Daesh no inventó el Estado Terrorista

JORGE ROZEMBLUM

El fenómeno del yihadismo ha dado a luz numerosas teorías que tratan de explicarlo desde ángulos diversos. Cada historiador lee la misma realidad con otras gafas y remonta las raíces del presente a diferentes hitos del pasado. Pocos, si es que alguno, recuerdan no obstante que el Estado Terrorista no es un invento de Daesh.

En los 70, grupos terroristas palestinos se instalaron en el sur de Líbano, creando una zona fuera del control estatal, conocida como “Fatahland”, por el nombre en árabe de la principal organización terrorista (la OLP de Arafat, que gobierna la Autoridad Nacional desde hace más de 20 años con Mahmud Abbás como su líder heredero).

En dicha zona, el ejército libanés no podía ejercer ninguna autoridad, y más cuando a partir de 1975 se desató una sangrienta guerra civil. Su poder se afianzó hasta tal punto que se convirtió en un Estado Terrorista independiente, a cuyos campos de entrenamiento en armamentos, explosivos, secuestros y otras artes similares acudían de todas partes del mundo, desde los talibanes, muyahidines o tamiles de oriente, a guerrillas sudamericanas o terroristas europeos de IRA y ETA, que luego “retornaban” armados de experiencia y conocimientos que difundían entre los suyos para ahondar en el terror local.

En lugar de actuar en nombre de la ley islámica, lo hacían basándose en lecturas de autores y líderes revolucionarios como el Che, Mao o sus adaptaciones vernáculas.

Pese a ello, muchas de las naciones víctimas finales de las técnicas de terror aprendidas en aquellos lares no sólo no tomaron represalias de ningún tipo contra ese Estado no reconocido, sino que recibieron como héroes a sus representantes (con un Arafat pistola en ristre ante la Asamblea de la ONU o invitado a visitar oficialmente España por el presidente Suarez). ¿Será esa la salida a la actual amenaza de Daesh? ¿Recibirá un sonriente Ban ki-Moon a Abu Bakr el Bagdadi en la gran sala de Nueva York? Esta vez no. Pero no porque el “califa” sea demasiado sanguinario y malvado, sino porque los que lo impedirán son los representantes árabes, para los que Bagdadi es un espejo desagradecido de sus fracasos.

Por cierto, Fatahland no sólo fue un campamento de entrenamiento y adoctrinamiento para asesinos, sino una base para hostigar diariamente a los habitantes del norte de Israel mediante los lanzacohetes múltiples Katyusha que generosamente les aportaba el agonizante imperio soviético. ¿Cómo acabó la historia de aquel primigenio Estado Terrorista? Con una guerra que libró Israel y de la que la memoria colectiva sólo retiene las imágenes de las masacres que las falanges árabes cristianas realizaron en los campos de Sabra y Chatila, aunque las recuerden como de autoría israelí. Ojo con las falsas memorias.

 

 

*El autor es director de Radio Sefarad.


Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío.

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