CASO REAL/”Rubén” es un hombre maduro, una buena persona, con un gran sentido del humor; le gusta la buena vida y para ello ha trabajado duro. Con altas y bajas, como todos, vivió su vida, la disfrutó, se divirtió. A principios de año, al regresar de un compromiso del extranjero, hizo el mismo ritual que todo mexicano debe hacer: formarse en la fila de inmigración a fin de ingresar al país.
ENRIQUE RIVERA PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO- El agente de inmigración tomó su pasaporte, tecleó algo en la computadora, volteo a mirarlo, otra vez la vista al pasaporte. Así pasaron algunos instantes. Cuando el agente le pregunto si tenía un homónimo, comenzó ahí la pesadilla.
La historia se remonta a mediados del 2014: “Yo tenía un amigo que quería mucho, que admiraba. Él me había pedido muchos favores e incluso me debía mucho dinero. Vino y me dijo de un proyecto que tenía, en el cual abriría una nueva empresa y quería que yo fuese parte de ella, como administrador. Yo le tenía plena confianza. Al poco tiempo me pidió que le firmara unos cheques… es decir, alrededor de 100. De esa manera –me tranquilizó- no tendría que estarme molestando cada rato. Yo los firmé”.
El proyecto inmobiliario del cual “Rubén” se volvió “socio”requería de préstamos aportados por dos personas, a las cuales Rubén no conocía.
Se efectuó el depósito en la mencionada cuenta; de ahí irían los fondos al proyecto. Finalmente, se canceló el proyecto; le devolvieron a su amigo el dinero, incluso con intereses. Lo depositó en la cuenta, pero no lo devolvió a quienes se lo habían prestado; tampoco le informó el hecho a Rubén. Los prestamistas empezaron a pedir su dinero y demandaron al amigo y a Rubén. Este último no se enteró de la demanda.
Volviendo al aeropuerto, el agente de inmigración le inquirió si tenía problemas legales en México, Rubén le aseguró que no. Y con ello fue invitado al “cuartito”. Los minutos y la angustia se alargaron. Otras personas que llegaron ahí le comentaron que, a uno de ellos le pasaba con frecuencia. Pero que verificaban y se iban. Rubén aprovecho una ida al baño para hablar con un pariente abogado. Este le contestó al poco rato: “Tienes un problema penal, te mando al abogado”.
A las tres o cuatro horas por fin le dijeron: ‘Ya se puede ir’. Pero vio que en la puerta había alguien muy parecido a un judicial y otro hombre que le dijo que lo acompañarían al Juzgado Penal. Cuando bajó del transporte vio que en realidad estaba en el Reclusorio Norte: “Aún no sabía de qué se trataba, pensé que era una movida de mi amigo, que habría inventado algo para no pagarme”.
Rubén “se movió” y pudo estar en lo que se llama área VIP, en ingresos. Huelga decir que ahí nada es gratis. En esta área había 6 estancias, con cuatro personas cada una: “Adentro hay una comida que le llaman “el rancho”, yo nunca la probé, dicen que es buena… cuando la hacen, porque cuando llega… quien sabe cómo llega. Hay un refrán que reza que ‘el que no come rancho, no sale’, y yo decía: “yo no salgo”, recuerda.
A nosotros nos llevaban comida, podíamos ordenar a Kentucky o donde tú quieras, mandábamos a una persona. Casi todo se puede.
Enlace Judío.- ¿Qué es, para una persona religiosa, que está acostumbrada a ir al Shul, a ponerse Tefilín, estar ahí?
“Rubén”: “Nadie está exento hoy de eso. Cualquier tontería puede pasarle. Yo estaba perfectamente procesado, por haber cometido la tontería de firmar. El reto era comprobar que a mí me usaron y eso era muy difícil”.
“Cuando tú haces un negocio tienes riesgos, sabes que te puede pasar esto, pero también con quién y cómo negociarlo y yo no sabía,” asegura…
Rubén nos relató su primer día dentro del Reclusorio: “Yo me imaginaba: ni modo, me van a pegar, a violar, todo lo que uno oye en las películas y lo que trae en la imaginación. Desde que llegué le dije al custodio ‘ahí te va una lana, pero ponme con gente buena’. Te quitan todo, a D-os gracias me dieron una chamarra. Me dijeron que me iban a mandar dos cobijas y un colchón. Nunca llegó el colchón ni las cobijas. Ese primer día no comí nada, pasé mucho frío y no dormí’.
