ALEJANDRO BORENSZTEIN
Ella se fue de la Casa Rosada sin recibir al nuevo presidente democrático porque nunca le interesó hacerlo. Así de simple. Lo demás es sarasa.
Sudor. Palpitaciones. Sensación de ahogo. Sequedad en la boca. Quejido. Grito. Sobresalto. Despertar súbitamente, sentarse en la cama en plena madrugada y prender el velador es la primera reacción. Le juro amigo lector que yo también he vivido esa experiencia. Pero calma. Respire hondo. Es sólo una pesadilla. Ya se fueron.
Mal, pero se fueron. Todos los que se indignaron por el simpático desplante que Ella le hizo al país, deberían calmarse y entender que no podía esperarse otra cosa. Jamás iba a haber traspaso del mando. Ella nunca tuvo la intención. No estaba ni en sus más remotos planes.
No era el paso de la izquierda a la derecha o viceversa, ni del pasado al futuro, ni de la dictadura a la democracia. En cualquiera de estos casos, siempre hay un traspaso de mando. Acá era diferente.
La ex Presidenta habita en una galaxia que pertenece a una dimensión completamente distinta a la dimensión que ocupa la realidad republicana. Ni siquiera se tocan. Son dos espacio-tiempo, fugazmente conectados por lo que la ciencia denomina “agujero de gusano” o puente Einstein-Rosen. Yo le pondría el “agujero de Pinedo” (con todo respeto, por favor) casi como un homenaje a la única transición que fue posible.
Ella se fue de la Casa Rosada sin recibir al nuevo presidente democrático porque nunca le interesó hacerlo. Así de simple. Lo demás es sarasa.
Se despidió en la Plaza ante una multitud que nunca antes había juntado. Es una parte de la sociedad que ve en Ella algo que usted no ve, mientras usted ve cosas que ellos no ven. Es curioso, pero es así.
De todos modos, no son tantos como dice la EX (vamos inaugurando el término) cuando pide la resistencia en las calles del 48%. Es un 25% aproximadamente que, sumados a los que veían un Scioli diferente, lograron el 38% en la primera vuelta. Es obvio que Scioli tenía votos propios no kirchneristas, sino el candidato hubiera sido Randazzo.
Luego, en el ballotage, se le sumaron 10% más que no eran ni kirchneristas ni sciolistas pero que, puestos a elegir, no lo querían a Macri. Por lo tanto, el famoso 48% homogéneo que se adjudica la EX es un cuento chino. No son ni la mitad. Ojo que algo parecido se puede decir del otro 51%.
La realidad es que el kirchnerismo puro ha quedado reducido a un grupo de fanáticos convencidos de que la democracia, la universidad gratuita o la defensa de los derechos humanos empezaron en 2003.
A ellos se le suman un paquetito de viejos melancólicos provenientes de la decadencia Montonera y el anacrónico PC y que fueron adquiridos por el kirchnerismo cuando asumió el Compañero Centro Cultural porque era lo más barato que había en el mercado.
Desenmascarados Firmenich y Stalin, estos ñatos fueron en busca de la revolución, pero ahora de la mano de Boudou, Jaime, De Vido o Timerman que proponían una nueva lucha de clases: el Clase A de Mercedes Benz con 160 CV, el Mercedes Clase S con 8 cilindros en V, o el Clase CLK, una coupé de 5400 cm3 ideal para valijeros de Puerto Madero.
La realidad es que parece muy difícil que algún día vuelvan, a menos que al Compañero Mauri le salga todo mal.
En principio, la herencia es durísima. El viernes a la tarde, Macri se quiso pegar una ducha en la Casa Rosada y no había agua caliente. Posta. O rompieron todos los calefones antes de irse o los kirchneristas, encima de inútiles, eran mugrientos.
El futuro del nuevo gobierno depende de tres cosas de las cuales Macri sólo controla una: la gestión y la eficacia de su equipo. Prendamos velas para que estos tipos que juraron el jueves no sean tan inéptos como los que se fueron el miércoles. Difícil superar a Kicillof y sería un milagro que extrañemos a Timerman. Todesca, comparado con Moreno, es Konrad Adenauer.
Las otras dos cosas de las que depende la suerte del Compañero Mauri, están fuera de su control.
La primera es el precio de los comodities como el trigo, el maíz o el petróleo, al menos hasta que llegue el día en que podamos vender innovación. Por ahora, aunque son un asco, todos vivimos de la milanesa de soja.
Me hubiera gustado saber qué suerte hubieran corrido Kirchner, Mujica, Lula o Dilma con el precio de la soja que les tocó a Alfonsín, Sanguinetti, Sarney o Henrique Cardozo. Ya pasó.
El otro asunto que está fuera del alcance del Compañeri Mauri es el futuro del viejo y querido peronismo.
Habrá que estar muy atentos. Una cosa es que tomen la posta Massa, De La Sota, Urtubey o los sindicatos, y otra muy distinta es que se atrincheren detrás del retrato de Evita los tipos a los que les tienen escondido el video de Perón mandándolos al carajo en 1974. Ahí se juega el partido. Es verdad que los primeros viene ganadores, fresquitos, bien entrenados y con viento en la camiseta. Pero los otros no tienen nada para perder y son capaces de cualquier cosa.
Contrariamente a los que dicen que EX (me gusta el apodo final) ya no va a tener poder en el PJ, hay que reconocer que, sin embargo, ganó la primera batalla cuando ordenó que los diputados sabotearan la jura de Macri en el Congreso faltando a la Asamblea. Ni sumergiéndolos en Ala durante un lustro, les va a salir esa mancha.
¿Qué va a pasar ahora? Es fácil. Aparecerán un montón de tipo cantando “ni yanquis ni marxistas, peronistas” y un grupete de estúpidos imberbes que le contestarán que ellos están para la liberación. Fue tragedia, pero hoy es comedia.
Quedan boyando los que a último momento traicionaron a Massa para acurrucarse con Scioli, como varios intendentes, De Narváez o Mónica López cuyo futuro político se complicó un poquito. Yo que ella iría pensando en abrir una heladería en Necochea.
Por supuesto, hay un elemento más: ahora sí, póngale onda amigo lector. Hace años que lo veo sufrir. Años ofreciéndole el hombro para sus lamentos y poniendo el pecho para defenderlo del “vamos por todo”. Ahora le toca a usted, viejo.
El kirchnerismo ha sido un accidente producto de la crisis del 2001. Una extraña combinación de mala praxis, autoritarismo y obsolescencia. Por eso amigo lector, la próxima vez que salga a gritar “que se vayan todos”, piénselo dos veces. No sea estúpido.
Si queremos tener una República, tal vez ésta sea la última oportunidad de nuestra generación. Apoye y controle. Hay que saber putearlos a tiempo. Vamos amigo lector. Lávese la cara que ya terminó la pesadilla. Elongue y saque pecho. Es ahora o nunca.
Fuente:clarin.com
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