NELLY HUSNI SMEKE PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – La historia de la humanidad enseña que a lo largo de los siglos, los diversos pueblos y civilizaciones fueron progresando y evolucionando, en todos los ámbitos. Las pequeñas poblaciones se desarrollaron y crecieron hasta convertirse en exitosas naciones donde la modernidad, la política, la cultura, la economía, la tecnología, los avances científicos, entre otros, progresaron y marcaron el camino al éxito y al desarrollo sustentable.
Países que han crecido tanto, hasta convertirse en potencias reales de nuestro Orden Mundial.
Una sociedad sana y ordenada lucha por alcanzar el progreso y el desarrollo.
Las naciones se centran en el desarrollo sostenido de su territorio, en el bienestar de su pueblo, la modernidad y la vanguardia de su población.
Las sociedades se han caracterizado por buscar cierto orden en su existencia, estableciendo sus propios métodos. Las naciones que han crecido lo han logrado, gracias a su propia convicción por salir adelante, a su determinación por ser mejores cada día, mediante la utilización de sus propios elementos y recursos.
El moderno Estado de Israel es el vivo ejemplo. Construido desde sus cimientos con valores y objetivos precisos, con amor y lealtad, con una visión y un sueño que parecían imposibles de lograr.
Israel se formó desde la oscuridad para brindar luz a la humanidad. Los pioneros de nuestro Estado judío emergieron desde los abismos del infierno
más oscuro que alguna vez la humanidad tocó.
Con dolor en el alma por tantos siglos de sufrimiento, nuestros padres fundadores construyeron con sus propias manos, a pesar de tener todos los vientos en su contra, un grandioso estado, una nación exitosa y fuerte, un país democrático e incluyente, una potencia militar, económica y tecnológica, altamente moderna y con valores e ideales más humanos que ninguna otra.
¡Israel, la patria de nuestros antepasados, nuestra tierra prometida, siempre brillarás y resplandecerás; pues eres una nación bendecida por D-s!.
Tu luz y tu éxito son el castigo más grande para tus enemigos. Tú progreso y desarrollo es su desdicha, la unión de tu pueblo es su desgracia, pues envidia te tienen.
Enemigos anhelan tu ruina. Es su apego al caos, a la muerte y destrucción lo que los impulsa a odiar y destruir. Su sed de sangre es más fuerte que sus ganas de triunfar por si mismos. Tu luz los deslumbra, pues tú traes paz y serenidad en un mundo lleno de oscuridad y niebla.
Quieren destruirte aunque caven su propia tumba para lograrlo. Centran sus fuerzas y utilizan sus recursos para eliminarte.
¡Pero tú Israel, con tus ciudades de oro, que de tu tierra emana leche y miel, prevalecerás por siempre!.
La tierra de Israel, el único Estado judío en el mundo tiene derecho, como cualquier otra nación, de defenderse y velar por la integridad y seguridad de su territorio y población.
No existe un dios que quiera sangre, no hay muertes y guerras en nombre de dios. La divinidad es compasiva, es bondadosa. D-s es paz y misericordia, no va en contra del valor principal, del derecho más natural e intrínseco de la humanidad: la vida.
¡Israel tierra sagrada, suelo santo que ha sido profanado tantas veces!
¿Cuanta sangre se ha derramado ya?
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