El Cuarteto del Diálogo Nacional Tunecino, una asociación civil por el diálogo, se impone a candidaturas favoritas entre las que se encontraban la de Merkel y el Papa Francisco.
RICARDO GONZÁLEZ
El jurado del Premio Nobel ha querido dedicar el premio de este año a la sociedad civil de Túnez, el único país protagonista de las revueltas árabes que ha sido capaz de llevar su transición democrática a buen puerto. Por eso el premio es coral y recae sobre el llamado Cuarteto Tunecino, las cuatro organizaciones de la sociedad civil que patrocinaron una salida dialogada a la aguda crisis política que vivía Túnez en 2013 y que amenazaba con dar al traste con el proceso de transición iniciada tras la primavera árabe en 2011. El Cuarteto lo componen el sindicato UGTT (Unión General de los Trabajadores Tunecinos), UTICA, la patronal del país, la Liga de Tunecina Derechos Humanos y la Orden de Abogados.
El comité del Nobel ha justificado la decisión de otorgar el galardón al Cuarteto por su “contribución decisiva a la construcción de una democracia pluralista”. Su elección ha sido toda una sorpresa, pues los tunecinos no figuraban entre los favoritos. El Cuarteto Tunecino fue formado aproximadamente dos meses después del asesinato del diputado progresista Mohamed Brahmi, presuntamente a manos de una célula yihadista, el 25 de julio del 2013. El país se hundía en una grave crisis política, y no había apenas puentes de diálogo entre el Gobierno, liderado por el partido Ennahda y la oposición laica. La polarización social llegó a tal nivel, que se proyectaba sobre el país la siniestra sombra de un golpe de Estado, tal como había sucedido ese mismo verano en Egipto.
Las artes de mediación del Cuarteto fueron claves para rescatar la transición y recuperar el consenso del que había hecho gala la clase política en los meses siguientes a la caída del dictador Ben Alí, en enero de 2011. Tras varios meses de una compleja negociación, Ennahda aceptó abandonar el poder para dejar paso a un Gobierno tecnocrático encargado de pilotar el país hasta las elecciones legislativas y presidenciales de 2014.
A cambio, los partidos laicos acordaron desbloquear el funcionamiento de la Asamblea Constituyente, que llevaba varios meses estancada. Finalmente, el 24 de enero, los representantes del pueblo tunecino aprobaron con un consenso prácticamente absoluto la nueva Carta Magna, todo un hito en el mundo árabe. El texto fundamental establece la creación de un sistema democrático y laico, bajo un régimen semipresidencialista. La transición culminaría unos meses más tardes, con la victoria en las elecciones legislativas de la oposición laica, liderada por Nidá Tunis, y de su líder, Beyi Caid Essebsi, en las presidenciales. Ennahda aceptó su derrota en las urnas, y se produjo un traspaso de poderes pacífico.
“La sociedad civil simplemente cumplió el papel que le tocaba”, declaró a EL PAIS Houcine Abassi, presidente de la UGTT, en noviembre del año pasado en la sede de la organización. Este veterano y humilde sindicalista lidera la organización que llevó la voz cantante dentro del Cuarteto gracias a su legitimidad histórica. El sindicato desempeñó un importante rol durante la lucha por la independencia, e incluso en los años de hierro de la dictadura de Ben Alí, fue capaz de mantener un cierto grado de independencia. Ya en aquel momento, tenía claro que la transición había triunfado. “No hay vuelta atrás, gane quien gane en las elecciones. No hay vuelta atrás a un sistema dictatorial”, sentenció.
Merkel y el Papa, entre los favoritos
Un total de 273 individuos y organizaciones habían sido nominados al galardón por ganadores de ediciones anteriores y personalidades o instituciones reconocidas por su lucha por la paz. El resto de favoritos eran la canciller alemana Angela Merkel en representación de los mediadores en la reciente crisis de los migrantes; el papa Francisco por su mediación en el deshielo de relaciones entre Cuba y EE UU, la defensa del medioambiente y la oposición a las armas nucleares; el religioso eritreo Mussie Zerai; militantes de la lucha contra las armas nucleares como la asociación ICAN; dos supervivientes de la bomba de Hiroshima y Nagasaki; y el ginecólogo congolés Denis Mukwege, ya vencedor el año pasado del premio Sájarov del Parlamento Europeo por su lucha contra las violaciones.
El año pasado, el premio fue para los activistas Kailash Satyarthi y Malala Yousafzai; un premio a la lucha por la escolarización universal y los derechos de los niños. Satyarthi, de 60 años, trabaja para acabar con el trabajo infantil y liberar a los menores de la esclavitud. Malala, de 17, es una férrea defensora del derecho de todos a la educación, en especial de las niñas. El comité encargado del premio también destacó el que “un hindú y una musulmana, un indio y una paquistaní, compartan la lucha común por la educación y contra el extremismo”.
La lista de los últimos años incluye también a la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (2013); la Unión Europea (2012); Ellen Johnson Sirleaf, Leymah Gbowee y Tawakkol Karman (2011); Liu Xiaobo (2012) y Barack Obama (2009).
Fuente: elpais.com
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