Pero, ¿cómo se puede negociar con los custodios sino no hay dinero?, se preguntaba. Lo comprendió cuando lo llevaron al teléfono: ahí se comunicaron con su familiar o amistad, y le pidieron depositara tal cantidad a tal cuenta. “Y tras la confirmación, te dan lo que pediste. También funciona así con el dinero, siendo la tasa de “servicio” de un 15%”.
Al otro día, lo fueron a ver su esposa y unos amigos.
“Cuando los vi me dio horror, pena. Pero yo sabía que no había hecho nada. Estar ahí es una situación de mucha incertidumbre, pues no sabes que es lo que va a determinar el juez. Yo estuve defendido por el abogado de la película “Presunto Culpable”. Yo tenía un amparo muy bueno, lo esperé 5 meses- y un día antes del falló me desistí de él y me fui por el proceso y gracias a D-os por eso salí. Si hubiese ido por el otro camino me hubiera tardado año y medio o dos en salir.
“Comprobé, cheque por cheque, que el dinero no fue para mí y que yo fui usado por mi amigo.”.
La vida siguió para él, trataba de arreglar sus asuntos de negocios con una tarjeta de teléfono. Le pidió a su esposa y se apoyó en otro familiar para llevar a cabo sus diligencias. Rubén corrió con enorme suerte ya que le llevaban comida Kosher. Y la relación entre su esposa y su ex fue tan buena que llamó mucho la atención el día en que ambas lo visitaron en el penal, pues nunca se había dado un caso así.
Rubén no perdió el tiempo, pudo estudiar italiano y otros cursos organizados ahí mismo. Cuando fue liberado, fue un día muy especial para él. Pues la liberación no se da en solitario: unas 30 ó 35 personas salen diariamente en promedio. Pero él había hecho buenas migas con el Director y esto le valió que aceleraran su papeleo.
“Este día, a las 18:30 ya estaba fuera. Mi hija y mi esposa me habían dicho `cuando salgas vamos por ti`. Yo tomé el primer taxi que pasó y me llevó a mi casa. Llegué como los chavos que llegan de Hajshará: ‘¡Hello!’, sonríe con el recuerdo.
“Yo comía mejor allá que aquí”, dice riendo, “ya que mi ex era chef y se compadeció de mí y me enviaba comida, y también mi esposa me preparaba muy buena comida”. Rubén sonríe pero, tras su franca sonrisa se esconde un dejo de tristeza: “Tuve mucha suerte, pero no se le recomiendo a nadie. Estuve en un lugar donde 130 personas compartían un espacio donde generalmente meten 1500: parados, hacinados. Tuve la enorme suerte de no estar en “población”, donde están todos y ahí sí te “pican” y ésa sí es la cárcel. La estancia donde estuve fue la mejor, con los mejores compañeros y la más limpia. Acordamos que no íbamos a comer ahí. Y, sólo llegue a ver una sola vez una cucaracha. Fue cosa de D-os el que yo haya salido antes y no tuviera que esperar dos años”.
“Yo me pasé haciendo una vida decente, sin hacer daño y de repente llega un amigo y me hace esto. Hoy me vale gorro todo. Porque quedas marcado, la gente siempre va a decir: “algo hizo”.
Rubén conoció a otro paisano, que ya llevaba dos años; y otro más, que ingresó después de él, con cerca de 8 meses. “Una semana ahí en esa estancia, te puede salir lo mismo que una semana en un hotel de lujo. Y, cuando ya sales, aún te pueden revocar tu libertad”, advierte.
El primer día en la calle, “Rubén” le llamó a sus amigos para decirles: “Se acuerdan que en la tele veíamos centros comerciales y calles: sí existen”. Al hablar del primer Shabat en su comunidad señaló: “Que bonito desayuno, estar acompañado de los rabinos, los jazanim … eso no tiene precio”.
Y concluye:
“Yo a nadie le recomendaría que se la rifara y les aconsejaría que fuesen cautelosos: no firmen nada hasta estar seguros. A mí me costó mucho dinero, me causó problemas en mi vida y se me cayeron mis negocios. Además, no vale la pena hacer sufrir a la gente que te quiere”, acotó este hombre libre.
*Hecho real, algunos hechos y nombres han sido cambiados a fin de proteger el anonimato de la fuente.
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