DAVID HOROVITZ
La ciudad de la luz se oscureció el pasado viernes tras los atentados terroristas. Ha llegado el momento de que el mundo libre se defienda.
Las marchas de solidaridad y las promesas de luchar contra el Estado Islámico simplemente no funcionan. Los grupos extremistas islámicos, y los países que los patrocinan buscan destruir la sociedad occidental abierta, igualitaria y democrática, imponiendo su versión sombría, sangrienta y pervertida del Islam.
Obviamente no será fácil combatirlos. Será imposible a menos que se interiorice la realidad de la amenaza y se actúe para combatirla.
Si el occidente sigue engañándose acerca de la magnitud del desafío, aquellos que disfrutan del don de vivir se verán cada vez más limitados y aterrorizados por los que matan y mueren en el nombre de D-os.
La lucha por conservar las libertades fundamentales del occidente implica un proceso de tres etapas.
Nombrar y reconocer al enemigo
Los asesinos que atacaron en París – así como los que derribaron el avión de pasajeros ruso en el Sinaí, los que perpetraron los ataques suicidas en Beirut la semana pasada, los que atacaron en las oficinas de la revista Charlie Hebdo y el supermercado judío en París el pasado enero, los autores de la masacre en Londres el 7 de julio de 2005, y en Nueva York el 11 de septiembre de 2001, los responsables del bombardeo del centro comunitario AMIA en 1994, y, sí, los que mataron a cientos de israelíes en atentados suicidas durante la Segunda Intifada, y más – no son “militantes”, sino extremistas islámicos, partidarios de esa ideología tóxica islamista de matar y morir.
Y sus acciones no son meros actos de “violencia”. Son actos terroristas – con el fin de matar, aterrorizar, debilitar, manifestar su oposición, e imponer esa ideología rapaz. El Estado Islámico es un exponente de una depravación singular.
Un contrataque más efectivo contra el terrorismo islámico.
Los líderes mundiales siguen hablando de una lucha significativa, pero no la están llevando a cabo. Es decir, una acción implacable y coordinada para evitar la matanza de inocentes. Esta lucha se traduce en una mayor seguridad en lugares públicos (como en Israel), así como mayores recursos para la comunidad de inteligencia, una constante cooperación entre los organismos internacionales a fin de identificar a asesinos potenciales y detectar los planes de los terroristas, vigilancia eficaz y detenciones preventivas. Las investigaciones de los recientes ataques en Europa han revelado que los asesinos ya se encontraban en la “lista negra”. Evidentemente no fueron vigilados debidamente.
A un nivel estratégico más profundo, esto implica una lucha mucho más tajante contra los grupos terroristas y sus patrocinadores, además de un apoyo efectivo a aquellos individuos que intentan oponerse a sus gobernantes y opresores extremistas, como en Siria, Irán y Egipto.
En un principio, la oposición contra Bashar Assad en Siria fue relativamente moderada y de carácter laico. Pero el mundo occidental no le puso solución. Con el tiempo, grupos extremistas islámicos tomaron fuerza y Siria se convirtió en un campo de batalla en el que el occidente no puede contribuir. Ante el pánico de ser arrastrado a otra guerra, el Parlamento de Gran Bretaña y el presidente estadounidense decidieron permitir que Assad gasease a su pueblo sin consecuencia alguna. No es de extrañar que millones de sirios ahora huyen al occidente, con un número desconocido de asesinos islamistas entre ellos.
En lugar de luchar contra Irán, el principal patrocinador mundial del terrorismo, las potencias mundiales legitimizaron el programa nuclear de los ayatolás, y allanaron el camino para la entrada masiva de fondos que Teherán ya está utilizando para provocar más disturbios en Oriente Medio y fortalecer el terrorismo en todo el mundo. En 2009, cuando el pueblo iraní intentó derrocar a los mulás, el occidente no movió un dedo para ayudarlos. Ahora, el régimen está atrincherado en el poder – a costa de su propio pueblo y mucho más.
