C.JORDÁ
La irrupción del Estado Islámico ha vuelto a poner en primera plana un terrorismo que lleva décadas siendo uno de los grandes retos de Occidente.
Y precisamente para saber más de este fenómeno y de su evolución en los últimos años hablamos con Gabriel Ben-Tasgal, un experto en la cuestión que da conferencias en medio mundo y ejerce como consejero al más alto nivel en varios países, entre ellos España.
Nos reunimos en una cafetería de Madrid en la que hablamos durante más de una hora con este bonaerense que lleva media vida en Israel pero que visita habitualmente España y conoce bien nuestro país y por eso la primera pregunta es sobre el grado de preparación para luchar contra el terrorismo islámico de los españoles.
Ben-Tasgal establece “tres niveles” muy diferentes. En los dos primeros –el Gobierno y las fuerzas de seguridad- su impresión es positiva: “Este gobierno me da la sensación que entiende el problema”, pero en cuanto a los medios de comunicación y la opinión pública la cosa es bien distinta: “Los medios de comunicación no han captado el problema del terrorismo islámico y lo traducen a categorías occidentales –un error sobre el que nuestro interlocutor nos alerta en varias ocasiones durante la entrevista-, y tampoco creo que la población en general entienda el fenómeno y las causas, aunque sí hay un miedo latente”.
El caso es que, aunque quizá no todos los españoles quieran saberlo, “España cumple una función importante para el islam radical: es Dar al-Islam, la casa del islam, territorio santo islámico al que no se puede renunciar”.
Sin embargo, se da una aparente paradoja: “No suele ser un objetivo inmediato para el terrorismo islámico”, si bien el motivo no debería hacernos sentir orgullosos: “Se sienten cómodos con la posibilidad de penetrar no a través de acciones terroristas, sino de la dawa“, el proselitismo islámico cuyo método nos explica Ben-Tasgal: “Se planta una mezquita en Madrid o en Barcelona” que “se aprovecha” de las libertades de nuestra sociedad “y empiezan a hacer trabajo social, aprovechándose de la debilidad del estado en ciertos ámbitos para, de alguna forma, ocupar su papel”.
Hasta ahí no hay mayores problemas, lo que ocurre es que “en estas mezquitas, si el que paga es un radical, como suele ser, se enseña en clases el Corán más radicalizado y de ahí salen los futuros combatientes en Siria y demás”.
Cataluña, centro de planificación
Nuestro interlocutor nos advierte de que en España ese Islam radical se agrupa sobre todo en dos zonas: “Tenemos una zona que es activa en el radicalismo islámico –Ceuta y Melilla- y además el que es probablementeel centro de planificación yihadista de toda Europa: Cataluña“.
Puede que esta mención a Cataluña sorprenda a algunos, pero Ben-Tasgal lo explica con contundencia y claridad: “Hay que fijarse en el número de musulmanes y en la cantidad de mezquitas radicales” que se pueden encontrar en la región, pero no sólo: “También en lo abiertamente que se defiende el discurso más radical, por ejemplo el imán de Reus explicando cómo hay que maltratar a la mujer”.
La suma de “todos esos factores” y “la receptividad de ciertos sectores en Cataluña” a aceptar cualquier cosa que venga del ámbito musulmán, hace a la región una factoría de “ideas, textos, propaganda y formación”. Para nuestro interlocutor es claro y ni siquiera hay que ser un gran especialista para observarlo: “Sin duda si caminas por el centro de Barcelona no es lo mismo que caminar por el centro de Madrid, yo noto una diferencia”.
Además, en muchos pueblos de Cataluña se observa una dinámica de penetración de manual: “La musulmana es una religión pública, lo primero que hacen los grupos radicales islámicos es copar la plaza pública, el paso inicial es observar la ciudad o el pueblo, el segundo comprar los negocios alrededor de la plaza pública, ponerles carteles en árabe que sólo entienden ellos y de repente vemos que durante los fines de semana todo el tiempo esa plaza está ocupada por personas vestidos de una forma determinada”, nos explica Ben-Tasgal.
