ELENTIR
El sábado 13 de marzo de 2004 subía con un amigo por la calle Urzáiz, en Vigo, en frente de donde entonces se encontraba la sede local del Partido Popular. Un grupo de personas afines a la izquierda se manifestaba allí para culpar al gobierno de los atentados terroristas perpetrados en Madrid dos días antes.
Lo ocurrido tras los atentados del 11-M fue todo un retrato de la deriva moral que ha tomado una parte de nuestra sociedad, que cree en serio que si unos terroristas mataron a casi dos centenares de españoles, la culpa es del gobierno de entonces por haberles provocado enviando tropas a Irak en misión de estabilización (ni siquiera era una misión de combate).
Hoy la historia se repite, pero en este caso no vivimos una vergonzosa rendición a posteriori como la que protagonizó el gobierno de Zapatero al retirar a nuestros militares de Irak nada más llegar al poder, en una justificación sin rodeos de los crímenes del 11-M. Esta vez la rendición es preventiva. Es como si España estuviese diciéndoles a los terroristas: “tranquilos, tomamos nota del 11-M y no volveremos a meternos con vosotros, no os vayáis a enfadar”. Esta vez el gobierno escurre el bulto eludiendo una respuesta a Francia después de que ésta pidiese ayuda para combatir a los terroristas del ISIS tras los recientes atentados en París. La ultraizquierda asume sin rodeos los deseos de los terroristas pidiendo que no se les combata, porque de hacerlo podrían atentar en nuestro suelo. Estamos ante una rendición preventiva en todos los frentes políticos, y con una triste minoría defendiendo nuestra dignidad como nación.
Con esa actitud cobarde sólo se consigue transmitir un mensaje muy claro a los terroristas: nos han ganado, nos rendimos antes de luchar. Y lo peor es que se asume esta postura no sólo por miedo a que esos terroristas atenten en nuestro suelo, sino también porque muchos españoles han interiorizado los argumentos de los terroristas, según los cuales si éstos asesinan a inocentes es porque Occidente se lo merece, porque se lo ha buscado bombardeando al ISIS, aunque fuese con el objetivo de frenar sus masacres en Irak y Siria.
Yendo un poco más allá, el discurso multiculturalista que ha patrocinado el progresismo ha instalado a muchos compatriotas en la idea de que no estamos legitimados para combatir a los terroristas porque, en el fondo, no somos mejores que ellos. En las últimas semanas he leído a energúmenos equiparando a la OTAN con el terrorismo yihadista –pero clamando más contra la Alianza Atlántica que contra los islamistas-, diciendo que el terrorismo es el capitalismo, incluso atribuyendo las matanzas del ISIS a Occidente por ser racista e islamófobo y promover guerras, así, en abstracto. Una serie de parecidos argumentos infantiles se suceden en cada debate que se produce en las redes al respecto. En resumen: que si hay una guerra en alguna parte del mundo, lo que tenemos que hacer es abstenernos de intervenir, y si intervenimos para impedir un genocidio, entonces tendremos la culpa si unos asesinos yihadistas vienen a ponernos bombas. Es la aplicación al terrorismo islamista del “algo habrán hecho” que decían algunos miserables cuando ETA perpetraba un asesinato. Pues hay que negar la mayor. Somos mejores que los terroristas, por supuesto. Occidente ha conseguido la consolidación de la democracia y la protección de los derechos humanos, aunque en muchos casos haya cosas que hacen pensar que no pocos países democráticos han olvidado el significado real de esos derechos. Aquí las mujeres no son obligadas a llevar velo, ni se las lapida bajo la acusación de adulterio. Aquí no colgamos a los homosexuales de grúas, ni les arrojamos desde azoteas. Aquí no cortamos las cabezas de los miembros de ninguna minoría religiosa. Aquí no llevamos a juicio a nadie por hacer algo tan legítimo como cambiar de religión, ni le amenazamos con la muerte por ello. Las democracias occidentales tienen muchos defectos, sí, tienen muchas cosas que deben mejorar, y en ellas vemos cosas que nos provocan vergüenza, pero ni de lejos podemos aceptar que se nos compare siquiera con unos bárbaros sin ningún escrúpulo y que desprecian por completo todo lo que significa el respeto a la dignidad humana.
Por supuesto, no vamos a vencer al yihadismo mientras no tengamos clara nuestra superioridad frente a él. En este sentido, debemos plantearnos de una vez que equiparar a Occidente con esos terroristas es, en realidad, un modo de justificar el terrorismo. Lo debemos denunciar sin rodeos, igual que debimos señalar en su momento, sin miedo, a los que establecían una ruin equidistancia entre las democracias y las dictaduras comunistas, para justificar los crímenes de las segundas. No podemos admitir que mientras Europa está siendo atacada por unos criminales, haya personas que les justifican poniéndonos a la misma altura que ellos. Nosotros somos mejores, y tenemos el deber de derrotarles, porque si no lo hacemos, estaremos repitiendo el error cometido en el siglo pasado, cuando el mundo miró hacia otro lado mientras los nazis arrebataban sus derechos más elementales a los judíos en Alemania. Lo que vino después fue la consecuencia lógica de dejar que los totalitarios persigan, acosen, maltraten y maten impunemente a todo un colectivo humano. Y eso es, exactamente, lo que se viene produciendo en Oriente Medio con el ISIS ante la indiferencia de tantos.
Fuente:actuall.com
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