Abraham León: mártir de los oprimidos y los explotados

ÓSCAR FERNÁNDEZ

Para muchos, el nombre resultará como el de un desconocido o el de algún dirigente olvidado. Y lamentablemente así ha sido. Si bien su única obra –de la que más adelante hablaremos– se considera uno de los clásicos dentro de la literatura sobre el pueblo judío, en realidad pocas ediciones existen de la misma, y por tanto, el autor ha permanecido en las sombras de la academia.

Resulta entonces trágico que Abraham León haya sido relegado al olvido; incluso podríamos hacer un símil con el propio Trotsky, a quien la contrarrevolución estalinista intentó borrar de la historia.

Son pocos los registros visuales que han sobrevivido del teórico belga y escasea información sobre él. Sin embargo, el caso de Abraham León no es un producto de un intento sistemático de olvidar su memoria como hizo el estalinismo. La explicación que da quien escribe estas líneas es que se debe en gran parte a su corta edad.

Abraham León nació en 1918 en Varsovia bajo el nombre de Abraham Wejnstok. Sus padres emigraron a Bélgica cuando todavía era niño y allí se crió. Durante sus primeros años militó en la organización sionista de izquierdas Hashomer Hatzair, la Guardia de la Juventud, organización fundada por intelectuales y scouts en 1913. Se sabe que después de estar en Bélgica y París, el joven Abraham viajó a Polonia a estudiar yiddish.

En el transcurso los convulsivos años 30, los Juicios de Moscú tuvieron un impacto en su vida y comenzó a simpatizar con el trotskismo, intentando conciliar sus nuevas posturas con aquellas con las que venía cargando desde sus primeros años. Sin embargo, el estudio de la historia del pueblo judío desde el marxismo le provocó ciertas dificultades. Al estallar la Segunda Guerra Mundial, sin embargo, León abandonó sus viejas posiciones sionistas y se convirtió al trotskismo plenamente.

Adolfo Gilly, militante trotskista del PRT mexicano, escribía en sus memorias la impresión que tenía Michel Pablo –uno de los principales dirigentes de la Cuarta Internacional tras la muerte de Trotsky– de él. “Ernest [Mandel] era muy joven, muy brillante, lo mismo que Abraham León. Eran inseparables. Venían de la organización de izquierda de la juventud judía e ingresaron juntos a nuestro movimiento.” (1)

En el caso de Ernest Mandel, éste se acercó mucho a Pablo, al grado que Gilly describe la relación como “entre maestro y alumno”. El padre de Mandel, admirador de Trotsky, sabía de los lazos entre Ernest y el dirigente griego y confió a éste el crecimiento de su hijo. Es probable entonces que Abraham León también formara parte y conociera a muchos de los militantes trotskistas de su época.

Hacia la década de 1940, en plena ocupación nazi, Abraham León trató de explicar la cuestión judía a partir de una frase de Marx, elaborando su trabajo basado en textos del dirigente reformista Karl Kautsky. Según el historiador Enzo Traverso, esto llevó a su Concepción Materialista a caer en un economicismo determinista que hace que clasifique a los judíos como un pueblo-clase y poniendo su atención en los diversos modos de producción y su determinaciones sobre los aquéllos.

Así y todo, el texto buscaba solucionar de manera definitiva el problema de la cuestión judía, pero la ocupación alcanzó al autor en 1944, siendo arrestado junto con su amigo Mandel. Pareciera que su destino estaba sellado: Mandel, de apellido francés y con un alemán fluido, pudo hacerse pasar por un disidente más, mientras que Abraham, con un acento de yiddish y de apellido polaco, falleció en cuestión de meses en el campo de exterminio de Auschwitz.

El legado de Abraham León

Escrito en condiciones de extrema dificultad, el análisis de León tiene varias fuentes de información a pesar del clima represivo que se vivía en una Europa ocupada. Al entrar de lleno en el estudio, el joven León abandonó sus posiciones sionistas frente al marxismo: si para el sionismo el problema de regresar a la patria histórica era una cuestión milenaria, el análisis de León señaló el peso que tenía la economía en el desarrollo del sionismo como corriente política, lo cual convirtió en una pregunta retórica que utiliza para atacar sus posturas idealistas. “¿Por qué durante siglos ningún judío quiso regresar a la patria histórica?” —se preguntaba el joven trotskista.

Al responder esta pregunta, León llegó a la conclusión que, a diferencia de los nacionalismos europeos del siglo XIX, el sionismo es un nacionalismo que reacciona frente a un capitalismo en decadencia y que no presenta ningún papel progresivo en la etapa imperialista del desarrollo capitalista. De acuerdo con su análisis, sin ninguna razón económica, a ningún judío se le pasó por la cabeza querer regresar a Jerusalén.

Si bien Abraham León no vivió lo suficiente para ver el desarrollo del sionismo y el efecto que tendría el Holocausto en la creación del estado de Israel, su análisis no deja de sorprender en cuanto a ciertos elementos que permanecen vigentes y otros que permiten vislumbrar un escenario que hasta cierto punto predijo.