En Egipto, el presidente Abdel-Fattah el-Sissi apoya públicamente el avance del Islam moderado, y advierte que su religión es percibida en el mundo como una fe motivada por la matanza. Sissi llegó al poder violentamente, tras la expulsión de un presidente elegido democráticamente. Pero los Hermanos Musulmanes no convocarían a elecciones democráticas, y Sissi intenta impedir que su país caiga en manos del extremismo islámico. En lugar de crear las condiciones adecuadas para sanar la economía de Egipto, alimentar y emplear a sus 80 millones de habitantes, gran parte del occidente, y especialmente Estados Unidos, opta por alejarse. El costo de ayudar a Sissi hacia una transición constructiva para Egipto será eclipsada por el precio de lidiar con un Egipto controlado por el extremismo islámico.
El deseo de occidente de evitar ser arrastrado a nuevas guerras es comprensible. Israel, vilmente maltratado y demonizado a nivel internacional en su lucha contra Hamas, la Yihad Islámica, Hezbolá y otros proveedores del terrorismo islámico – comparte profundamente el deseo de evitar más conflictos. Pero los líderes extremistas islámicos no buscan un arreglo. Ellos deben ser combatidos.
Sólo así hay una esperanza de que las nuevas generaciones crezcan en un clima funcional, con alguna posibilidad de una educación decente, de nuevas oportunidades y una vida digna , haciéndolos menos vulnerables a reclutadores islamistas.
Impedir el reclutamiento de nuevos terroristas islámicos
Los asesinos islamistas no nacen como tales. Ellos son (mal) educados, adoctrinados por el odio y las falsas profecías. Están sesgados por sus padres y maestros, políticos y líderes espirituales, libros y sitios web, medios sociales y convencionales.
Para revertir este largo proceso de creciente odio, se requiere de una cooperación internacional: Es decir, es necesario suministrar fondos para el fortalecimiento de medios y sitios educativos moderados; cerrar aquellos que propagan el extremismo. Reforzar a líderes espirituales moderados y procesar a los que predican el asesinato.
Cuando era un padre joven, un amigo me dijo que debo adoctrinar a mis hijos, porque de lo contrario la gente lo haría. Los extremistas adoctrinan a muchos de los hijos del Islam para venerar el culto a la muerte. Aquellos que valoran la vida deberían ser los primeros en capturarlos.
Las armas y y los explosivos no son difíciles de conseguir, incluso en países occidentales bien vigilados. La tóxica ideología islamista que estimula a sus seguidores a matar y morir en el nombre de Alá proviene de los medios sociales y numerosos sitios de web cada vez más sofisticados. Evidentemente, no faltan seguidores llenos de odio. Algunos de ellos vuelven a occidente de los campos de batalla en Oriente Medio, listos para poner en práctica la pervertida ideología islamista. Y por lo tanto, pese a los llamados ya conocidos de líderes occidentales para combatir el terrorismo islámico, la triste verdad es que occidente sufrirá otra vez y otra vez por actos de maldad indescriptibles como los que observamos el viernes en París a menos de que adopte una estrategia mucho más seria contra el terrorismo islámico.
En la calle de Charonne en París, un testigo llamado Sebastián Jagreau dijo a la Associated Press momentos después de que hombres armados islamistas abrieron fuego la noche del viernes que había visto a una mujer desplomada sobre una mesa. “Yo pensaba que se había golpeado, pero luego nos dimos cuenta de que tenía una bala en la cabeza. “Entonces vi un chico llorando porque su esposa había muerto.”
Esta es una escena en la calle de lo que se conocía como “La Ciudad de la Luz.” Si realmente queremos evitar un mundo sumido cada vez más en la oscuridad del terrorismo islámico, ahora es el momento oportuno para comenzar el contrataque estratégico.
Fuente: The Times of Israel
Traducido y editado por Esti Peled
Reproducción autorizada con la mención siguiente: © EnlaceJudíoMéxico
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