ANDRÉ MOUSSALI EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO
Aylan Kurdi, el niño de 3 años cuya foto dio la vuelta al mundo. El niño ahogado en las costas de Turquía que le gritaba a su padre “no te mueras papá” se preocupaba, junto con su hermano, no por ellos, sino por su padre que estaba haciendo un esfuerzo sobre humano para salvar a sus dos niños. Su madre ya había desaparecido en las aguas frías del Mediterráneo. Para este viaje, la familia Kurdi había pagado mil dólares, no tenían más que la ropa que llevaban encima. El único sobreviviente de esta familia fue el padre, que fue recogido y convalecía en un hospital. Lo único que quería el papá era llevar los cuerpos de su familia a su ciudad natal, en Siria, para enterrarlos y morir con ellos.
La foto desgarradora de este niño, con sus pequeños zapatos tenis y su cara metida en la arena, recordaba al resto del mundo que la tragedia que vive el pueblo Sirio no había terminado y siguen habiendo más muertos y seguirá habiendo más niños ahogados en el Mediterráneo, sean kurdos como Aylan y su hermano, sean musulmanes, shiis, sunis, todos muertos por la culpa de los adultos; cuyo único propósito es acabar con la vida de los otros. Los niños al nacer no habían escogido vivir en este mundo, ni tampoco elegir el país donde nacieron, ni la religión de sus padres. Los niños, como lo mencioné antes, nacen en un mundo antidemocrático, ellos no escogen a sus padres, a su religión, ni su nivel social; ellos son víctimas de las circunstancias.
Designar a los culpables es absurdo, a quién echarle la culpa también. Los niños nacen y mueren porque están en el lugar y el momento equivocado.
Sin embargo me sigo preguntando ¿Dónde está la “Wahda islamya” o la “umma” la nación musulmana o la unión Islámica? ¿Será que la unión de los pueblos árabes sólo existe cuando hay conflictos con Israel o con el pueblo judío? ¿Qué pasa cuando uno necesita socorrer a sus hermanos? La culpa en realidad es de los dirigentes del propio país de Siria y de sus gobernantes, que utilizan a sus pueblos como carne de cañón, al presidente Assad, cuya permanencia en el poder ha creado el conflicto de ahora y las potencias mundiales, cuya presencia hegemónica provee de armas a estos pueblos para masacrarse unos a otros.
Los refugiados sirios o iraquíes no son culpa de los países europeos que no les dan refugio, son de aquellos países árabes vecinos que han hecho oídos sordos a sus clamores. ¿Qué pasa con los emires y reyes de la península arábica: Kuwait, Arabia saudita, Katar, Emiratos Árabes, cuyos príncipes se pasean en Rolls Royce hechos en plata, cuyos sirvientes los tienen que pulir todos los días? ¿Qué pasa con Dubái, cuyos rascacielos son los más altos del mundo o en Abudabí, cuyas fortunas podrían salvar a millares de estas pobres gentes? ¿Acaso no les remuerde la conciencia ver morir a sus co- regionarios?
Tampoco, como judío, me desentiendo. Si Israel considera que no puede ayudar a esta pobre gente que, es cierto, son de un país enemigo y cuya población ha crecido odiando a Israel, podemos hacernos oídos sordos a sus clamores y decir como el primer ministro Benjamín Netanyahu al afirmar que “Israel es un país pequeño y que no puede ayudar”. Si no quiere recibir a esta pobre gente en su territorio porque dentro de ellos habría infiltrados de fracciones terroristas tal vez Israel, el país que se formó por refugiados que venían de los países europeos y de la ex unión soviética, podría ayudar porque hay miles de formas en que podríamos socorrer, no para quedar bien con el resto del mundo, sino para quedar bien con nuestra conciencia, con nuestra ética judía, para quedar bien con nosotros mismos, porque nuestro pueblo ya conoce todos los sufrimientos de los que hemos sido víctimas durante siglos.
Si a esta pobre gente se le ha cerrado todas las fronteras de los países europeos con alambres de púas, como aquellos húngaros que mandaron a sus ejércitos para rechazarlos, ¿acaso los húngaros no se acuerdan cuando ellos mismos sufrieron el embate de las tropas soviéticas que los masacraban y que fueron recibidos por las naciones vecinas?
Los refugiados judíos durante la Segunda Guerra Mundial no se enfrentaban a alambres de púas, ni a policías, ni gases lacrimógenos, ellos fueron recibidos por ráfagas de ametralladoras y por disparos de tanques que los aplastaban indiscriminadamente, y cuando al millón y medio de niños se les aniquilaba en las cámaras de gas y cuyos cuerpos fueron reducidos a cenizas, y aquellas familias que fueron atadas con alambres, uno al otro, y recibían balazos al primero y al último y eran arrojados al Danubio; o a nuestros bebés que eran lanzados al aire para que sirvieran de tiro al blanco a los soldados nazis en los campos de exterminio.
Tal vez no estamos en una guerra mundial; sin embargo, como dijo el papa Francisco I : “Es la Tercera Guerra Mundial, pero en varios episodios”.
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