“Históricamente, el éxito del racismo significa que el capitalismo ha logrado canalizar la conciencia anticapitalista de las masas en una forma que es anterior al capitalismo y que ya no existe, salvo en un estado rudimentario; este vestigio es, sin embargo, aún lo suficientemente grande como para darle cierta apariencia de realidad al mito.

Vemos que el racismo se compone de elementos más extraños: refleja la voluntad expansionista del gran capital, expresa el odio de la pequeña burguesía de elementos ‘extraños’ en el mercado interno, así como sus tendencias anticapitalistas. En la actualidad, la sociedad capitalista, en el borde del abismo, intenta salvarse resucitando al ‘judío’ y el odio a los Judíos. Pero es precisamente porque los judíos no juegan el papel que se les atribuye a que la persecución antisemita puede tomar tal amplitud.” (2)

Si bien hoy vivimos en un mundo globalizado con la hegemonía estadounidense cuestionada tras 50 años de dominio y con un Estado judío gendarme, estas palabras no pueden sino dejarnos perplejos por su frescura; el lector solamente tendrá que cambiar la palabra “judío” por “musulmán” para poder tener una pequeña explicación frente a la ola xenofóbica que hoy recorre Europa.

El texto continúa:

“En Palestina, el nacionalismo judío choca con un nacionalismo árabe cada vez más agresivo. El desarrollo de Palestina por la inmigración judía tiende a aumentar la intensidad de este nacionalismo árabe. El desarrollo económico del país se traduce en el crecimiento de la población árabe, su diferenciación social, el crecimiento de un capitalismo nacional. Para superar la resistencia árabe, los judíos necesitan del imperialismo inglés. […] Por lo tanto, a las crecientes dificultades que se derivan de la resistencia árabe, se añade el juego pérfido del imperialismo británico. […] Un éxito relativo para el sionismo, en el sentido de crear una mayoría judía en Palestina e incluso de la formación de un ‘Estado judío’ —es decir, un estado colocado bajo el dominio completo del imperialismo inglés o estadounidense— no puede, naturalmente, descartarse. […] Pero este pequeño Estado judío ‘independiente’ en medio de una diáspora en todo el mundo va a ser solamente un aparente retorno al estado de las cosas antes del año 70. Ni siquiera será el comienzo de la solución de la cuestión judía.” (3)

Y efectivamente así sucedió; para la creación del Estado de Israel fue necesario que el imperialismo –y la burocracia estalinista de la URSS– jugara(n) un importante rol para que este proyecto, que en tiempos de León todavía era hipotético, se concretara. La inmigración y posterior colonización de los territorios palestinos fueron una de las causas de que se desarrollaran nacionalismos árabes que posteriormente dominarían la región subordinados al capital.

Sin embargo, sería injusto que no habláramos de los límites que presenta el análisis de León en otros aspectos. En particular, su clasificación de los judíos como “pueblo-clase” desde el siglo II al siglo XIX solamente se centra en una cara de las actividades que realizaban (el comercio y la usura) y olvida que los judíos también se dedicaban a la navegación y al pastoreo. Enzo Traverso criticaba este aspecto señalando que, a lo mucho, esta clasificación de pueblo-clase correspondería al período entre el régimen feudal y el capitalismo imperialista. Siguiendo la Ley de Desarrollo Desigual y Combinado, se devela que el capitalismo destruye las bases materiales (el “shtetl”, la aldea cerrada) que sostienen al pueblo-clase.

Abraham León sigue teniendo vigencia en este siglo —y en verdad, el hecho de que muriera a la edad de 26 años hace difícil que se mantenga vivo su recuerdo. Sin embargo, creemos que es importante retomarlo. Abraham León no es solamente un mártir. Es nuestro mártir. Es un mártir para los intelectuales, para los judíos, para los disidentes y en especial para los trotskistas asesinados por las hordas del fascismo.

Si bien no vivió para ver su obra publicada, los traductores posteriores se vieron obligados a cumplir la titánica tarea de buscar las fuentes que usó para su análisis. No se trata de una cuestión menor, dado que la traducción al inglés de la Concepción Materialista —la misma que está en el Marxist Internet Archive— se tradujo precisamente en la Ciudad de México en el año de 1950. Por eso, hoy 7 de octubre, aniversario de su muerte, queremos rendirle homenaje desde La Izquierda Diario México y creemos que es importante mantener vivo el recuerdo y rescatar el poco pero importantísimo legado que nos dejó este valiente trotskista para dar respuesta a la cuestión judía en el siglo XXI desde el marxismo revolucionario.

Notas:
(1) Gilly, A. “Ernest Mandel: Recuerdos del olvido”, Nexos, diciembre de 1995. Recuperado de: https://www.nexos.com.mx/?p=7640
(2) León, A. Concepción Materialista de la Cuestión Judía, cap. 7, apartado C: Racismo. Recuperado de Marxist Internet Archive.
(3) Ídem, apartado E: Sionismo.

Fuente:laizquierdadiario.com

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