DAVID HOROVITZ
Al tiempo que advierte de una guerra religiosa, el líder de la Autoridad Palestina ha alimentado deliberadamente las llamas de la nueva ola de terror, enfocada en Al-Aqsa.
Benjamin Netanyahu no puede ser un primer ministro fácil para Mahmoud Abbas a diferencia de Ehud Olmert, por un decir.
Netanyahu no ha ofrecido renunciar a la soberanía israelí en la Ciudad Vieja a favor de un tribunal internacional, como lo hizo Olmert. Netanyahu ha insinuado su disposición para un arreglo en Jerusalem, pero no ha ofrecido dividir la ciudad en barrios israelíes y palestinos, como lo hizo su predecesor. Incluso ha indicado su disposición para un acuerdo territorial en Cisjordania, pero no un retorno a las líneas anteriores a 1967, con intercambios de tierra, como lo hizo Olmert.
Sólo que Abbas no aceptó la dramática oferta de paz sin precedentes de Olmert en 2008. Abbas no respondió, pese a que la oferta cumplía con todos los objetivos territoriales para un Estado palestino que él mismo profesa.
En una entrevista del 1 de noviembre 2012 para el Canal 2 de la televisión israelí, Abbas juró que no tenía exigencias territoriales para Israel anteriores a 1967. Entonces, ¿por qué no aceptar el acuerdo de Olmert?
Asimismo, declaró que a pesar de haber nacido en Zfat, una ciudad norteña de Israel, Abbas no sentía que tenía el derecho de volver a ella como residente. “Estoy en mi derecho de visitar, pero no de vivir allí,” dijo. Entonces ¿por qué durante las negociaciones mediadas por John Kerry en 2013-2014 insistió en el “derecho al retorno” para millones de refugiados palestinos y sus descendientes de segunda tercera y cuarta generación? Un “derecho” que si se ejerce, constituiría la muerte de Israel como Estado judío.
Finalmente, en esa entrevista de televisión, Abbas prometió que mientras estuviese en el poder, no habría una tercera Intifada contra Israel. “Nunca”, juró. “Nosotros no queremos usar el terror. No queremos usar la fuerza. No queremos utilizar armas. Elegimos por la diplomacia, la política, las negociaciones. Abogamos por la resistencia pacífica. “Entonces, ¿por qué, hace un año en la ONU, acusó falsa y vilmente a Israel de llevar a cabo una política de “genocidio en Gaza.”- una acusación que tiene por objeto incrementar la hostilidad árabe y especialmente la de los palestinos hacia Israel? ¿Y por qué, la semana pasada en la ONU, mientras que falsamente advertía a Israel que está transformando el conflicto en uno religioso intensificó su campaña para hacer precisamente eso – con consecuencias previsiblemente desastrosas?
El pasado miércoles en Nueva York, Abbas continuó sus acusaciones incendiarias de los últimos meses sobre presuntos planes israelíes contra la mezquita de al-Aqsa, diciéndole al mundo y a su propia gente que lo escuchaba desde Jerusalem que “grupos extremistas israelíes incursionan sistemáticamente a Al-Aqsa. El gobierno de Israel tiene un esquema para imponer una nueva realidad en el Monte del Templo, permitiendo la entrada a extremistas, bajo la protección de las fuerzas de ocupación israelíes, ministros y miembros de la Knesset, en determinados momentos, al tiempo que impide el acceso de fieles musulmanes a la mezquita para ejercer sus derechos religiosos,” aseveró Abbas.
De hecho, tras la captura del Monte en 1967, el sitio más sagrado para el judaísmo, Israel permitió que las autoridades musulmanas sigan administrando sus lugares sagrados, y prohibió el rezo de judíos allí. Esos acuerdos se mantiene hasta hoy en día; es difícil imaginar cualquier otra fuerza conquistadora en tales circunstancias.
Los que conservan cierta simpatía por Abbas afirman que hasta el momento mantiene la coordinación de las fuerzas de seguridad de la Autoridad Palestina con sus homólogos israelíes. Ellos señalan que es difícil para él condenar los últimos actos de terrorismo palestino debido a que es visto por su gente como títere de Israel y argumentan que Abbas no incita al terrorismo palestino, sino que los medios árabes y las redes sociales son los que destacan los supuestos ataques israelíes en Al-Aqsa.
Pero en realidad, Abbas nunca ha intentado contrarrestar la afirmación de su predecesor, Yasser Arafat, que no existían templos judíos en Jerusalem y, por ende, la soberanía judía aquí carece de legitimidad histórica. En efecto, Abbas no ha permitido ninguna conexión judía con el Monte del Templo a fin de complicar la narrativa palestina de ilegitimidad israelí-judía en el sitio. Lo cierto es que Abbas no ha impedido la incitación anti-israelí en los medios de comunicación palestinos. De hecho, la Autoridad Palestina de Abbas continuó la práctica de honrar a los terroristas y los “mártires”.
Lo cierto es que Abbas, considerado por muchos en Israel como un socio para la paz, ha decepcionado tanto a su pueblo como al nuestro.
En realidad, Abbas ha alimentado deliberadamente las llamas de esta última ola de terror enfocada en Al-Aqsa.
Sombrío y amargo, paralizado entre su empatía por la empresa de los asentamientos y su preocupación de que Israel se convierta en un estado binacional, Netanyahu no es un primer ministro fácil para un líder palestino que busca genuinamente un acuerdo de paz viable.
Pero Mahmoud Abbas no es ese líder palestino.
Fuente: The Times of Israel
Traducido y editado por Esti Peled
Reproducción autorizada con la mención siguiente: © EnlaceJudíoMéxico
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