AVI ISSACHAROFF
El aferrarse a Cisjordania mientras no se hace nada para resolver el conflicto seguirá cobrando vidas israelíes.
Los ataques de los últimos dos días que dejaron dos muertos israelíes demuestran lo que Israel, evidentemente, se niega a reconocer: estamos en medio de una tercera Intifada sin final a la vista. Se trata de un levantamiento sin guía, pero una buena cantidad de terroristas no tan solitarios e interminable motivación de jóvenes palestinos, hombres y mujeres para salir a matar y morir si es necesario.
Los atacantes provienen de todos los rincones de la población palestina, de ciudades y aldeas, campos de refugiados y barrios ricos, con un rango de 11 a 73 años de edad. Lo peor de todo es que al parecer, nada puede detener esta tendencia. El status quo es el que ha llevado la ventaja hasta el momento. Y no es el que existía hasta hace tres meses, el de la “relativa calma.” Vivimos una nueva realidad en la que cada día hay más ataques, más heridos y más fueron muertos.
Según mis cálculos, ningún cambio puede producirse en el próximo año y medio. El gobierno de Estados Unidos, cuyo representante, el Secretario de Estado John Kerry, llega hoy a la región, no tiene planes de renovar las negociaciones entre Israel y los palestinos. Así que hasta que se celebren las elecciones en Estados Unidos en un año más, no se puede esperar ningún cambio de política. Después de eso, pasarán otros dos meses para que el nuevo presidente asuma su cargo, y luego unos meses más para discutir a fondo una nueva política de Oriente Medio que genere o no un cambio en la esfera política.
Por su parte, la Autoridad Palestina parece guardar silencio, evitando la incitación flagrante, absteniéndose de declaraciones públicas. Su gente está básicamente ausente. El Presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, y su pueblo no parecen apresurarse para llegar a ningún lugar en particular, y están perfectamente agusto viendo sangrar a Israel, siempre y cuando nadie los culpe por ello. Por otro lado, el gobierno israelí conserva su línea de que no hay nada que hacer ni con quien negociar y ahora no es el momento para dialogar o hacer gestos a la Autoridad Palestina porque eso sería un premio para el terrorismo.
Lo absurdo es que cuando las cosas estaban relativamente tranquilas, esos mismos políticos se opusieron a iniciativas, negociaciones, gestos porque en su opinión, el conflicto no puede resolverse, sólo manejarse y el status quo no es malo para Israel. Las repetidas advertencias del sistema de seguridad que sin negociaciones o gestos significativos habría una escalada cayeron en oídos sordos. Luego brotó la violencia. En ese momento, los que se opusieron a cualquier tipo de gestos o negociaciones aprovecharon la oportunidad para decir, “se los dijimos”.
No, ellos no nos advirtieron. Nosotros en los medios y otros en la defensa advertimos que esto sucedería y que tenían que actuar, y ellos decidieron ignorarnos en el nombre del Gran Israel. Quizá tenían razón. Tal vez las negociaciones de paz e incluso las concesiones territoriales llevarían a la catástrofe. Como están las cosas, parece que nunca lo sabremos. Lo que sí sabemos es que si nos limitamos a “manejar el conflicto,” se pagará un precio sangriento, y es hora decírselo al público: la burbuja del “manejo del conflicto” ha estallado en nuestra cara y el precio es cada vez más alto. ¿Ustedes querían mantener el control de los territorios? Este es el precio.
Mientras tanto, los ministros israelíes se muestran impotentes, carecen de esperanza o soluciones y, por encima de todo, están congelados en su lugar. Cuando se pregunta a los encargados de tomar decisiones, responden que “este gobierno está haciendo más que los anteriores.” Ellos se refieren a la demolición de casas, los refuerzos de seguridad, las operaciones militares. Probablemente estén en lo correcto. Sólo hay un pequeño problema con este argumento: Bajo los gobiernos anteriores estas medidas no eran necesarias porque había muchos menos ataques, e incluso con ellas siempre brotarán otros lugares donde haya tres o treinta soldados y un joven palestino sea lo suficientemente tonto para intentar atacar.
Entonces, ¿cuál es la solución? En última instancia, el Primer Ministro, Benjamín Netanyahu, puede no tener más remedio que recurrir a la última opción: hablar con la Autoridad Palestina para negociar la paz. Ninguna otra solución traerá tranquilidad e incluso ésta puede no funcionar más.
Fuente: The Times of Israel
Traducción: Esti Peled
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