Albert Einstein sintió que su relación con el pueblo judío era su “relación humana más fuerte” una que trasciende la religión como así también el antisemitismo que los nazis y sus simpatizantes levantaron en su contra.
AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO
¿Hay algún nombre sinónimo más semejante al genio judío que el de Albert Einstein?
Por hablar en contra del antisemitismo y prestarle su nombre a instituciones como el College Albert Einstein de Medicina, se convirtió en un abanderado de la Diáspora.
Como un impulsor destacado de la Universidad Hebrea de Jerusalén y estrella recaudadora de fondos por la causa sionista, se sintió indisolublemente ligado al sionismo.
Pero la relación de Einstein con el judaísmo y con el Estado judío ha sido compleja. Steven Gimbel, profesor de filosofía en Gettysburg College, dice que grupos diversos y a veces opuestos; sionistas y anti sionistas, ateos y judíos religiosos; reclaman a Einstein como propio.
Tienen una buena razón para hacerlo, también.
“Si el hombre más inteligente de la historia está de acuerdo conmigo, entonces mi punto de vista debe ser muy inteligente”, según opina Gimbel, quien ha escrito dos libros sobre Einstein.
Pero si ahondamos un poco más profundo, la complejidad de las ideas de Einstein se revela rápidamente. Einstein desdeñó la revelación divina, sin embargo él creía en Dios. Se distanció del judaísmo ortodoxo, pero sintió una profunda afinidad con el pueblo judío.
Se opuso a la idea de un Estado judío, pero recaudó dinero para la causa sionista y fue invitado a convertirse en presidente de Israel. “Einstein tuvo una personalidad multidimensional, que todo el mundo puede adoptar algo de él y aferrarse a ello”, comentó el director de los Archivos de Albert Einstein, Hanoch Gutfreund, en la Universidad Hebrea. El punto de vista de Einstein sobre lo que es ser judío fue formado tanto en la forma como los demás lo percibían como en la forma que él se percibía a sí mismo. Pudo haber rechazado las prácticas judaicas y sentirse alienado en lo que describió como los “círculos burgueses alemanes judíos”, pero como científico judío revolucionario y abierto, pacifista e internacionalista, fue puesto en la picota por muchos de sus colegas alemanes en la década de 1920 a 1930 por su “ciencia judía”.
Einstein rechazaba ante el nacionalismo. Pero su experiencia personal del antisemitismo y su testimonio de los ataques antisemitas en sus pares judíos europeos lo convencieron de que los judíos necesitaban una patria en Palestina.
“Hasta el final de su vida defendió” su instinto sionista, comentó Gutfreund. Einstein sostenía que él siempre fue un “cosmopolita, pero este nacionalismo se nos impuso y… es una necesidad.”
Nació en Ulm, una ciudad alemana industrial, en 1879. Coqueteó con el judaísmo en su juventud, estaba molesto con sus padres seculares a quienes les exigía que mantengan el casher en el hogar.
Pero sus opiniones cambiaron cuando tenía 12 años, gracias a Max Talmud, un estudiante de medicina judío-lituano que era invitado a la casa de los Einstein para la cena cada semana.
Talmud capturó el interés de Einstein hacia los libros de ciencia, provocando luego su rechazo a la religión.
“A través de la lectura de libros de divulgación científica, pronto llegué a la convicción que muchas de las historias de la Biblia podrían no ser ciertas”, recordó Albert más tarde. “La consecuencia fue una fanática orgía positivista de librepensamiento, junto con la impresión que la juventud estaba siendo engañada intencionalmente por el Estado a través de mentiras”.
El desenganche de Einstein del judaísmo religioso fue coincidente con el rechazo hacia su nacionalidad.
Odiaba lo que él percibe como el militarismo de Alemania del Kaiser Wilhelm II.
Después de que su familia se trasladó a Suiza, a la edad de 17 años, renunció a su ciudadanía alemana. Como para subrayar la negación hacia los orígenes de su nacimiento, en el lugar donde debía colocar su afiliación religiosa, en los papeles de rechazo de ciudadanía, escribió ninguna. Una década más tarde, cuando se vio forzado a enumerar una creencia religiosa en la aplicación para un cargo académico en Praga, escribió, quizás a regañadientes, “Mosaica”.
Einstein pudo haber rechazado el judaísmo, pero no podía rechazar la forma en que otros lo perciben como judío. A pesar de que su estrella fulguró en Europa tras la publicación en 1905 de su teoría de la relatividad y de su famosa ecuación – E = mc ^ 2 – Einstein aún se sentía como judío limitado.
Sospechaba que fue pasado por alto en la Universidad de Praga debido al antisemitismo. Luego que se mudó a Berlín en 1914, su ciencia fue atacada no solamente en sus méritos sino también por los orígenes judíos del autor.
En 1920, un grupo de nacionalistas formó el Grupo de Estudio de Científicos alemanes para la Preservación de la ciencia pura. Su primer objetivo fue la teoría de la relatividad de Einstein, publicada en 1915, que el premio Nobel, Philipp Lenard, menospreció como infectada con un “espíritu extraño.”
Cuando la hiperinflación se apoderó en 1921 y el desempleo aumentó, más personas acusaron a los judíos como chivos expiatorios de la situación.
La visión de Einstein, de un Oriente Medio que diera la bienvenida a los judíos se podría ver más como el estado binacional que tantos judíos temen en lugar de la solución de dos Estados que mucha gente anhela.
Sin embargo, Einstein sentía un profundo vínculo con el pueblo judío, que trascendía la religión, así como el antisemitismo que los nazis y sus simpatizantes dirigieron hacia él.
Cuando Weizmann, primer presidente de Israel, murió en 1952, la presidencia no fue para Einstein una opción, dado que no había estado en Medio Oriente durante los últimos 30 años. El fue refugiado de Alemania desde 1933, y había pasado los últimos 20 años en Princeton, Nueva Jersey, donde era en esos momentos un ciudadano estadounidense. Pero seguía siendo el judío más famoso del mundo.
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