Juntos venceremos
domingo 22 de diciembre de 2024

La guerra de apuñalamientos es producto de la histérica intolerancia

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DAVID HOROVITZ

Nadie sabe si esta oleada de “apuñalamientos suicidas” sin precedentes, aunada a un resurgimiento de enfrentamientos en Cisjordania, cohetes desde Gaza, represalias por parte de Israel, manifestaciones de árabes israelíes, y violencia de extremistas de derecha, son el inicio de otra prolongada ronda de conflicto.

Sin embargo, no hay buenas perspectivas. Esta es una guerra de apuñalamientos que se deriva de la insistente e histérica intolerancia. Evidentemente, el inútil derramamiento de sangre, la repugnante y deprimente futilidad de todo esto no tiene un efecto disuasivo.

Este recrudecimiento es producto de afirmaciones falsas de que Israel permitirá el rezo de judíos en el Monte del Templo, y / o pretende cambiar su política en el sitio religioso más incendiario del mundo. La mentira ha sido ampliamente difundida a través de las redes sociales y mezquitas por enemigos como Hamas, Fatah, extremistas de la rama norte del Movimiento Islámico de Israel, y reforzada por irresponsables políticos árabes israelíes, el Presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas (quien utilizó la plataforma de la Asamblea General de la ONU para acusar a Israel de enviar “extremistas” a la mezquita de Al-Aqsa), así como por líderes derechistas judíos israelíes que han afirmado engañosamente que el gobierno de Netanyahu está formulando nuevas políticas.

Por otro lado, Netanyahu debía haber actuado con mayor rapidez a fin de prohibir las visitas deliberadamente provocativas de diputados al Monte del Templo, así como distanciar a su gobierno y a sí mismo del discurso de la derecha en cuanto a posibles cambios en el “status quo” de medio siglo. Cuando un ministro israelí como Uri Ariel de Habayit Hayehudi insiste en violar la prohibición del rezo judío durante una visita filmada en el Monte del Templo, todo el mundo musulmán está al tanto de lo ocurrido.

En los últimos días, hemos observado cómo jóvenes palestinos son constantemente persuadidos de que su Dios los obliga a matar, y si es necesario morir, para “proteger a Al-Aqsa.” Estas palabras han propiciado terribles asesinatos en esta fase del conflicto. Ahora requerimos urgentemente de otro discurso. Es decir, palabras honestas, inteligentes y sensibles de líderes responsables – a fin de volver a la tranquilidad.

Por lo general, no me siento motivado por las declaraciones del Secretario de Estado, John Kerry, pero este fin de semana estuvo en lo cierto cuando destacó la importancia de mantener el status quo en el al-Haram al-Sharif o Monte del Templo con “palabras y acciones”.

Miedo constante

La situación aún no es irreversible, pero sin duda nos encontramos en una pendiente resbalosa. El frágil mosaico de nuestra vida cotidiana está empezando a agrietarse. Nosotros, los judíos y musulmanes vivimos en constante contacto. Y el contacto banal, en estos días, es una fuente de temor.

Mi viaje al trabajo comienza no muy lejos de dos aldeas palestinas que se consideran dentro de los límites municipales de Jerusalem y donde los ataques con bombas incendiarias y piedras son ahora una cuestión de todos los días. Me refiero a Abu Tor, un barrio mixto actualmente rebosante de tensión, donde un joven palestino fue baleado en el fin de semana luego de lanzar una bomba incendiaria contra soldados de las FDI durante una manifestación. Muy cerca de ahí se ubica la Piscina del Sultán, donde este sábado se llevó a cabo un concierto al aire libre del rapero ex Haredi Matisyahu sin incidentes terroristas, siendo este motivo de celebración. A diez minutos de nuestra oficina se encuentra la ciudad vieja, donde la amenaza de apuñalamientos en los últimos días ha llegado a tales alturas que la policía ha colocado detectores de metales en varias entradas a fin de proveer alivio psicológico; en la práctica, por supuesto, estas medidas carecen de valor, ya que judíos están siendo atacados con cuchillos, destornilladores y tijeras, que se encuentran en abundancia en las tiendas y casas de la ciudad vieja – en el lado supuestamente “seguro” donde hay detectores de metales – y en cualquier otro barrio. Asimismo, los guardias de seguridad en los centros comerciales revisan detenidamente las bolsas y la ropa de todo el que entra y sale – lo cual es admirable en teoría, sólo que los israelíes que esperan en línea para ser revisados son un blanco particularmente vulnerable.

