EVELYN GORDON
La idea de que la ola reciente de terror palestino es una respuesta entendible (aunque reprochable) a las acciones israelíes parece estar ganando reconocimiento entre los judíos liberales.
Después que Peter Beinart propuso una versión lega de esta teoría la semana pasada en un discurso en Los Ángeles, el profesor de sociología Samuel Heilman lo vistió en la jerga académica para un artículo de opinión en Haaretz esta semana. La teoría tiene muchos problemas, y Jonathan Tobin discutió muchos de ellos en su comentario el martes. Pero yo quisiera agregar uno más: Falla completamente en explicar el motivo por el cual otros grupos étnicos en situaciones comparables no han respondido con estallidos periódicos de violencia feroz. El hecho que esta respuesta palestina está lejos de ser universal argumenta que se deriva no de su “privación relativa”, por citar la frase aprendida de Heilman, sino de algo específico de la cultura y actitudes palestinas.
Heilman define la “privación relativa” como “el descontento o privación que la gente siente cuando compara sus posiciones con otros alrededor y como ellos y se da cuenta que en relación con ellos tienen menos de aquello a lo que creen tener derecho que los que están a su alrededor,” y dice que ella “describe perfectamente a los palestinos bajo la ocupación.” Hasta ahí, su argumento es incontrovertido. Los palestinos indudablemente se comparan con Israel, y esta comparación es indudablemente frustrante. Para casi cualquier criterio – soberanía nacional, libertades civiles, democracia, bienestar económico – los israelíes tienen una vida mejor que la que tienen los palestinos.
Donde el argumento se quiebra es en su afirmación de que esta frustración los lleva naturalmente a “explotar y atacar a cualquier cosa que camina por la calle judía.” O como lo dijo Beinart, que “el terrorismo palestino de hoy día es una respuesta monstruosa y demencial a la negación por parte de Israel de los derechos básicos palestinos.” Porque si eso es cierto, situaciones comparables en otras partes del mundo debieron haber producido estallidos de violencia comparables. Y no lo han hecho.
Tomen por ejemplo Tíbet, el cual ha sido ocupado por China desde 1951 – más tiempo que el que Israel ha controlado la Margen Occidental. La ocupación ciertamente no ha traído prosperidad al Tíbet,, el cual tiene la tasa de pobreza más alta en China. Aparte, Beijing ha buscado erradicar la cultura y religión tibetanas, un proceso que alcanzó su clímax cuando el gobierno afirmó el derecho de elegir al siguiente Panchen Lama, el segundo puesto más alto en la jerarquía religiosa del Budismo Tibetano. Israel, por el contrario, respeta escrupulosamente la libertad religiosa de los palestinos. Por último, ha habido tal afluencia de colonos chinos dentro del Tíbet, que los tibetanos étnicos son ahora una minoría en el “Gran Tibet,” mientras que los palestinos, a pesar de la muy publicitada actividad en asentamientos, siguen siendo una mayoría desbordante en la Margen Occidental.
Entonces, según el criterio de Heilman/Beinart, una esperaría que los tibetanos respondan a su privación relativa lanzando olas periódicas de violencia feroz contra los chinos. Y sin embargo, eso no ha sucedido. En su lugar ha habido una ola de auto-inmolaciones, e inclusive esas han sido pocas y distantes entre sí. Según la Campaña Internacional para Tibet, 143 tibetanos se han prendido fuego como un acto de protesta desde febrero del 2009 – una cifra chocante, pero diseminadas durante casi siete años. Por comparación, han habido 65 ataques con puñal palestinos solamente en las últimas seis semanas.
En resumen, algo en la cultura o liderazgo del Tíbet, causó que los tibetanos respondan en forma muy diferente a lo que han hecho los palestinos ante la “privación relativa.”
Alternativamente, consideren el movimiento de derechos civiles estadounidense. Los negros estadounidenses de mediados del siglo XX sufrieron indudablemente de privación relativa. A pesar de ser ciudadanos estadounidenses, a los negros sureños les eran negados a menudo derechos básicos como el derecho de votar y eran sometidos a autobuses, escuelas, parques y fuentes de agua segregadas, y por supuesto, ellos eran también mucho más pobres que los blancos. De ahí que según el criterio de Heilman/Beinart, uno habría esperado que ellos respondieran con olas periódicas de violencia feroz contra los estadounidenses blancos.
Pero eso no sucedió. Hubo alborotos violentos ocasionales, pero no hubo olas masivas de apuñalamientos, tiroteos o ataques suicidas por parte de los negros. En su lugar, el movimiento de derechos civiles optó por la desobediencia civil no violenta. Algo en la cultura negra estadounidense del Siglo XX provocó que los negros estadounidenses respondieran en forma muy diferente a la que lo han hecho los palestinos.
No es difícil averiguar qué es este “algo.” El líder espiritual reverenciado de los tibetanos, el Dalai Lama, predica en forma incansable la no violencia. Los líderes de los derechos civiles de los negros, liderados por Martin Luther King, Jr., también predicaron en forma incansable la no violencia. Y estos mensajes fueron reforzados por otras instituciones de la sociedad civil, primero y principal los monasterios tibetanos y las iglesias cristianas.
Por el contrario, la cultura palestina está sumida en el apoyo a la violencia y al odio por los judíos e israelíes, como señaló Daniel Polisar en un análisis de barrido de las encuestas de opinión palestinas para la revista Mosaic este mes. Los clérigos, funcionarios políticos y medio noticiosos palestinos denigran rutinariamente a los judíos como “simios y cerdos,” glorifican los ataques terroristas e incitan activamente a la violencia. Y eso es en la Autoridad Palestina “moderada.” Hamás, no hace falta decirlo, es aún peor (como el clérigo de Gaza que instó a los jóvenes palestinos a “cortar a los judíos en las partes corporales”).
La privación relativa puede acicatear a la gente para que reaccione, pero si ellos reaccionan en forma constructiva o destructiva es completamente su propia elección. Los palestinos podrían haber elegido emular a los líderes estadounidenses de los derechos civiles y responder en forma constructiva a su privación relativa – por ejemplo, aceptando una de las repetidas ofertas de independencia de Israel. Ellos han elegido en cambio responder con estallidos repetidos de violencia feroz que no tiene nada que ver con nada que haya hecho Israel, y todo que ver con su propia cultura y liderazgo.
Fuente: Commentary
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México.
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