JAVIER GARCÍA
El fanatismo religioso es antes que nada antirreligioso, y agravia a los que dice defender. El mensaje de fe siempre es inclusivo y explica aquello de lo que no hay prueba científica que pueda demostrar.
Para quienes creemos, Dios existe aunque nunca vamos a poder explicarlo excepto por la fe (a Dios no se le puede sacar una selfie), es por lo tanto profundamente racional, lo contrario de la locura de estos días. La convicción religiosa, cualquiera sea, debe ser tolerante. Si fuera negadora no podría dar por bueno que existe lo que no tiene materialidad, que en definitiva eso es creer. La existencia misma de la fe supone poder descubrirla y para eso es imprescindible respetar mucho a quienes no creen. Se cree si se acepta al distinto, sino es otra cosa.
Lo que está pasando con el Estado Islámico (ISIS) no es una cuestión de un grupo religioso islamista. De ninguna manera, pensar eso sería estigmatizar a los musulmanes y no hay derecho a hacer esto por un grupo de delirantes. Es injusto y además mentira. El ISIS es un grupo cuya ideología única es la muerte y el exterminio a sus diferentes escudado atrás de una supuesta convicción religiosa usada para justificar su vocación asesina. Son nazis de otro tiempo, al final lo mismo.
Los ataques en París, el Líbano y Mali de estos días, con sus más de 200 asesinatos y cientos de heridos y mutilados no hace más que golpear sobre la conciencia del mundo libre y tolerante. Que haya sido en Francia también es todo un símbolo, representa la cuna de la democracia moderna, contra eso van. Son terroristas que empezaron a hacerse conocer con una técnica muy particular: transformaron la muerte en un espectáculo mediático. Degüellan y sacrifican frente a las cámaras, envueltos en túnicas negras, por la espalda y con las manos de sus víctimas atadas. ¿Esto puede estar motivado por una convicción religiosa? No. Simplemente es fruto de una enfermedad siquiátrica colectiva y muy peligrosa.
El terrorismo no es un arma política, es crimen de la peor especie. Apunta justamente a que nadie se sienta libre, todos somos presos de la incertidumbre sobre la mañana siguiente. Es en un teatro o café, un estadio o una institución como la AMIA en Buenos Aires o una embajada como tuvimos en la de Israel allí también, o en tantas partes del mundo.
Es un temible error confundir terrorismo global con ideología. Decía el senador Mujica que el estado Islámico es una “experiencia ideológica llevada adelante por jóvenes”, fundamentando cierto grado de asepsia política en este tema, en una infortunada intervención días antes de los últimos atentados. Seguramente habrá recapacitado. Ya nos metió en el baile de los expresos de Guantánamo como para que siga improvisando peligrosamente.
Ante esto no se puede ser ingenuo, sin tener miedo hay que ser precavido. El terrorismo si fuera por él nos encerraría en las casas, nos cambiaría nuestra vida, nos tendría presos y paralizados.
No hay frontera para estos psicópatas, hay si democracias que deben preparase y consolidar consensos políticos que superen los partidos para enfrentarlos. Justificarlos más que ingenuo, es criminal. No hay terrorismos de derecha ni de izquierda, son todos repugnantes, se visten, se camuflan, para confundir a los tontos. Podemos discutir todo, menos que la vida es sagrada y que la libertad es nuestra forma de vida y el veneno para perseguirlos.
Fuente:cciu.org.uy
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