El tercer paso de esa escalada es “crear un sistema autónomo, a través de la dawa, una sociedad dentro de la sociedad“; en el cuarto paso podemos empezar a ver la primera violencia: “Si es un grupo dominado por los radicales empiezan a perseguir a los propios musulmanes que no cumplen con el islam como creen que debe ser”. El quinto paso, el más difícil, es “atacar a los no musulmanes”. Algo que por ahora “sí ha ocurrido en otros lugares en Europa, pero prácticamente en ninguno de España”.
Esta capacidad de penetración es lo que hace que, hoy por hoy, España no sea un objetivo prioritario para las acciones terroristas como sí lo son Francia, Reino Unido o Alemania; también porque a España se la considera ya casi derrotada, gracias a todo lo que ocurrió después de los atentados del 11M. Ben-Tasgal nos cuenta una anécdota que es una terrible prueba de esto: “Entrevisté hace años al líder del brazo político de Hamás, él pensó que era español y lo primero que me dijo fue ‘gracias por lo que hacen por nosotros'”.
Las raíces del terrorismo islámico
Las opiniones públicas occidentales suelen relacionar el terrorismo con la existencia de Israel o con problemas económicos, pero a juicio de nuestro interlocutor están equivocados: “No surge de Israel sino de una respuesta a la ocupación ideológica que Occidente lleva a cabo en los países árabes después de la I Guerra Mundial”.
Nos explica este memorial de ofensas que según los ideólogos radicales Occidente infringió al Islam: “La primera son las Cruzadas, por eso a los cristianos se les llama cruzados; la segunda es en la I Guerra Mundial: todo el Medio Oriente cae y cae también el último imperio musulmán. Fue después de esto cuando en países como Egipto alguna gente empieza a preguntarse por qué visten así, por qué beben alcohol, por qué quieren parecer occidentales… hasta que Hasan al-Bana funda los “Hermanos Musulmanes” cuyo programa ideológico “era volver a un Islam puro sobre todo a través de la dawa, aunque sin renunciar en ningún momento a la violencia, de hecho asesinaron a un primer ministro egipcio”.
“Finalmente –sigue Ben-Tasgal- la tercera gran ofensa sí es la creación del Estado de Israel”. Pero a pesar de estos hitos históricos, “la gran ofensa es lo que somos, es lo que llaman yahiliya, todo lo que es occidente: el cine, el teatro, la democracia…”.
Chiítas versus sunitas
Las diferencias entre el Islam chiíta y el sunita son otro de los aspectos que crean confusión en Occidente. Lo primero que hay que tener claro es que “ser sunita o chiíta no significa que seas más o menos radical”.
Pero sí hay importantísimos matices que hay que tener claros: “El chiísmo tiene un consejo de 12 sabios y el gran sabio es Alí Jamenei, es como un gran papado y lo que dicen ellos es lo que hay”. En cambio, “en el sunismo no hay un solo papado, hay líderes con mucho prestigio cuyos pronunciamientos son considerados palabra santa por casi todos”. No todos estos líderes, ni mucho menos, son radicales, de hecho algunos pueden ser muy moderados, pero el problema es que “como hay un montón de líderes hay que medir quién dice qué y cuánta gente lo sigue” y hacer esto a través de todo el Islam sunita es ciertamente complicado.
Sí hay algo de diferencia en cuanto a los intentos de unos y otros por hacer proselitismo: “Es posible que los chiítas sean un poco más agresivos a la hora de expandirse, porque son menos numerosos”.
De hecho, Ben-Tasgal nos recuerda los dos intentos del chiísmo por expandirse en el ámbito hispanoamericano: con sus intensas relaciones con el régimen en Venezuela y a través de HispanTV: “Ahí hay una intención muy clara de un país por expandirse, y por ejemplo en España un político muy conocido de izquierdas tenía un programa y cobraba un sueldo, está claro que Irán estaba invirtiendo en Podemos“.
Los últimos años nos hablan de otra diferencia: “Irán ha promocionado el terrorismo a otro nivel, por ejemplo la embajada en Argentina participó en la organización del atentado de la AMIA, y eso que se sepa no lo han hecho los estados sunitas más radicales”.
