ESTHER SHABOT
Más de 80% de los atentados terroristas, perpetrados contra israelíes, han sido cometidos por árabes residentes de Jerusalén.
La actual oleada de violencia desatada entre israelíes y palestinos ha producido ya más de cuarenta muertos, cientos de heridos y la percepción de que la creciente tensión puede escalar y llegar a convertirse en un enfrentamiento pesadillesco equiparable a las dos intifadas vividas en el pasado. En esta atmósfera cargada de miedos, fanatismos, odios, prejuicios y agendas partidarias divergentes, los rumores acerca de conspiraciones, lo mismo que las arengas encendidas que califican al rival como la fuente única de todos los problemas, se han vuelto el pan de cada día en cuanto a lo que tanto el público israelí como el palestino manejan como información y como percepción de las cosas.
Una mirada más fría que analice cómo se han desenvuelto los acontecimientos, registrará sin duda que más allá de las causas de fondo inherentes a este añejo conflicto, hoy juegan un papel profundamente negativo las propagandas políticas maniqueas manejadas por ambos bandos. A continuación, tan sólo dos de las situaciones tendenciosas y desproporcionadamente infladas y manipuladas que han contribuido al escalamiento de la crisis: la primera, la acusación de que el torpe y arrogante ascenso de ciertos políticos judíos al Patio de las Mezquitas o Monte del Templo, ascenso tolerado imprudentemente por el gobierno israelí, constituía un intento de alterar el statu quo en el sentido de pretender arrebatarle el control a la administración islámica que, oficialmente, rige en el lugar desde siempre. Tal rumor se convirtió en la bandera izada por el público árabe y palestino y por varios de sus líderes para desatar la violencia, haciendo caso omiso de los signos de que en realidad no eran ésas las intenciones.
Por el otro lado, está también la reacción del gobierno de Netanyahu y su aparato de comunicación, centrando sus acusaciones de incitación a la violencia en diversas organizaciones árabes, entre ellas, la Autoridad Nacional Palestina encabezada por Mahmoud Abbas. La inculpación de Abbas, reiteradamente repetida por la retórica oficial, ha tenido el efecto de agravar la situación innecesariamente, ya que en la realidad —y como lo ha afirmado la propia Shin Bet, que es la entidad encargada de la seguridad interna de Israel— la cooperación entre la ANP y los servicios de seguridad israelíes en Cisjordania sigue en pie y constituye el factor fundamental que explica en buena medida que la violencia en esa zona esté relativamente controlada. Al respecto, las cifras son elocuentes: más del 80% de los atentados terroristas, perpetrados mediante acuchillamiento u otros medios contra israelíes, han sido cometidos por árabes residentes de Jerusalén, quienes no son gobernados ni dependen de la ANP y, en todo caso, viven bajo control directo de Israel en calidad de residentes permanentes y con una problemática particular.
De ahí que un abordaje más serio y que pretenda neutralizar el actual conflicto debe necesariamente huir de la tentación de seguir inflamando los ánimos mediante propaganda peligrosa, que confunde y siembra el caos al enfocarse en acusaciones no sostenibles que sólo consiguen arrastrar al público a una guerra total donde sólo exista el “ellos contra nosotros”. Continuar explotando el rumor de que el Patio de las Mezquitas está en peligro por las ambiciones judías, o seguir insistiendo en que Abbas y la ANP forman parte activa y central en la campaña que intenta sumir a la zona en una nueva intifada, no sólo no se apega a la verdad, sino que, además, corre el riesgo de ser la gasolina que extienda el fuego hasta límites cada vez más peligrosos. A fin de cuentas y ante lo que hoy sucede, una sola cosa queda clara: que la división de la tierra a fin de concretar el proyecto de “dos Estados para dos pueblos”, con todo y la dificultad que entraña su concreción, es la única salida. Por tanto, es imprescindible que todas aquellas iniciativas y acciones políticas que internacionalmente y en el seno de ambos pueblos apuntan a ello, cobren impulso renovado, a contracorriente de los extremistas que apuestan a lo contrario.
Fuente: Excelsior
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