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domingo 24 de noviembre de 2024

“Maté” a mi padre, sobreviviente del Holocausto, cuando lo comprendí: Michel Kichka en México

El 26 de noviembre, en la Librería Rosario Castellanos, la editora Orly Beigel, acompañada de los caricaturistas Bef y Boligan, de Nicolás Alvarado y del autor, presentó la extraordinaria obra de Michel Kichka, “La Segunda Generación. Lo que no le conté a papá”, auspiciado por la Fundación Metta Saade

Esta historieta es su escudo, su defensa, la forma en la que Michel logró procesar una doble tragedia: la supervivencia de su padre y el suicidio de su hermano Charly.

AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO- En la primera imagen del cómic de Michel Kishka, el hijo de un sobreviviente del Holocausto se enfrenta al número tatuado en el brazo de su padre- y con ello, a la enormidad de la Shoá, un ente monstruoso que hereda y hace suyo, con los inherentes dolor, impotencia y, esencialmente, culpabilidad.

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El niño también nace tatuado, con “la mugre, el polvo, las cenizas, el dolor, todo pegado a su piel ¡como la muerte!”(en la historieta, lo dice mientras se está secando tras el baño, como desembarazándose de ello). Así como Kichka, un hijo de sobrevivientes no es un niño común, sino la revancha de su padre (o madre) contra Hitler. Todo lo que haga, en su vida, será derivado de esta responsabilidad- o de la negación de la misma.

Son probablemente estas paradojas las que sedujeron a la mexicana Orly Beigel, presidenta de la Segunda Generación de Sobrevivientes del Holocausto en México, quien se identificó con el personaje de la historieta y de productora, se convirtió en editora. Ella describe como “mágico” su encuentro con el autor, pues, en el marco de una visita a Jerusalem, cuando iban en el coche, su hermano le comentó que un ex vecino suyo, un dibujante belga, había publicado un libro sobre la Segunda Generación. Acto seguido, el mismo Michel Kichka atravesó la calle frente a ellos y lo vieron entrar a una tienda de maletas (vaya simbolismo). A los pocos metros, Beigel le pidió a su hermano dar media vuelta: había decidido publicar en español el libro que aún no conocía.

La obra es doblemente irreverente: primero, porque se rebela- con ternura- contra la sacralidad de los sobrevivientes, elevados desde el status de “víctimas del Holocausto” al de “héroes” del mismo. A la vez, es un cómic, estilo que le ha valido al autor muchas críticas… y un esfuerzo descomunal.

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En la portada del libro, el joven Kichka camina sobre el tristemente célebre gorro de reo a rayas de su padre, en medio de un campo de concentración desierto. Bajo el brazo, su cuaderno de dibujante, cuya sombra asemeja la de un arma. De hecho, intuimos que esta historieta es su escudo, su defensa, la forma en la que Michel logró procesar una doble tragedia: la supervivencia de su padre y el suicidio de su hermano Charly. Su cordura la debe también a uno de los personajes de la historieta, su esposa: una mujer fuerte quien lo extrae de la maraña del sufrimiento, provee orden y estructura, y le permite ver a su padre como es: un hombre que “sigue marchando y marchando, mientras los cuerpos de sus seres queridos van amontonándose a sus espaldas”.

Éstas son las palabras de Michel Kichka en esta presentación:

De acuerdo a Freud, para superar el complejo de Edipo, hay que matar al padre. Mi libro y mi respuesta fue: lo “maté” pero con comillas porque lo que hice en realidad fue entenderlo profundamente por primera vez en mi vida. Para mí, era muy difícil comprenderlo cuando era chico, no nos comunicábamos suficiente. Nos amábamos, era mi papi, y yo era su primer hijo varón. Tenia una hermana mayor, luego yo, otra hermana y por ultimo mi hermano menor. Yo y mi hermano teníamos que reconstruir la familia Kishka después de la guerra. Y mi padre tuvo 2 hijos. Hijo en el judaísmo quiere decir que el apellido perdurará. Después del Holocausto, eso era muy significativo.

Después de la guerra, mi padre era un número. Escribo en mi libro que, al acabar la guerra, no hablaba, nadie lo conocía en nuestro pueblo. Tenía una historia que nunca compartió.

Era una victima del Holocausto, un hombre con espíritu roto. No podía entenderlo como niño porque me amaba y me daba mucho cariño, pero sabía que era frágil y sabía que había sufrido mucho. Su vida fue de supervivencia. Luego hubo un punto de inflexión en nuestra historia familiar. Mi hermano pequeño cometió suicidio. Algo que suele ser común en miembros de segunda generación de sobrevivientes del Holocausto. Para mi padre, ése fue el punto donde comenzó a hablar. Se convirtió en un conferencista, no solo en la comunidad judía, sino en todo Bélgica.

Se hizo muy famoso, recibió 18 condecoraciones; de ser nadie, se convirtió en alguien. De víctima se convirtió en héroe. Pero yo, personalmente, no lo podía ver solamente como héroe. Sabia lo duro que fue re-construirse, y sé que no es un hombre fácil. Lo amo, pero es muy complicado vivir con él.

En el libro de alguna manera hablo de el como es. Su esencia. Él es mi padre, no es un hombre perfecto, no es un héroe, no es un monumento; es un hombre. Y tiene debilidades y fortalezas, temperamento, etc. Ésa es la manera en que deberían conocerlo. No es sólo una imagen.

Yo sentía de alguna manera que mi padre podría pensar que estaba destruyendo su imagen al escribir la verdad. Pero cuando decidí finalmente hacer e libro, después de un proceso de diez años donde pensé si debería hacerlo, me sentí bien, estaba listo. Estaba preparado para que no le gustara a mi padre. De alguna manera esperaba que le gustara, pero estaba listo si no lo fuera.

Tenía el sentimiento que hice lo que hice, no sólo por mí mismo, ni por mi padre, sino por mi generación entera. Eso fue lo importante al hacerlo.

Mi sorpresa fue cuando, al leerlo por segunda vez, mi padre aceptó el libro. Hubo un momento donde me invitaron a una conferencia en una fundación que se encargaba de difundir los genocidios del siglo XX (Tutsi, armenio, y el Holocausto). Le comenté a mi padre y quiso venir conmigo.

Me vio y escuchó durante tres horas. Normalmente, no es capaz de quedarse sentado tanto tiempo, y cuando tiene preguntas no son realmente preguntas, él quiere contar su historia y decir “Soy un sobreviviente”, es lo que le importa. Pero en esta ocasión no lo hizo. No me interrumpió, y de hecho al finalizar mi plática se acerco me dio un abrazo, un beso, y me dijo “Estoy muy orgulloso, lo hiciste muy bien”. Le comenté a mi audiencia que fue muy importante para mi porque fue la primera vez que realmente me escuchó.

Lo que es tan complicado para mí y mis hermanos, y en general la segunda generación: mi padre esta convencido hoy que nadie ha sufrido más que él en todo el mundo. Tiene el monopolio del sufrimiento. Y pensó que al no contar su historia nos estaba protegiendo, pero la realidad era que no lo hizo. No fue su culpa, sino de Hitler

En el libro, hablo de la imagen que tenía de la familia que había construido. Una familia moderna, con 4 maravillosos y sonrientes hijos. Todos felices. Lo que no se veía desde afuera es que éramos una familia que sufría en silencio. Tanto es así, que mi hermano se suicidó.

En el libro tengo que decir la verdad, primero a mí, luego a mi padre y a todos los lectores. No quise hacer un libro sólo para lectores judíos.

 

 

 

 

 

 

 

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