En el Israel de octubre 2015 que teme de apuñalamientos, lo judíos cruzan la calle para evitar toparse con los árabes y los árabes hacen lo mismo para evitar judíos. Aquí hay una ironía: la combinación más segura de peatones más seguro en estos días puede muy bien ser un judío al lado de un árabe.

La última oportunidad de Abbas

En la raíz de esta amarga sacudida y potencialmente grave derramamiento de sangre, está el choque de narrativas – y en ese campo de batalla se requieren urgentemente líderes responsables.

Abbas es la figura más decepcionante en este contexto, y el hombre que podría hacer más para ayudar a calmar la situación.. Aunque no fomenta directamente el terrorismo, el presidente de la Autoridad Palestina se parece cada vez más a su difunto y no lamentado predecesor. Yasser Arafat aseguró a su pueblo que no había templos judíos en Jerusalem y por lo tanto el Estado judío moderno carece de legitimidad histórica. Por su parte, Abbas se burla del vínculo judío en el Monte del Templo y jura que la bandera palestina será izada “en todas las paredes de Jerusalem”. Al tiempo que afirma su oposición a la violencia, fomenta la mentira acerca de las amenazas sobre Al-Aqsa.; durante meses, ha permitido la incitación a ataques con vehículos y otros atentados terroristas con el pretexto de salvaguardar la mezquita; ha enviado diversos mensajes de unidad a los asesinos islamistas de Hamas; ha permitido la profanación de Al-Aqsa por parte de agitadores palestinos que introducen armas en la mezquita y la utilizan como base militar para propiciar enfrentamientos violentos con las fuerzas israelíes.

Sus defensores dicen que lo echaremos de menos cuando abandone su cargo, y que seguramente su sucesor será más extremista. Pero así como están las cosas, Abbas será un legado de fracaso para su pueblo y para el nuestro: aunque Israel debe separarse de los palestinos para preservar su carácter judío, su democracia y su alma, no confía en un Estado palestino que no está genuinamente preparado para existir al lado del Estado judío. En su esfuerzo por conseguir un Estado, Abbas, ha elegido ignorar este hecho incómodo. La búsqueda de su independencia estará condenada al fracaso hasta que los palestinos logren interiorizar el derecho de Israel a existir en esta región.

Irónicamente, Israel se ha sumergido en una guerra de terrorismo a causa de una falsa afirmación de que su gobierno tiene intenciones de permitir el rezo judío en el lugar más sagrado para el judaísmo. Esto plantea la cuestión de por qué Israel no permite la oración judía en este lugar, que fue capturado y liberado con tanta emoción en la guerra de 1967.

¿Por qué? En base al consenso halájico rabínico que prohíbe a judíos poner un pie en el Monte del Templo por temor a profanar el lugar más santo, hace 48 años, el entonces Ministro de Defensa israelí Moshe Dayan, tomó la pragmática decisión de no renovar totalmente la soberanía judía en la Monte del Templo, a fin de no suscitar una confrontación religiosa con el mundo musulmán. Así, Israel optó por prohibir la oración judía y permitir que las autoridades jordanas del Waqf continúen administrando los lugares sagrados musulmanes. Esa tolerancia israelí ha sido mal entendida y tergiversada por muchos palestinos afirmando que el Estado judío no tiene un vínculo genuino con el Monte de Templo. Ahora esa tolerancia israelí ha sido recompensada con violencia.

Así como Israel debe reconocer y respetar el vínculo de los musulmanes con Haram al-Sharif – según lo ha estado haciendo desde 1967 – los palestinos deben reconocer y respetar la conexión judía al Monte del Templo. Arafat fracasó rotundamente en ello. Abbas ahora tiene una última oportunidad.

Aunque no reciba el apoyo de todos, Abbas sigue siendo una figura relativamente confiable y moderada. Tanto palestinos como israelíes tienen interés en controlar el conflicto.

No habrá un Estado palestino a menos o hasta que los israelíes crean que los palestinos realmente buscan coexistencia. La naturaleza de esta fase de violencia, su aparente causa, indica a los israelíes absolutamente lo contrario: sugiere que los palestinos tienen una intolerancia suicida al vínculo del Estado judío con el lugar más sagrado para el judaísmo, y que la decisión histórica de Moshé Dayan en 1967 ha reforzado la intransigencia en lugar de fomentar la comprensión y el compromiso recíproco.

Fuente: The Times of Israel

Traducido por Esti Peled

Reproducción autorizada con la mención siguiente: © EnlaceJudíoMéxico

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