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jueves 21 de noviembre de 2024

Génesis y sus dos relatos de la Creación (parte V)

IRVING GATELL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – En una sociedad donde el ideal del varón es el fuerte semidivino, y el de la mujer es la hermosa-objeto, no puede existir una correcta comunicación entre uno y otro. Dicha sociedad está destinada al fracaso.

Génesis VEn las cuatro notas anteriores ya vimos los dos relatos de la Creación, uno enfocado a la creación del hombre como sociedad, y el otro al hombre como individuo. Ya vimos, además, el primer relato de la caída, que continúa con la perspectiva individual del ser humano.

Vamos ahora con lo siguiente: la caída o fracaso del ser humano, regresando a la esfera colectiva. Es decir, la caída de la sociedad.

Se trata de un realto imponente centrado en un nuevo personaje: Noaj o Noé.

¿Cuál es el problema planteado por este relato? El fracaso de una sociedad definida por el redactor final del Génesis en estos términos: “Y vio el Señor que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Génesis 6:5).

¿Por qué se llega a esta situación? Aparentemente, el texto no lo dice. Simplemente señala un descomunal nivel de corrupción en el ser humano.

Pero eso no es correcto. El texto sí nos da una razón que explica la decadencia del ser humano.

En los cuatro versículos anteriores, aparece uno de los relatos más desconcertantes del Génesis: “… cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les nacieron hijas, que viendo los hijos de D-os que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas… había gigantes en la tierra en aquellos días, y también después de que se llegaron los hijos de D-os a las hijas de los hombres y les engendraron hijos. Estos fueron los valientes que desde la antigüedad fueron hombres de renombre”.

¿De qué se trata todo esto? Han existido montones de controversias para explicar quienes fueron “los hijos de D-os” que se enamoraron, casaron y procrearon con las “hijas de los hombres”. ¿Ángeles? ¿Demonios?

En realidad, eso es lo de menos para entender el texto. Lo que tenemos que tener presente es otra cosa, y es el contexto histórico en el que este relato, sin duda ancestral, fue seleccionado para quedar en este punto del Génesis.

Recordemos: la redacción final del Génesis se hizo después del exilio en Babilonia, y fue parte del esfuerzo de Ezra y su generación de escribas para restaurar no sólo las Escrituras Sagradas del Judaísmo, sino también el sentido de identidad del pueblo de Israel.

Y según el capítulo 10 del libro de Ezra, uno de los principales problemas que tuvieron fue que muchos judíos habían tomado como esposas “mujeres extranjeras”.

¿Por qué era esto un problema? Porque era la resaca de la estrategia que, originalmente, habían establecido los babilonios para destruir la identidad israelita: mezclarlos.

Esta fue una estrategia muy usada por asirios y babilonios para destruir desde adentro a las naciones conquistadas y evitar que, eventualmente, surgieran brotes de nacionalismo. De hecho, para eso es exiliaban a las poblaciones: para que en otros lugares se mezclaran con otros pueblos, y de esa mezcla surgieran grupos mestizos sin una identidad definida, más aptos para ajustarse a la vida como vasallos del imperio.

Por eso, justo en el momento en el que Ezra, Nehemiah y Zerubabel estaban intentando sacara al pueblo judío del exilio, los matrimonios mixtos fueron vistos como una gran amenaza. Eran, en su contexto histórico, el triunfo del exilio impuesto por Babilonia. Por lo tanto, había que evitarlo a toda costa.

Esa es la razón por la que, desde un principio, el Génesis (libro elaborado a partir de relatos ancestrales, pero organizado como lo conocemos para reeducar a los judíos de este momento posterior al exilio) identifica que el problema que arrastra a una sociedad hacia su colapso tiene que ver con la mujer.

Todo comienza con la complicada situación de que las mujeres hermosas pueden ofuscar no sólo a los hombres, sino también los seres sobrehumanos.

Ese es el principio de la deshumanización.

Y es que el extraño relato va hacia allá: lo que comienza con “hijos de D-os” seducidos por la belleza de las mujeres, continúa con “gigantes en la tierra” y una generación que “sólo piensa en el mal”, y termina con D-os declarando que esa sociedad es inviable y tiene que ser destruida.

Con ello se matan dos pájaros de un tiro, porque el relato se mete con otro tema que debió resultar particularmente importante a la generación nacida y crecida en Babilonia que, repentinamente, tenía que escuchar de Ezra, Nehemiah y Zerubabel acerca de la importancia de abandonar Babilonia y regresar a reconstruir Judea, un país devastado y en la miseria.

La idea de seres celestiales mezclándose con mujeres, gigantes y “hombres de renombre famosos desde la antigüedad” es, a todas luces, un ataque directo contra las mitologías circundantes (en realidad, contra cualquier mitología, porque todas tienen en común los elementos aquí criticados). ¿En qué sentido? En el sentido de que una sociedad que alaba y engrandece a los seres que son mitad divinos y mitad humanos (idea presente en todas las mitologías) es una sociedad lista para el colapso.

