ROBERT B. ZOELLICK
La región está cayendo en el desorden mientras John Kerry sostiene conversaciones en Viena que lograrán poco.
El nuevo proceso diplomático del Secretario de Estado, John Kerry, para lidiar con la horrenda guerra civil en Siria, involucra convocar a una serie de conversaciones en Viena. El intento probablemente sea bien intencionado. Pero no puedo concebir lo que él espera lograr.
¿Alguien realmente cree que Siria puede ser reunida nuevamente y luego revivida a través de elecciones democráticas? El peligro es que el recurso diplomático universal al “proceso” lleve a Estados Unidos a ignorar las realidades e incluso a empeorarlas.
Estados Unidos enfrenta dos peligros interconectados en la región: la expansión del Estado Islámico y el quiebre del orden de seguridad centenario del Medio Oriente. El temor del gobierno de Obama a involucrarse y la negación de la lucha fundamental por la dominación en la región aumentan los riesgos para Estados Unidos, Europa, África y Asia.
La conferencia en Viena la semana pasada- involucrando a una docena de partes interesadas, incluidos Irán, Arabia Saudita y Rusia- fue escapismo, no una estrategia seria. La próxima reunión, dentro de una semana o algo así, será más de lo mismo.
Las viejas fronteras estatales y autoridades del Medio Oriente, establecidas durante y después de la Primera Guerra Mundial, se están desintegrando. Las tierras árabes son ahora el escenario de una disputa de poder terrible. Como explicó al Congreso en septiembre el ex general del ejército estadounidense, David Petraeus, “Casi todo país meso-oriental es ahora un campo de batalla o un combatiente en una o más guerras.”
Los antagonistas reconocen que las apuestas son por nada menos que el control de esta encrucijada para Asia, Europa y África. Es el hogar de tres de las principales religiones del mundo, la principal fuente mundial de energía, una cuna de civilizaciones y cementerio de ejércitos e imperios -y es ahora el escenario de la posible proliferación de armas nucleares.
El Estado Islámico, o ISIS, surgió a la superficie desde este caldero. Persiguiendo el ideal de la yihad ofensiva, el ISIS -cuyo lema es “resistir y expandir”- busca controlar y agrandar el territorio de su califato declarado.
Este ejército bárbaro se alimenta de la sensación de despojo de los suníes. La promesa de poder del ISIS depende de una imagen victoriosa -y de la ausencia de una alternativa suní exitosa en la batalla contra los enemigos antiguos y modernos.
Irán ve el quiebre regional como una oportunidad finalmente de ganar la guerra entre Irán e Irak, establecer el dominio regional sobre poblaciones chiíes y expandir la hegemonía persa sobre el Medio Oriente. Las alianzas de Irán con la Siria de Bashar Assad y con Hezbolá, y la convergencia de los intereses de Teherán con Rusia, son respaldadas por las milicias chiíes, la Fuerza Quds de Irán y suministro de armamento y dinero.
Los estados árabes suníes tradicionales -Arabia Saudita, los almacenes del Golfo, Jordania y Egipto- están temerosos. Los precios más bajos de la energía están agotando los recursos. El ISIS no puede conquistar nunca al Irán chií, pero sí amenaza a los rivales suníes, que están tentados de competir a través de más lucha sectaria. Estos estados suníes sospechan que el objetivo de la política estadounidense es hacer lugar al poder de Irán o, peor, confiar equivocadamente en Irán para que proporcione estabilidad en la región. Los estados suníes están observando el programa nuclear de Irán, sus pruebas de misiles y su subversión regional con gran ansiedad porque creen que están solos en este concurso por poder e incluso por supervivencia.
Las intervenciones rusa e iraní en Siria oscurecen más este cuadro desapacible. Bashar Assad ha matado a un cuarto de millón de su propio pueblo y despobló la mitad del país. Han muerto más civiles por sus manos que por la violencia del ISIS. El ISIS reclutará a los suníes repelidos por los refuerzos herejes (chiíes y ortodoxos rusos) del régimen de Assad. Además, los bombardeos de Rusia en apoyo del régimen han tomado como blanco a las fuerzas suníes que están resistiendo tanto a Assad como al ISIS. Si la “conferencia de paz” del Kerry presiona a estas fuerzas anti-Assad a aceptar el cese del fuego, el ISIS ganará legitimidad como el único en contra de Assad.
La paz depende del futuro equilibrio de poder. Una contrafuerza suní no combatirá al ISIS a menos que ella y el pueblo sirio estén protegidos contra los enemigos. Si Irak es incapaz de ofrecer a sus propias tribus suníes una existencia segura, ellas alimentarán -o accederán- al control del Estado Islámico. Las ideas turca y jordana de zonas seguras dentro de Siria ofrecerían la oportunidad para la formación de una alternativa suní al ISIS y al régimen de Assad.
Estas zonas, además de proporcionar un espacio donde las fuerzas suníes podrían levantar la capacidad militar, podrían ganar legitimidad si fueran utilizadas para ayuda humanitaria, incluyendo salud y escolaridad para refugiados. Estados Unidos podría ofrecer nuevamente ayuda y protección como hizo por los kurdos en Irak después de la Primera Guerra del Golfo. Los estados suníes podrían dirigir su ayuda a este proyecto, junto con los europeos, quienes tienen un incentivo para refrenar la inundación de refugiados.
La campaña aliada, incluidos los kurdos, que ahora están combatiendo junto a los árabes, necesita contrarrestar la imagen prevaleciente de éxito del Estado Islámico. La posesión de extenso territorio por parte de los yihadistas hace al ISIS vulnerable ante ataques contra líneas de suministro y a la guerra económica que ataca recursos, tales como contrabando de petróleo y antigüedades. Un contraataque en los medios sociales debe destacar lo negativo como los esclavos sexuales del Estado Islámico y su violencia cometida contra otros suníes, el contraataque tecnológico aliado debe incluir cerrar los sitios de propaganda online y redes de radio.
El gobierno de Obama no asumirá estas medidas. Otros las considerarán muy difíciles o costosas. Estados Unidos y sus aliados deben reconocer entonces el resultado probable. En primer lugar, Estados Unidos renunciará a la influencia sobre el nuevo orden que surja de esta lucha de poder meso-oriental. En segundo lugar, es probable que el ISIS consolide o extienda su alcance en Yemen, Libia, Afganistán, África y más allá. Y en tercer lugar, es probable que sufran los intereses de Estados Unidos y sus amigos. Las conferencias en Viena ni influenciarán ni proporcionarán un escape de las realidades brutales aumentando diariamente en el Medio Oriente.
*Robert B. Zoellick es un ex presidente del Banco Mundial, representante de comercio de Estados Unidos y secretario de estado adjunto.
Fuente: The Wall Street Journal
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México
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