EVELYN GORDON
Es difícil encontrar algún atisbo de esperanza en una situación donde los palestinos están perpetrando múltiples ataques con puñal contra los judíos todos los días y la mayoría de la “comunidad internacional” está poniéndose del lado de los perpetradores.
Pero esta situación desconcertante puede haber producido finalmente algo que Israel necesita desesperadamente: Un líder político árabe israelí que represente a la mayoría cuerda de su comunidad. El 65% que está orgulloso de ser israelí, el 55% que se identifica con la bandera israelí, los que quieren vivir en paz genuinamente con sus vecinos judíos.
Durante décadas, el liderazgo árabe-israelí a nivel nacional ha sido un desastre. Los miembros de la Kneset actual eligieron una boleta conjunta llamada la Lista Árabe Conjunta, que abarca la gama desde Ayman Odeh el “moderado” a la “radical” Hanin Zoabi, para tomar prestados los nombres erróneos favoritos de los medios de comunicación. El primero simplemente se niega a condenar el terror palestino, diciendo, “No puedo decir a la nación cómo luchar… no pongo líneas rojas sobre la nación árabe palestina.” La última puede enfrentar investigación penal por incitarla en forma activa, habiendo dicho supuestamente a una publicación de Hamás que el terror actual necesita más “apoyo nacional,” porque “si continúan los ataques individuales sin apoyo nacional, se extinguirán dentro de los próximos días, y por lo tanto son necesarios cientos de miles para comenzar una verdadera Intifada.” En el medio están los miembros de la Kneset que escupen una amplia variedad de libelos anti-Israel; mi favorito personal fue el artículo de opinión de Ahmed Tibi en The Hill afirmando que los árabes israelíes son sometidos a tratamiento de Jim Crow – firmó, sin un rastro de ironía, a través de su entonces título de presidente adjunto de la Kneset.
Claramente, esto es terrible para las relaciones árabe-judías, y la comunidad árabe sufre doblemente: No sólo sus miembros de la Kneset pasan la mayoría de su tiempo y esfuerzo promoviendo tales libelos en vez de tratar de resolver los problemas reales de su comunidad, el antagonismo que ellos generan entre la mayoría judía obstaculiza activamente las soluciones. En primer lugar, es difícil presionar al gobierno por, digamos, mejor servicio de autobuses mientras se lo acusa simultáneamente de apartheid y genocidio. Aún peor, tal discurso alienta a muchos judíos a ver a todos los árabes israelíes como enemigos a ser evitados: Después de todo, los árabes israelíes han votado abrumadoramente por reelegir a estos mismos parlamentarios durante décadas, dando a esta conclusión una lógica obvia.
Pero en los últimos años, esta lógica ha sido cada vez más contradicha por otros datos de encuesta, como las cifras que cité en el primer párrafo. Particularmente clara fue una encuesta publicada en febrero con respecto a actitudes árabes hacia sus propios parlamentarios. Mostró que el 70% quería que sus parlamentarios se enfoquen en los problemas socioeconómicos de su propia comunidad en vez de en la causa palestina. Además, el 61% quería que sus parlamentarios se unan al gobierno, donde tendrían más influencia sobre tales cuestiones, y casi la mitad de esa cifra favorecía unirse sin importar quien se volvería primer ministro (la Lista Árabe Conjunta, por el contrario, prometió antes de la elección no unirse a ningún gobierno). No sorprendentemente, por lo tanto, casi la mitad de los encuestados no estaban contentos con sus propios miembros de la Kneset.
¿Entonces por qué siguen reeligiéndolos? Es política identitaria de las minorías clásica. Mientras que los bien integrados drusos votan por, y se desempeñan como miembros de la Kneset de, partidos a lo largo del espectro político, la integración árabe israelí todavía es naciente. En consecuencia, por mucho que odien a sus propios parlamentarios, la mayoría de los árabes no se sienten cómodos votando por un partido no árabe; ellos son escépticos que los judíos podrían entender o les importe realmente los problemas especiales de su comunidad.
Lo que se necesita desesperadamente, por lo tanto, es liderazgo árabe de cosecha propia que no sólo quiera representar a la mayoría árabe cuerda y promover su integración, sino también que tenga las agallas y la fuerza política para encargarse de los partidos árabes existentes. Y a pesar de un cuadro creciente de líderes locales que de hecho favorecen la coexistencia por sobre la confrontación, ninguno había estado dispuesto a desafiar públicamente al liderazgo nacional – hasta que el alcalde de Nazaret, Ali Salem, surgió sobre el escenario esta semana.
En marzo último, Salem expulsó al alcalde de Nazaret en una victoria electoral, ganando el 61,5% de los votos en una elección con una asistencia record de 83.8%. El ex alcalde, un cristiano, pertenecía al partido arriba mencionado de Ayman Odeh y se apegaba a su línea anti-Israel. Salem, un musulmán, también comenzó su carrera política en ese partido, pero luego renunció en disgusto y se presentó para alcalde como independiente. El hecho que estuviera tanto dispuesto como que fuera capaz de desafiar al establishment político árabe probó ser un presagio de las cosas por venir.
Esta semana, cuando Odeh visitó Nazaret, Salem enfrentó en forma directa su comportamiento inflamatorio – y grito en la televisión en vivo. “¡Sal de aquí! Regresa a Haifa, y deja de destruir nuestra ciudad.” “¡Los judíos ya no vienen más debido a ti! … ¡Estás incendiando el mundo. … Cállate y sal!”
Cuando Odeh, avergonzado, exigió que el equipo de televisión dejara de filmar, Salem exigió rápidamente lo opuesto; él quería que sus comentarios fueran escuchados ampliamente. Y para que no quede ninguna duda, dio muchas entrevistas de seguimiento reiterando sus opiniones.
“Culpo a los líderes,” dijo a Radio Ejército. “Ellos están destruyendo nuestro futuro, están destruyendo la coexistencia. Tenemos que encontrar una forma de vivir juntos. No podemos luchar así. Estamos dañándonos.”
En una conversación con periodistas, explicó, “Me enfurece que los políticos árabes vengan aquí, inciten a la violencia, y nos dejen para que limpiemos su desastre… Invertimos mucho en la coexistencia y el turismo. Queremos desarrollar nuestra ciudad. Quiero paz y calma. … Solíamos tener miles de judíos y turistas visitando Nazaret durante los fines de semana. Ellos ya no nos visitan más. Esto daña seriamente nuestra imagen y nuestro medio de vida, y no lo permitiremos.”
Otros importantes árabes israelíes están también hablando. La presentadora de televisión Lucy Aharish, por ejemplo, dio una entrevista al canal 2 de televisión en la cual demolió la idea de que el terror tenía alguna justificación concebible y acusó a los líderes políticos y religiosos árabes israelíes de avivar las llamas: “Ustedes están incitando a miles de personas jóvenes a que salgan a las calles. ¡Ustedes están destruyendo su futuro con sus propias manos!” Ella y otros árabes israelíes también han firmado una petición denunciando el terror y promoviendo la coexistencia.
Pero un giro total verdadero en las relaciones entre judíos y árabes requerirá de un liderazgo árabe-israelí diferente. Y Salem ofrece la esperanza de la que finalmente podría estar surgiendo tal liderazgo.
Fuente: Commentary
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México
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