Estado Islámico: el califato terrorista
Por supuesto, la conversación no podía dejar de tratar el fenómeno que ha sorprendido y estremecido al mundo en los últimos meses: el Estado Islámico. Lo primero que cabe preguntar: ¿quién lo sostiene actualmente? La respuesta tiene que remontarse un poco en el tiempo: “Al principio se les vio como una oportunidad para sacar a Al Asad y debilitar a Irán, lo ayudaron, pero cuando ha empezado a expandirse demasiado y ha llegado a ser una amenaza para ellos han dejado de apoyarlo”.
Así que actualmente el EI “se financia por tres vías: petróleo, los impuestos que se cobran principalmente a los no musulmanes y también robando parte de los camiones que Irán manda a los chiítas en Siria y Líbano”. Con estas tres fuentes su presupuesto “es de unos 3,500–4,000 millones de dólares, lo que lo hace el grupo terrorista más rico del mundo”.
¿Grupo terrorista? Quizá habría que inventar un nuevo término para algo que no habíamos visto hasta ahora, preguntamos a nuestro interlocutor, que tras pensarlo un poco encuentra una respuesta que le satisface: “El nombre de califato terrorista le vendría bien, la palabra califato hace referencia a un gobierno que es político y religioso al mismo tiempo”.
Más allá del nombre, lo sustancial es que “no hay en la historia algo paralelo a esto, lo que podría serlo es Irán, un estado que promueve el terrorismo, pero hay una diferencia fundamental: que la gente que dirige EI tiene sometido a su población a un nivel diferente al de Irán”.
La siguiente cuestión es si es posible derrotar al EI. Ben-Tasgal lo ve muy difícil: “Todo grupo terrorista tiene varios brazos: hay que atacar a los religiosos que dan las fatuas que legitiman las acciones; al brazo político, al brazo armado… y en el EI al sistema de propaganda que aterroriza a Occidente. Pensar que se puede acabar con EI atacando sólo a la parte armada es un error”.
Y en el caso concreto del califato terrorista, en el plano militar también es preciso mucho más: “Atacar al terrorista por el aire debilita al terrorista, pero a la hora de la verdad para poder desarmar a una persona y dominarla tienes que poner soldados en tierra”. Y sería una intervención “más compleja que Afganistán, más costosa y con la diferencia es que tanto Europa como EEUU tienen ahora menos recursos de los que tenían entonces”. De hecho, las esperanzas de que los europeos intervengan son pocas: “Ningún país europeo se va a atrever a mandar a soldados a luchar contra ISIS a menos que ISIS haga megaatentados en Europa”.
¿Y cuál puede ser el final de los conflictos que actualmente se desarrollan en Oriente Medio? La teoría de Ben-Tasgal puede sorprender a muchos: “Yo creo que la zona de conflicto actual se va a dividir en cuatro: un estado chiíta gobernado por Al Asad, o por alguien de su tribu o alguien de Hezbolá, en la parte de la costa; el segundo, el Califato sunita, si es que no se pelean entre ellos; otro estado chiíta en el sur de Irak, que puede ser independiente o una parte de Irán; y el cuarto, si Dios quiere, un estado kurdo en el norte de Irak y Siria”.
Aunque no garantice la ausencia de problemas –”la única forma de lograr eso sería dividir todo Oriente Medio por clanes y, por ejemplo, tendríamos 17 Estados palestinos”- sí se trata de una división “más lógica y más sostenible que la actual, que es fruto de decisiones artificiales y que ha dejado una especie de ensalada de etnias” en la zona.
¿Por qué? Pues por algo que nos explica Ben-Tasgal con claridad: “Porque para definir tu identidad en Oriente Medio lo más importantes es a qué clan perteneces, luego si eres sunita o chiíta, obviamente si eres musulmán o no, después si eres de Irak o el Líbano y, por último, tu condición de árabe. Por eso los conflictos en Oriente Medio no se pueden traducir a términos occidentales sin conocer esta realidad”, remata, volviendo al principio de una conversación que empezaba, precisamente, en lo equivocados que muchos están en Occidente cuando miran hacia esa zona tan convulsa del planeta.
Fuente:libertaddigital.com
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