Y volvemos al punto: se trata de un problema de deshumanización.

Y se dan dos razones para entender la deshumanización: no saber qué lugar darle a la mujer, y no saber qué lugar darle… al varón.

¿Cuál es el lugar correcto del varón y la mujer? Volvamos al relato de la Creación del ser humano como sociedad. Génesis 1:27 lo dice muy claramente: a Imagen y Semejanza de D-os creó D-os al ser humano. Varón y Hembra.

El lugar correcto del ser humano, tanto varón como hembra, es la igualdad. Sólo cuando ambos se complementan, se reproduce la Imagen y Semejanza de D-os.

Allí está el error en Génesis 6: creer que el universo está organizado de tal manera que hay seres que son superiores a otros, que las mujeres pueden ser reducidas al mero papel de objetos, y construir una visión del universo en donde los “seres de renombre” son vistos como gigantes o como divinos, por encima del resto de la humanidad.

Una sociedad que ha llegado a estos excesos es una sociedad decadente que ya no puede sustentarse por mucho tiempo.

Y es que es obvio: el vínculo varón-hembra es la base de la sociedad (según lo dice Génesis 1:27). Por lo tanto, la perversión de los valores sobre lo que es el varón y lo que es la mujer, inevitablemente afectan el cómo se relaciona el uno con el otro. Destruida la armonía de esta relación, es cuestión de tiempo para que todo el tejido social colapse.

La destrucción de esa sociedad disfuncional está narrada en el relato del Diluvio, que concluye con un nuevo inicio de la sociedad humana. ¿Cómo? Otra vez con el concepto de pareja (varón-hembra) como la base de todo: del Arca salen cuatro parejas. En el nuevo inicio, hombre y mujer otra vez están en un plano de absoluta igualdad. Si son capaces de preservar ese equilibrio, la humanidad tendrá un futuro prometedor. Si no, sólo estarán repitiendo el mismo esquema que siempre concluye con el colapso social.

De este modo concluye el brillante análisis de la naturaleza humana que encontramos en dos relatos diferentes sobre la Creación.

Parecen contradictorios, pero la realidad es que nos ponen frente a ideas sublimes que ofrecen mucha, demasiada luz sobre lo que debería entender todo individuo y toda sociedad.

Se trata, al final de cuentas, de una búsqueda del equilibrio en la que destacan las siguientes ideas:

1. La base del conocimiento humano es la ciencia, no la religión.
2. Lo que le ofrece un sentido existencial al ser humano es la religión, no la ciencia.
3. La ciencia es un patrimonio de toda la humanidad.
4. La religión es una práctica que sólo tiene sentido en el ámbito colectivo.
5. No se debe confundir religión con espiritualidad; sus naturalezas son distintas.
6. La espiritualidad pertenece a la esfera individual del ser humano.
7. El principal reto del individuo está en el lenguaje; entender y darse a entender.
8. La espiritualidad te pone en contacto con D-os, pero no es garantía de que “tú seas quien ya entendió a D-os”.
9. La comunicación entre el varón y la mujer a nivel individual te llevará, inevitablemente, al reto de comprender la relación entre el bien y el mal.
10. Eso sólo se puede hacer fuera o después de la condición de inocencia ignorante representada por “el paraíso”.
11. La pérdida del equilibrio necesario para el funcionamiento de la sociedad comienza cuando se tergiversa el papel de la mujer y se le reduce a mero objeto.
12. El proceso continúa cuando se tergiversa el papel del varón y a lo que se aspira es a “la fama de los semidioses”.
13. En una sociedad donde el ideal del varón es el fuerte semidivino, y el de la mujer es la hermosa-objeto, no puede existir una correcta comunicación entre uno y otro.
14. Dicha sociedad está destinada al fracaso.

Con ese sorprendente análisis concluye la primera parte del Génesis y comienza la saga de Abraham, que no es otra cosa sino la búsqueda del equilibrio perdido. Por eso, dicha búsqueda iniciará con tres Patriarcas –Abraham, Itzjak y Yaacov–, porque el tres es el número del equilibrio, lo cual queda representado por el signo vocálico llamado SEGOL, que consiste en TRES PUNTOS.

Eso, a su vez, está relacionado con que Israel es llamado AM SEGULÁ, que normalmente se traduce como “pueblo elegido”, pero que puede entenderse también como “pueblo del equilibrio”.

Difícil búsqueda, pero no tenemos alternativa.

Concluyo contestando una pregunta que no se planteó en estas notas, pero que me han hecho muchas veces:

¿Por qué la Biblia, si es la Palabra de D-os, es tan violenta?

No. La Biblia no es violenta. NOSOTROS SOMOS VIOLENTOS. La Biblia sólo nos retrata tal cual somos.

Pero nos reta a buscar ese equilibrio que nos lleve a ser mejores.

Y aceptarlo o rechazarlo es única y exclusivamente nuestra decisión.

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