NOAMI HAZAN
Esta semana, casi veinte años tras la firma del Acuerdo Provisional sobre Cisjordania y Gaza (comúnmente conocido como Oslo Dos) que tuvo lugar el 28 de septiembre de 1995, Mahmoud Abbas (Abu Mazen), el líder palestino, que firmó la Declaración de Principios de Oslo dos años antes, se dirigirá a la Asamblea General de las Naciones Unidas mediante un discurso que según dicen, cambiará las reglas del juego. Las especulaciones en los círculos diplomáticos y la prensa de la región y del resto del mundo son rampantes. Y aunque actualmente el mundo se centra en los eventos en Siria, queda claro que el status quo no reconocido que ha regido las relaciones entre israelíes y palestinos desde el colapso del proceso de Oslo hace quince años está a punto de someterse a un nuevo sismo.
La Autoridad Palestina ha experimentado dificultades desde hace tiempo. Durante años, Abu Mazen ha intentado lograr la independencia palestina a través de la diplomacia. Durante su mandato, se formalizó la división entre Cisjordania y la Franja de Gaza y con ella la rivalidad entre Hamas y la OLP. En los últimos meses, la brecha entre la AP y sus constituyentes ha alcanzado su punto más bajo, con un apoyo de sólo un 16 por ciento para el gobierno actual. (En Gaza, Hamas se ha enfrentado a manifestaciones de una población frustrada, incapaz de recuperarse debido a la falta de infraestructura y la continua escasez). Pese a haber obtenido la condición de Estado no miembro en las Naciones Unidas, esta erosión de la legitimidad se ha unido a un creciente desinterés de la comunidad internacional tras el colapso de las conversaciones auspiciadas por John Kerry, en abril de 2014.
Desde entonces, la situación sobre el terreno se ha deteriorado. Durante el año pasado, la frustración se centró principalmente – pero no exclusivamente – en Jerusalem. La fricción en torno al Monte del Templo ha alcanzado un nuevo punto. Actos espontáneos de desafío contra las autoridades han conducido a la pérdida de vidas israelíes y una creciente coerción por parte de la policía local. Las recientes tácticas de mano dura instituidas por el gobierno de Netanyahu (incluidas las sentencias mínimas para los que lanzan piedras y la reducción de las restricciones sobre el uso de armas de fuego contra los palestinos) sólo han agravado la situación.
Al igual que muchos palestinos, Abu Mazen ha estado señalando desde hace tiempo que ha perdido la esperanza de una solución negociada sobre una base bilateral. También ha dejado claro que a la edad de ochenta y un años desea ser relevado del liderazgo. Su dimisión de sus cargos al frente de Al Fatah y la OLP este verano no es más que el preludio de lo un cambio mucho más profundo en el conflicto israelí-palestino. Los nuevos contornos, sin embargo, aún no se han trazado.
Algunas conjeturas sobre futuros cambios están siendo ventiladas actualmente: la más obvia es el cese de la cooperación de seguridad entre la Autoridad Palestina e Israel. Aunque esta colaboración ha contribuido a la relativa calma que ha prevalecido en los últimos años, no ha beneficiado a la mayoría de los palestinos. Este cambio puede empeorar aún más su situación. Una segunda posibilidad – con consecuencias de mayor alcance – implica la renuncia oficial de los acuerdos de Oslo y con ella el desmantelamiento de la Autoridad Palestina. En ese caso, Israel tendría que encargarse de la supervisión de la vida cotidiana en Cisjordania. Esto tampoco contribuiría al objetivo palestino de la libre determinación ni pondría fin a cuarenta y ocho años de ocupación israelí.
Algunos expertos están anticipando una declaración formal de independencia (aunque para todos los efectos Palestina posee muchas de las características de una entidad soberana sin poseer de facto el control sobre su territorio). Esto permitirá a los palestinos afirmar que son un estado bajo la ocupación y exigir la protección internacional. Esta medida por sí sola, sin embargo, no necesariamente conducirá a una acción internacional.
Una variante de este escenario es más intrigante. No es inconcebible que Mahmoud Abbas solicite – en su última comparecencia ante las Naciones Unidas una administración fiduciaria de la ONU en Cisjordania y la Franja de Gaza. Esta idea había surgido en la década de 1980, antes de las conversaciones de Oslo, y está reviviendo bajo la internacionalización del conflicto palestino-israelí.
Esta iniciativa tiene dos precedentes. En el primer caso, a finales de 1960, las Naciones Unidas abrogaron el mandato de Sudáfrica sobre el territorio del Sudeste de África (Namibia de hoy) y en 1973 reconocieron a la SWAPO (Organización Popular de África Sudoccidental) como representante oficial del pueblo de Namibia. En 1978, el Consejo de Seguridad tomó la responsabilidad de supervisar la transición de Namibia como Estado independiente. El proceso se llevó a cabo en 1990 bajo los auspicios del Grupo de Asistencia de Transición de las Naciones Unidas (GANUPT). El segundo ejemplo corresponde a Timor-Leste (Timor Oriental), una antigua colonia portuguesa anexada por Indonesia en 1976 tras la retirada de la potencia colonial. En 1999, las Naciones Unidas asumieron la responsabilidad de Timor Oriental con el establecimiento de la Administración de Transición de la ONU para Timor Oriental (UNTAET), que supervisó el paso a la independencia en 2002. En ambos casos – que, sin duda, difieren en varios aspectos de la situación palestina – la comunidad internacional intervino directamente para garantizar el surgimiento de estados independientes.
Todas estas opciones pueden ser ajustadas por el liderazgo palestino, que ya ha hecho propuestas sustanciales a los países europeos. Francia aún está considerando una resolución del Consejo de Seguridad para acelerar las negociaciones. Junto con otros países europeos a favor del etiquetado de productos provenientes de los asentamientos, se está explorando la posibilidad de convocar una conferencia internacional para promover un acuerdo entre israelíes y palestinos en el marco de la Iniciativa de Paz Árabe. Todas estas medidas están examinándose sin la participación activa de Israel.
De hecho, la burocracia israelí, hasta la fecha, descarta la posibilidad de un cambio sustancial en la situación actual, y define las iniciativas palestinas como “una farsa” de la “política suicida”. A finales de esta semana, Israel – junto con el resto del mundo – posiblemente se enfrente a una nueva realidad. Su gobierno no puede seguir actuando como si fuese un mero espectador aislado de los acontecimientos. Esta vez, sin embargo, Israel no puede permitirse el lujo de no prepararse. Este es el momento para cambiar de rumbo y buscar nuevas maneras de poner fin al conflicto. Con o sin la cooperación de Israel, la situación actual está a punto de cambiar drásticamente.
Fuente: The Times of Israel
Traducido por Esti Peled
Reproducción autorizada con la mención siguiente: © EnlaceJudíoMéxico
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