Desde Monterrey con cariño: Simjat Torá y una vivencia de nuestra comunidad

 

THELMA KIRSCH PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO

 

Simjat Torá

La fiesta de Sucot llega a su culminación en el noveno día llamado Simjat Torá. Esta festividad es la alegría no por un acontecimiento histórico pasado, sino por un hecho estrictamente presente: en este día se concluye la lectura de la Torá en la sinagoga.

Un recuerdo imborrable para nuestra familia y un regalo para nuestra comunidad.

En esta fiesta se leen los últimos capítulos del Pentateuco y de inmediato se leen los primeros capítulos del mismo, para demostrar simbólicamente que esta lectura no tiene fin. Si en Shavout se conmemora el culminante momento de la entrega de la Ley divina, en Simjat Torá el regocijo deriva de la recepción de la misma Ley en la existencia real.

¿Cómo se lleva una Torá por primera vez a la Sinagoga? ¿Qué tanta felicidad provee a quienes la reciben?

Ayer por la noche tuve el honor de asistir a una celebración muy especial.

Mi familia donó una Torá a la Sinagoga Adat Israel de la ciudad de Monterrey.

Vino mucha gente, tuvimos con nosotros familiares y amigos que no viven aquí,  además de la mayor parte de  la Comunidad Judía de Monterrey.

Fue un evento muy especial, pues  a pesar de la tremenda lluvia que hubo en la ciudad se convirtió en un momento mágico.

 Estaba una Torá nueva sobre la mesa, el pergamino aún no usado o maltratado, rígido aún por la falta de enrollar y desenrollar varias veces a la semana, para leer la Parashá correspondiente y sin terminar de escribir teniendo pendientes aún las últimas palabras.

A cada uno de los hermanos, tíos y cuñados se les dio el honor de escribir una letra. Se dice que cada hombre debe una vez en su vida escribir una Torá, pero como eso no es imposible, se les dio el honor de poder escribir una sola letra y esto es ya en sí una gran alegría. Pero más que escribir una Torá, el hombre debe vivir  de acuerdo a los principios de ésta, que es una forma de vida y no solo una colección de datos divinos de la creación e históricos.

Tuvimos el honor de escuchar las palabras del Rabino Vales, que vino de la ciudad de México para traer personalmente la Torá  y ayudar a terminar de escribirla. Esto sucede justo la semana en que se celebrará el Día del Perdón y en unos días más se termina de leer el último capítulo para reiniciar nuevamente el Día de Simjá Torá con el primer capítulo, además de ser también este día el aniversario de la muerte de mi padre, Ole Ve Shalom.

El discurso de Elías fue sumamente emotivo, ya que recordaba a nuestro padre Z¨L Bernardo, que lleno nuestras vidas de momentos de alegría y enseñanzas. No sabemos si alguna vez estaremos a su altura, pero al menos podemos decir que fuimos privilegiados en tenerlo como padre y estamos seguros, que en algún momento, en algún eslabón de la cadena de su descendencia, alguien tendrá alguna de sus cualidades.

Desde el inicio fue un aprendizaje inolvidable para todos, los niños gozaron viendo cómo se escribía “en vivo” la letra de la Torá, tuvieron la oportunidad de verlo y aprender cómo se hace, con la pluma y la tinta especial.

El Rabino Kaiman, lo hizo sin necesidad que se le guiara su mano,  mientras que al resto de los hombres el rabino Vales les ayudó para que la escritura fuera perfecta.

El Rabino Kaiman contó la historia de la Torá que donó mi abuela hace muchos años. Sucedió así:

“Había un Señor que sobrevivió a los campos de concentración en Europa junto con su hija, él era Sofer (aquel que sabe escribir los textos sagrados) y escribió una Torá que trajo con él. Era un hombre muy pobre y ésta Torá era su única posesión. Vivía en San Antonio Texas. Llegó el momento en que su hija tenía novio y tenía que casarse. En la tradición judía todas las novias son iguales y el dinero no debe ser un obstáculo para casarse, (es por eso que las novias no usan joyas bajo la Jupá) y el Sofer deseaba casar a su hija con todos los honores. Le pidió al Rabino Kaiman que le ayudase a vender la Torá. Él se lo contó a mi abuela quién lo habló con mi papá. Mi papá le dijo: “Mamá, nosotros no tenemos hermanas, compremos la Torá para la Sinagoga y será como llevar a la Jupá a una novia.” Así se hizo. En esta ocasión no se terminó de escribir la Torá dentro de la Sinagoga porque la Torá estaba terminada. Pero se introdujo al templo bajo el palio nupcial, como una novia.”

 A ésta anécdota se sumaron comentarios y recuerdos acerca de mi padre, que fue un hombre muy especial, querido y recordado por todos los que lo conocieron.

Elías, mi hermano, en un excelente discurso, habló también del ambiente de unión que se ha vivido siempre en nuestra familia y del honor que es tener una madre como la que nos ha tocado tener, hasta 120 años. Más que haber entregado la Torá, presiento que la Mitzvah fue el recordar así a un ser tan especial y  que no está ya  más entre nosotros Z’L.

El saber cómo la gente lo respeta y recuerda en base a su sabiduría y a sus consejos. A mí como hija me llena de orgullo. Sé que mis hijos igualmente lo están de su abuelo. Ojalá y lo recuerden como fue, un hombre cabal, justo y más que nada lleno de paciencia y bondad

Quisiera poder repetir en este espacio cada una de las palabras que dijo Elías, pero él no utiliza anotaciones.

Cuando la Torá estuvo terminada, la enrollaron y le pusieron el manto para cubrirla. Allí está inscrito el nombre de mi papá y el de Elías, junto con la fecha y el lugar de la donación.

Más tarde se puso bajo la Jupá, que estaba arreglada con 4 astas llenas de flores y se transportó entre cánticos y bailes a la sinagoga, allí se continuó con el festejo y las Akafot. Se abrió el Aarón Hakodesh. Se sacaron todas las Torot que se guardan allí y se hizo un medio círculo para darle la Bienvenida a la nueva Torá. Esta fue la primera en guardarse y se guardaron tras ella las demás. La Sinagoga estaba iluminada y llena de flores de colores amarillos y violetas que le daban muchísima alegría.

Afuera, una lluvia torrencial, nada nos mantenernos secos, pero de igual manera la fiesta se prolongó por horas. Pues cómo siempre decía mi papá… “¡¡¡Somos una familia muy taquillera…”!!! Esta vez hubiera dicho lo mismo, era tanta la gente que no supimos cuantos asistieron al festejo.

En ese lapso continuó la música las felicitaciones de los invitados y sobre todo la alegría mágica que todos sentíamos.

Mi mamá preparó un banquete para todos y continuó la fiesta.

 Espero en D´s que esta fiesta y muchas más sigamos celebrando  en la familia, el que podamos vivir momentos como estos y que el recuerdo de este gran hombre siga vivo en todos nosotros por siempre.

 Este momento, en el que acabo de escribir el suceso, siento la necesidad de agregar solo un renglón más:

 “Que la paz del mundo acompañe estas alegrías”.

 

 

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