tu y Mishehú, las cicatrices del alma que hoy visitamos, ellos que están más cerca, junto a nosotros y nos abrazan para hacernos sentir que no estamos solos, y no sonríen como diciéndonos, “también yo tengo cicatrices, y son de mi amor por ti…”.

Dicen que toma un minuto encontrar a una persona especial. Una hora para apreciarlos. Un día para amarlos. Y toda una vida para olvidarla …

Y ahora, guarda las fotos, recoge tus preciosas memorias, une los pedazos de tu corazón, cierra tu maleta, sonríeles y prepárate a seguir el viaje de tu vida con ellos como tu compañía, porque no estás sol@… Mishehu, alguien, mishehu doeg, alguien se preocupa por ti, allí arriba.

Es muy probable que pierdas cada cosa que amas, pero al final el amor volverá de una forma diferente’ “.

Como en esta hora de Yzcor…

[1] Este párrafo improvisado, fue insertado posteriormente.

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