Es una de las figuras fundamentales de la TV, pero ha preferido permanecer detrás de las cámaras. A él se debe el impacto que algunas telenovelas argentinas tuvieron en el mundo.
AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO-Sus 66 años lo han hecho del backstage para mostrarse en carne viva en su autobiografía De Infiernos y Paraísos. El título se lo puso Alejandro Lerner. Allí está la infancia compartida junto a su fallecido hermano gemelo, el viaje a Israel pra ingresar al ejército, su prisión en Egipto y su éxito al ser el hombre detrás de Rebelde Way, Floricienta, Rincón de luz, Sos mi vida, Lalolace y hasta la reciente Historias de diván.
-Ha sido y es un articulador de orillas para Argentina y Latinoamérica. ¿En qué cree que influyó su historia de vida en lo profesional?
-No tengo una verdad absoluta sobre eso, sino solo un entendimiento. La guerra es terrible. Es tremenda bajo todo parámetro: es cuando ves cara a cara lo trágico y lo inhumano que somos nosotros los humanos. La guerra es también las secuelas y las consecuencias. Yo he dejado muchos amigos y compañeros jóvenes en mi vida. Seguí creciendo y ellos quedaron jóvenes. Dejaron a padres huérfanos de hijos, hermanos huérfanos de hermanos, dejaron tragedias. Son secuelas que quedarán por muchos años más. Pero también es la vida, es lo que nos toca y nosotros estamos ahí cumpliendo nuestras propias misiones. Fue la necesidad la que me llevó a hacer cosas, una necesidad que cuando la cumplí entendí que en cierta manera está siempre sirviendo a mi autenticidad. Quería ir a Israel porque consideré que era el lugar donde debía estar, donde me iba a sentir cumpliendo con parte de esa misión que debo cumplir en este mundo, y ya lo entendía entonces a los 20 años, estaba convencido. Quería vivir y tenía la necesidad de una vida diferente y no entrar dentro de lo trivial de una vida: voy a prepararme, estudiar abogacía -como empecé a estudiar- y después a tener una posición económica y una familia. Son misiones importantes también y en eso yo soy un privilegiado.
En qué se sintió diferente a los demás?
-A lo mejor es esa experiencia de haberme visto en una prisión enemiga como me vi, destrozado y humillado, siendo muy joven. De entender que no sólo yo sufro, sino que los demás también están sufriendo. Eso me enseñó realmente quién soy. Pero vivimos en sociedades -hablo de las más o menos occidentales y democráticas- en las que tenemos muchas necesidades cubiertas y no vemos lo que pasa en el mundo, el dolor que hay. Entonces muchas veces lo que nos acredita una postura es cómo nos vemos, cómo nos peinamos, cómo nos vestimos, con qué lujo estamos y nos creemos eso. Y eso es hipócrita, es tan falso. Tenemos que entender que lo que nos pasa a nosotros le pasa al otro, y que tenemos que tener la capacidad para brindar amor, esas son todas cosas que rescaté de la desgracia, a lo mejor tenía que pasar por los pasillos del infierno para llegar a mi paraíso. A mí me califican en lo que respecta al espectáculo y llegué al espectáculo no de casualidad. Me considero una persona creativa, el eslogan de mi empresa actual es: “Producimos fantasía, creamos realidades”. ¿Qué realidad creamos? La realidad es que generamos trabajo y un montón de cosas y sentimientos que influyen en la vida de los otros. La creatividad es un don que cuando crees que lo tenés, tenés que usarlo y compartirlo. Yo creo que fui creativo en mi vida y la dirigí de acuerdo a mis entendimientos para bien o para mal. Pero lo importante es que generé una vida que la que estoy conforme, tomé mis propias decisiones, nunca me victimicé y de nada me arrepiento.
Alegría.
-¿Qué es lo que gusta en lugares tan lejanos de esta cultura que llevó?
-Hoy en el mundo ven ficción latinoamericana más de 2000 millones de personas, la influencia que tiene es impresionante. Aunque nuestros políticos todavía no sé qué conciencia tomaron al respecto. En nuestro caso, todo esto empezó antes que se desencadenara esta revolución tecnológica que existe hoy y cuando a Daniel (NdE: su hermano) se le ocurrió que podíamos empezar a llevar música argentina, fue la oportunidad para cerrar cuenta con la ignorancia respecto al país que me originó. Lo que gusta de nuestra ficción es que tenemos una actitud que muchísima gente en esos lugares del mundo la traduce como “alegría de vivir”. Y eso se aprecia mucho. Y también por intermedio de los contenidos que llevábamos: hay que darle un lugar a lo que es el amor, hay que darle un chance al romanticismo, al hombre que se desvela por una mujer y a la mujer que lucha por su amor. Entonces todas estas cosas las ves en estos contenidos que hemos llevado, que muchos los pueden calificar como “basura” pero en realidad estás dando respuesta a mucha gente que necesita escapismo, entrar dentro de una fantasía que le cambie la realidad que vive. Y ahí te das cuenta de la responsabilidad que tenés como generador de eso. Por ejemplo, Historias de diván está avalada por la red de bioética de la Unesco como material de valor para el aporte a la sociedad. Y yo siempre busqué qué puedo hacer yo para aportar.
