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viernes 22 de noviembre de 2024

Del fascismo al jazz: la singular historia de Romano Mussolini

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JULIÁN SCHVINDLERMAN

Once días antes de ser linchado junto a su amante, la actriz Clara Petacci, Benito Mussolini se hallaba con su familia en su residencia romana: una amplia casona en la que los humanos cohabitaban junto a un jaguar, dos leones, dos gacelas, un mono, dos ponis y dos tortugas.

La casa sería eventualmente convertida en un memorial del Holocausto. Pero aquel día, El Duce todavía disfrutaba de su vida y de un momento apacible. Al ver a su hijo sentado al piano, tocando una melodía, se acercó y le dijo: “sigue tocando”. Romano Mussolini obedeció al padre y continuó tocando el piano el resto de su vida.

Giulio Romano Mussolini nació el 26 de septiembre de 1927 en Carpena di Forli, en el norte de Italia. Último de los hijos de Benito y Donna Rachele Guidi, mostró un temprano interés por la música, a los cuatro años de edad, cuando su hermano Vittorio le hizo escuchar unos discos de vinilo de jazz. El acto en sí era un desafío y una contradicción: el régimen fascista de Benito Mussolini despreciaba el género al considerarlo -al igual que los nazis en Alemania- decadente, asociado a los negros y los judíos, y americano. El poco jazz que se oía era burdamente nacionalizado: Louis Armstrong y Benny Goodman, por ejemplo, eran conocidos en la Italia fascista como Luigi Fortebraccio y Beniamino Buonuomo. Posteriormente, Romano sorteó la prohibición familiar de escuchar jazz en la casa familiar al vincularse a un músico del ejército alemán que le enseñó algunas melodías de Duke Ellington.

En la posguerra, Romano se dedicó alternativamente al jazz, a la pintura y al comercio. Incursionó fugazmente en la industria del cine con una película fallida que le costó económicamente, pero pudo recuperarse por medio de la venta de sus pinturas, arte al que fue estimulado a ingresar por un payaso que lo escuchó dar un concierto de jazz en su circo. En los años cincuenta el joven Mussolini tocaba con un alias -Romano Full- para eludir el peso de un nombre familiar demasiado agobiante. Fue en el Festival de Jazz de San Remo en 1956 cuando alcanzó cierta notoriedad y en 1963 le llegó la fama con el álbum Jazz allo Studio 7, grabado con su banda The Romano Mussolini All Stars. Para entonces, el músico había comprendido que emplear su nombre verdadero sería una ventaja más que una marca de deshonra: ¿quién no sentiría curiosidad por escuchar tocar jazz al hijo de Benito Mussolini? Su nombre captaba atención, provocaba divertimento y daba lugar a situaciones cómicas. The Telegraph anotó que una vez halló a un fotógrafo debajo de su cama y que cuando el trompetista Chet Baker lo conoció, extendió su mano y torpemente le dijo “lamento lo de su padre”.

En Italia era un habitué del Bussola de Viareggio, el más famoso club de jazz de su época en el país, donde tocó junto a Ella Fitzgerald; fue asimismo un admirador del pianista Oscar Peterson. Pero fue en los Estados Unidos donde se relacionó más prolíficamente con grandes figuras del jazz, como Louis Armstrong, Dizzy Gillespie y Lionel Hampton. Con su quinteto The Romano Mussolini All Stars viajó a Alemania, Australia, Canadá, Estados Unidos, Kenia, México, Rusia, Corea del Sur y Venezuela. Su discografía incluye títulos como Latin Taste, Satanik, Minor Blues in Saint Louis y Tempo Jazz.

Por lo general, Romano se mantuvo alejado de la política y de los debates en torno al pasado negro de su padre, aunque el hecho de portar el nombre Mussolini en escenarios musicales puede haber asistido a distender las asociaciones más negativas del apellido. Romano condenó las leyes raciales que Benito promulgó y que derivaron en la deportación de aproximadamente siete mil judíos a los campos de exterminio, pero no repudió enteramente el legado político del Duce, llegando a afirmar en una entrevista que el 90% de lo que su padre había hecho era positivo. En 2004 publicó sus memorias tituladas Il Duce Mio Padre, bestseller instantáneo, en las que describió a Benito como un buen hombre de familia. (En su reseña de la obra, Publishers Weekly fustigó: “Se convierte en un retrato interesantemente incompleto del líder vilipendiado, y en un auto-retrato más interesante acerca de la fe, la negación y el poder cegador del amor de un hijo”). También compuso el himno del partido político ultranacionalista de su hija Alessandra (producto de su primer matrimonio con Anna Maria Scicolone, hermana de Sofía Loren), en cuyo portal su fallecimiento fue anunciado el 3 de febrero de 2006.

Fue cremado en una iglesia de Roma al son de himnos fúnebres de Nueva Orleans, ejecutados por músicos y amigos suyos del ambiente del jazz. Como toda figura pública, ha estado rodeado de algún cuestionamiento. Pero una cosa podemos asegurar con certeza. Su legado en el campo del arte ha sido más benigno que el de su padre tirano en la esfera de la política.

Fuerte:cciu.org.uy

 

 

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