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lunes 25 de noviembre de 2024

Crónicas Intrascendentes. Parte CLXXXII

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LEÓN OPALÍN PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO

Teresa Salgueiro

La semana pasada cumplí 75 años. Ese día mi esposa preparó unas carnes al carbón y junto con mi hijo menor, David; celebramos a medio día, tranquilamente, mi onomástico. En la noche mi hija mayor, Regina, nos invitó a mi esposa y a mí al Lunario, anexo al Auditorio Nacional, a escuchar a la cantante portuguesa Teresa Salgueiro, interprete de fados; canción portuguesa de carácter melancólico, género musical que se canta principalmente en los cafés y en las calles de Lisboa (capital de Portugal), Coímbra y otras ciudades, con acompañamiento de guitarra; en esta música se expresan los malos momentos de la vida a través del canto; generalmente es interpretado por una sola persona, acompañado por la viola (guitarra española) y la guitarra portuguesa. Los temas más cantados son la melancolía, la nostalgia o pequeñas historias cotidianas de los barrios humildes, “especialmente el fatalismo y la frustración”.

Esta música nostálgica y profunda, nació hace siete siglos, cuando los árabes vivían en la Colina del Castillo de San Jorge en Lisboa. Para algunas personas el fado tiene similitud con la música popular del Norte de África en sus prolongados quejidos y en el tratamiento de lo cotidiano; otros piensan que el fado es más reciente y se cantó por primera vez en alguna taberna en el siglo XIX. Documentalmente la existencia del fado se comprueba a partir de 1838; sin embargo, el misterio de sus orígenes aún no se ha develado. Yo le encuentro similitud con el canto Hondo Andaluz (flamenco) y los cantos litúrgicos de los judíos. Amalia Rodríguez (1920-1999) considerada la máxima interprete de este género y Embajadora artística de Portugal dijo “que el fado es una cosa muy misteriosa, hay que sentirlo y hay que nacer con el lado angustioso de las gentes, sentirse como alguien que no tiene ni ambiciones, ni deseos, una persona….como si no existiera. Esa persona soy yo y por eso he nacido para cantar el fado”.

Sin duda alguna el origen del fado es popular y tiene algunos paralelismos con otros estilos como el tango, rebetiko (estilo de música tradicional griego) y el flamenco. Los amantes de este canto lo han preservado y hoy es muy popular, especialmente entre las nuevas generaciones de cantantes portugueses.

Las casas de fado son restaurantes antiguos de Lisboa (Barrio Alto, Alfama, Lapa o Alcántara) que suelen abrir solo por las noches. Después de cenar y tomar un buen vino, se baja la intensidad de la luz, se hace el silencio y la gente se deja llevar por el ambiente íntimo y las voces dulces de los fadistas. La guitarra portuguesa siempre acompaña al fado; este instrumento tiene doce cuerdas y su origen se remonta a la Edad Media y a un instrumento llamado cítula; que fue introducido a Portugal en la segunda mitad del siglo XVIII, a través de la colonia inglesa de Oporto.

Tuve la oportunidad de visitar Portugal al final de los ochentas, me parece que en 1988; fui a una casa de fado y disfrute plenamente de las canciones que allí se interpretaron. Recuerdo que traje a México dos discos de Amalia Rodríguez que la encantaron a mi esposa. Alrededor de 1990 volví a escuchar fados con el grupo musical Madredeus que se presentó en el Claustro de Sor Juana, en la Calle de San Jerónimo, en el Centro de la Ciudad de México. El nombre del grupo viene dado del lugar de ensayo, el Teatro Ibérico al lado del Convento de Madre de Deus, en la parte oriental de la ciudad de Lisboa. El grupo se fundó en 1985 interpretando música de raíces portuguesa, sin recurrir a los fados. Más tarde, en una taberna del Barrio Alto de Lisboa, encontraron una joven de dieciséis años, llamada Teresa. Fue el principio de todo, la voz de Teresa sorprendió por su emotividad y expresión, dando fuerza a las canciones bellas y sencillas.

Teresa vino por primera vez a México con Madredeus hace dos décadas cuando escuché su nítida voz. En el 2008 salió de ese grupo. En octubre pasado tras su actuación en el Festival Cervantino en Guanajuato y el Festival de la Cultura Maya en Mérida, se presentó en el Lunario, una sala de espectáculos cuyo cupo es de 300 personas, en el que se acomodan en apretujadas mesitas para cuatro personas; la visibilidad y la acústica son inadecuadas, hace mucho calor. Durante la función van y vienen meseros y meseras que sirven tragos y alimentos ligeros, que distraen de la atención de los espectadores. El Lunario es un espacio “robado” al Auditorio que en mi opinión no es propio para que allí se realicen obras musicales o de otra índole.

La voz de Teresa Salgueiro es magnífica, empero, su repertorio que la crítica de México calificó “de un elogio a la canción latinoamericana”, a mí me desilusionó porque yo espera interpretaciones de fados. Por lo demás, los instrumentos utilizados en el concierto eran electrónicos, que a mi manera de ver, desvirtuaron la originalidad de la música portuguesa y las canciones mexicanas y las latino americanas. Creo que la mayoría de los asistentes al Lunario, no compartieron mi punto de vista en relación al espectáculo ya que ovacionaron largamente a Teresa y a su grupo. En gustos se rompen géneros.

Cumpleaños 75.

Revisando Crónicas previas sobre la celebración de mi cumpleaños, me encontré que en varios años no ha habido cambios en mi percepción de las mismas. Las celebraciones familiares para este propósito no se han modificado. De alguna manera son reuniones protocolarias, en el fondo no existe una integración. Mis hijos, sin consultarme, deciden donde y cuando llevar a cabo la comida o picnic. Este año les comuniqué amablemente mi deseo de no juntarnos para festejar mi cumpleaños, al final de cuentas mi esposa preparó carnes al carbón que compartimos con mi hijo menor; unos días después, este último me invitó a comer a uno de mis restaurantes favoritos; la pasamos muy bien, recibí toda su atención y platicamos sobre sus planes de vida. También recibí felicitaciones de mis hijos, nietos y amigos queridos, para mí fue suficiente. Solo mi hija menor no me llamó, ella inmersa en su filosofía ortodoxa del judaísmo, considera que mi esposa y yo no respetamos las reglas de su hogar en cuanto a las visitas al mismo; y por lo pronto no tenemos acceso a su casa y a mi nieta el próximo mes cumple un año. El que no la podamos ver a nuestra nieta y a nuestra hija, duele verdaderamente. Llevamos un mes comunicándonos con ella a través de correos electrónicos para superar esta situación; empero, se ha mostrado inflexible. Creo que es cuestión de tiempo para que mejoren las cosas.

Me siendo contento de que pude cumplir 75 años; como relaté en una Crónica anterior, hace mes y medio experimenté una crisis de hipertensión; doy gracias a Dios que la pude salvar. Dos buenos amigos, cada quien por su parte, me invitaron a comer y a reconfortarme, lo que me ha ayudado a fortalecer mi espíritu. Con otros dos desayunaré esta semana, me ha estimulado que los amigos me hayan llamado para conocer mi estado de salud. Como dice un viejo refrán, creo que es mexicano: “En la cárcel y en el hospital conoces a los verdaderos amigos.”

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