Izzy Ezagui, originario de Florida y gravemente herido en Gaza en 2008, no iba a dejar que la pérdida de su brazo izquierdo le impidiera volver a combatir.
AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO- ¿La parte más difícil? Cargar el fusil de asalto.
Y no porque Izzy Ezagui fuera un novato; más bien, el sargento había perdido un brazo en combate.
Había superado obstáculos burocráticos aparentemente insuperables y puso un anuncio en una base en el Negev. Allí comenzó su siguiente desafío: demostrar que todavía podía luchar.
Ezagui es el único soldado de combate amputado que sirve como oficial en las reservas de las Fuerzas de Defensa de Israel. Para él, volver al ejército significaba demostrarse que su vida podía seguir siendo la misma – incluso con un solo brazo.
“Es extraño enviar a un tipo con un solo brazo al combate”, dijo a JTA. “Estaba tan emocionado por volver atrás y borrar el daño que me hicieron.”
Hoy, siete años después de su lesión, Ezagui viaja alrededor de los Estados Unidos, promoviendo el prestigio moral de Israel y dando discursos de motivación sobre la superación de lesiones.
Pero el elemento más difícil de su recuperación no era físico. Era convencer al ejército de que un soldado manco podía volver a la guerra.
“Cuando desperté, todo era difícil”, dijo Ezagui. “Ya sea por fuerza o pr innovación, siempre había una solución esperándome. Me imaginé que también la habría para combatir “.
Ezagui, ahora de 27 años, creció en una comunidad de Jabad en el centro de la Florida. Se trasladó a Israel con su familia en 2007 y se alistó en el ejército israelí en 2008. Estaba estacionado en la frontera sur, a punto de participar en la invasión de la Franja de Gaza, cuando un proyectil de mortero lo alcanzó, dejándolo inconsciente y arrancándole gran parte del brazo izquierdo.
Poco después de que él llegara al Centro Médico Soroka de Beersheva, Ezagui dijo que resolvió volver a pelear. Ezagui es sionista y siente la obligación de servir en el ejército. Pero dijo que su principal motivación para regresar a las FDI fue el deseo de restaurar su antigua vida.
“Me sentí completo cuando volví”, dijo. “No sentía que me detendrían por lo que pasó, pero estaba seguro de que nunca volvería a ver el combate”.
Funcionarios de las FDI también estaban seguros que Ezagui nunca podría volver a alistarse. Después de su lesión, varios de ellos lo visitaron en el hospital. Pidió a cada uno ayudarle a volver al uniforme, pero todos dijeron que sería imposible.
Luego conoció al Maj.General (retirado) Yoav Galant, entonces jefe del Comando Sur de las FDI. Galant tomó en serio las aspiraciones de Ezagui y empujó su solicitud a través de la burocracia de las FDI. También llevó Ezagui a su casa, y le dio alojamiento. El joven celebró allí el Seder de Pesaj, el primero después de su lesión.
“Pensar que volvería a alistarse al ejército, y más aún fungir como soldado de combate parecía ilógico”, dijo Galant, que ahora es ministro de Vivienda de Israel. “Pero estaba decidido, con mucha fuerza de voluntad.”
Alrededor de un año después de su lesión, en diciembre de 2009, el ejército israelí acordó restablecer a Ezagui con una condición: que superara todas las pruebas que se aplican a soldados de combate durante su formación. Los soldados ordinarios obtienen ocho meses para pasar las pruebas; Ezagui tenía sólo uno.
“Me aseguré de iniciar muy seguro y engañé a todos”, dijo. “Probablemente también a mí mismo.”
Ezagui tuvo que completar tareas que van desde escalar una cuerda hasta lanzar una granada. Vivía en una base del ejército mientras entrenaba, y escalaba una cuerda fuera de la cafetería antes de cada comida. Para quitar el seguro de la granada con una mano, Ezagui envolvía la clavija con cinta adhesiva y sacaba el seguro con los dientes.
Luego hubo que cargar el rifle. Es una tarea que los soldados aprenden en la formación básica -y con dos manos, no es tan difícil. Sostener el rifle, ponerle el cargador, que encaje en su lugar.
Pero sin una mano extra para estabilizar el rifle, el cargador se bota de vuelta tan pronto como se pone. Una y otra vez, trató de cargar el rifle Tavor sin ayuda de nadie; intentó el ejercicio tantas veces que tuvo que descansar su brazo activo en un cabestrillo.
Después de una semana de fracaso, Ezagui cuenta de que sólo había una manera de completar la tarea: parar el rifle en el suelo y presionar el muñón de su brazo izquierdo amputado en la punta del mismo, manteniéndolo en su lugar.
Dolía; el dolor fantasma se desató a través de su cuerpo mientras el borde del rifle cortaba el muñón. Luchó para evitar desmayarse del dolor. Sin embargo, después de unos segundos, la adrenalina corría por su cuerpo. Con la energía extra, Ezagui cargó el arma, la apoyó en su hombro y disparó sobre el blanco.
“Si seguía presionando, sabía que la oscuridad se disiparía; yo estaba impulsado por la adrenalina”, dijo Ezagui. “Noté que estaba desepenándome mejor debido a la lesión. Estaba viendo el blanco más claro. El tiempo se estaba desacelerando. Lo que comenzó como un problema se convirtió en un arma potente para mí”.
Ezagui superó todas las pruebas sin problema.
Cuando fue llamado de nuevo al servicio de reserva en 2012 para la siguiente ronda de combates en Gaza, se encontró, una vez más, estacionado en la frontera. Las tropas no invadieron la Franja, pero el entorno llevó a Ezagui de nuevo a su lesión del 2008.
“Estábamos tumbados en el cemento en sacos de dormir, listos para entrar cuando nos lo ordenaran”, dijo. “Escuché los ronquidos de los reservistas, y pensé ‘Mierda, hay tantas cosas que no he hecho en la vida, y es posible que no las haga nunca'”.
Después de su servicio, Ezagui viajó a Tailandia, donde trabajó como camarero. Comenzó a dar pláticas de superación en los EE.UU. en 2012. Actualmente vive en Brooklyn, Nueva York, y está escribiendo un libro de memorias.
Cada año, Ezagui vuelve a Israel como reservista – algo que la mayoría de varones y veteranos israelíes hacen hasta los 40- 45 años- completando sus ejercicios y caminando por el barro con el resto de su unidad.
“Es parte de lo que soy hoy en día”, dijo. “He logrado mucho y luchado mucho para ello. Sería una lástima no continuar “.
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