-Se refería recién a la calificación de TV basura. Hay una fuerte crítica y también mitos sobre a la función de la TV. ¿Qué opina de la televisión como medio? ¿Qué cree que está faltando en la televisión?
-La televisión es un negocio de entretenimiento. Los que están generándola no se recibieron de grandes portadores de la humanidad, no tienen ningún certificado de moralidad y de ética más allá del que las leyes del lugar le imponen. Lo que sí son es gente con ideas, con capacidades. Lo que yo considero es que tiene que haber un ente regulador de los contenidos y de encontrar el modus vivendi para que, más allá de que la gente se entretenga, que vea y que sea democrático y libre y que no haya censura, que no lleguen cosas que son nocivas, en especial para la generación que se está formando. Yo creo en la regulación bien regulada. Es muy fácil decirlo pero hay que hacer algo: “Nunca es el chancho el que tiene la culpa sino el que le da de comer”. Creo que cuando las cosas están claras y establecidas es mucho más fácil. Los contenidos pueden ser mejores o peores, pero los contenidos tienen que ser en cierta medida regulados porque cuando te expones a algo, alguien tiene que tener responsabilidad sobre eso que se muestra. Yo estoy en contra por ejemplo de los contenidos bélicos para niños. Si pongo en la pantalla contenidos con prostitución, delincuencia, agresividad no podés pretender cuestionar a tus hijos: ¿Por qué todo el tiempo estás jugando a la guerra? ¿Por qué tenés un revólver en la mano? Son cosas que pasaron a ser parte de la idiosincrasia y de la cultura infantil en muchos lugares del mundo occidental, en particular, en donde los juegos son juegos de armas y del bien y del mal. La regulación no es censura, regular quiere decir que hay una responsabilidad de las gestiones de gobierno respecto a sus votantes, a sus habitantes. Obviamente no como lo trata de hacer el chavismo y no lo digo porque sea antichavista, sino que cuando se usa la televisión para inculcar lo mío, es decir a mis intereses, no importa que sea una gestión de gobierno o una empresa, eso es repudiable y si no hay una regulación eso sigue o eso puede estar ahí. Yo estoy en contra de usar a la TV como medio para ganar poder.
-¿Considera que una empresa de medios es igual que cualquier empresa a la hora de realizar su conducción?
-No sé si es igual. Pero lo que yo considero es que toda empresa implica, cuando estamos hablando de empresa con gente trabajando, responsabilidad del que lidera y dirige. Por eso, hoy en día, en el mundo se habla de la responsabilidad empresarial. Somos responsables con respecto a nuestra gente que vive de esa empresa. A la gente que trabaja conmigo le digo: “nadie trabaja para mí”, trabajan conmigo. Es una gran responsabilidad porque si a uno le va mal, le va mal a un montón de gente que está atrás mío creyendo en lo que hago y en lo que sé hacer. Es una responsabilidad muy grande que muchos empresarios no la asumen. Eso fue lo que desencadenó la última crisis en los Estados Unidos. Entonces la responsabilidad empresarial es algo que reitero y considero que todos los empresarios la tienen que abanderar. La peculiaridad de esta industria es que tenés una exposición muy grande a un público masivo y tenés que tener conciencia de eso. Eso la hace diferente de otras empresas y por eso en este negocio tiene que haber una regulación bien conformada. Cosa que en Argentina considero que todavía no la tenemos.
-¿Existe en algún lugar esa regulación a la que usted aspira?
-Sí, por ejemplo en Holanda y en otros países del primer mundo que regulan. Incluso, aunque me van a decir que no puedo ser objetivo con eso, en Israel, más allá de todos los problemas que pueda haber, hay una regulación. La mitad de lo que se pasa en Argentina no se pasaría allá.
Marcas de guerra que el tiempo no borró
Viviendo en Israel, Dori supo de primera mano todo lo que se ignoraba de su Argentina natal. “No sabían nada, hasta pensaban que se hablaba rumano”, recuerda. Fue cuando se introdujo en la industria de la cultura y el espectáculo, llevando a Tel Aviv a las selecciones de Argentina -la de Maradona- y de Brasil a disputar partidos con la selección local. Luego llegó el turno de la música gestionando conciertos con figuras de la talla de Mercedes Sosa -su “gran amiga”- y León Gieco; a lo que siguió la importación de programas de TV y la representación de artistas latinoamericanos -más de 600- y finalmente la participación directa en la producción de novelas y contenidos televisivos que se han visto en más de 100 países. Participó de la creación de canales de TV en Europa y Asia y creó un tanque empresarial que se llamó Dori Media Group (DMG).
Al morir su hermano se apartó por un tiempo de la conducción de DMG y al sentir que solo como socio la gran empresa no lo representaba, la vendió para un lerneriano “volver a empezar” con una empresa que lleva su nombre completo. Producto de una granada a Yair le falta su brazo derecho (usa uno ortopédico), y es quizás la marca más visible en un cuerpo que, asegura, está lleno de cicatrices, de heridas que sangraron durante años. “No de casualidad soy el productor de Historias de diván”.
Fuente: elpais.com.uy
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