MORRIS STRAUCH PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MEXICO
En vísperas de la Primera Guerra Mundial, a principios del siglo pasado, la geografía política de Europa era muy diferente a la de hoy en día. Austria era la mitad del Imperio Austro-Húngaro, Alemania el Imperio Alemán, gobernado por el emperador –Kaiser– Wilhelm II –Guillermo II. Polonia había perdido su independencia y borrada del mapa desde 1795, era parte de los imperios vecinos: Austria-Hungría, Alemania y Rusia, la cual era otro imperio gobernado por el zar Nicolas II. Turquía que era el Imperio Otomano desde 1299 estaba a punto de colapsar. Muchos de los imperios y monarquías sufrirían revoluciones, durante y después de la Guerra Mundial, para convertirse en repúblicas y dictaduras. En el continente americano México se encontraba en plena revolución.
Austria-Hungría que había ocupado desde 1878 el antiguo territorio otomano de Bosnia y Herzegovina lo anexó oficialmente en 1908. Esto y las maniobras políticas del Imperio Ruso, detonaron dos guerras en los Balcanes, sureste de Europa, en 1912 y 1913, lo que empezó a fragmentar y debilitar más el Imperio Otomano. El 28 de junio de 1914, el archiduque austriaco Franz Ferdinand visitó la capital bosnia, Sarajevo, donde seis asesinos de la Mano Negra trabajando para el grupo nacionalista Mlada Bosna, esperaban en la calle el paso de su auto. Hicieron un fallido atentado con granada que dejo heridos en la calle. El archiduque y su esposa Sophie visitaron a los heridos en el Hospital de Sarajevo, al salir su convoy tomó una calle equivocada por donde de casualidad uno de los asesinos, Gavrilo Princip, iba caminando, Princip sacó una pistola, y mató a Franz Ferdinand y a su esposa. Esto no alteró a los ciudadanos austro-húngaros, pero a nivel imperial Austria-Hungría organizó una ola de persecución y matanza de serbios en Sarajevo, Croacia, Bosnia y Herzegovina, después envió un ultimátum a Serbia con 10 demandas difíciles de cumplir con la intensión de entrar en guerra. El Imperio Ruso movilizó sus tropas cercanas a los Balcanes para proteger a Serbia, la cual hizo lo propio y aceptó todos los términos de las demandas Austriacas excepto la de una delegación para que investigara el asesinato del archiduque. Austria respondió el 28 de julio, exactamente un mes después del asesinato, con una declaración de guerra sobre Serbia. Ello arrastró en cadena a las potencias europeas a defender cada una a sus aliados, en menos de un mes Austria-Hungría y el Imperio Alemán – que junto con Italia formaban la Potencias Centrales– ya estaban en guerra con Serbia, Rusia, Luxemburgo, Francia, Bélgica, Gran Bretaña y sus estados asociados: Australia, Canadá, Dominio de Terranova, y Nueva Zelanda; después Montenegro y ¡Japón! se unirían a ellos. La alianza Anglo-Franco-Rusa era conocida como Triple Entente y todos sus aliados como Entente, a los cuales se sumó Sudáfrica, y en 1915 San Marino e Italia –que se desalineo de las potencias centrales por una clausula con Austria de no asistencia militar en caso de que ésta comenzara una guerra y por los intereses de Italia en territorios del Imperio Otomano, contra el cual se enfrentó- y en 1916 Portugal, Rumanía y Grecia se sumaron. Entre finales de 1914 y 1915 el Imperio Otomano y Bulgaria se integraron a las Potencias Centrales contra el Entente, y entre 1917 y 18 se sumaron Estados Unidos y otros 11 países de Asia, África y Latinoamérica al Entente contra las Potencias Centrales. Así se desató la primera guerra global e industrializada, la primera en la que se usarían tanques, aviones y submarinos, mascaras antigas y armas que después estarían prohibidas en conflictos militares, como el gas mostaza y las granadas de implosión, tal vez la guerra más sangrienta en campos de batalla, hasta ahora.
Antes de estallar la Gran Guerra, un 24 de mayo de 1913, un joven austriaco de Braunau am Inn, cerca de la frontera con Alemania, nacido el 20 de abril de 1889, de nombre Adolf Hitler, Adi, como lo llamaban familiares y los pocos amigos que tuvo, [del alemán Adel: nobleza y Wolf: lobo, Ad + olf: lobo noble] se mudó de Viena, Austria, a Múnich a los 24 años, después de recibir la última parte de la herencia de su padre. Adi fue un artista plástico rechazado dos veces -1907 y 1908- de la Academia de Bellas Artes de Viena, que en Múnich se ganaba la vida pintando vistas arquitectónicas. No habiéndose presentado a su tiempo, al servicio militar en Austria, debido a que, de acuerdo con él, “en el ejército había mezcla de razas”, mismo motivo por el cual declaró haber salido de Viena, tuvo que regresar a Salzburg en 1914 por medio de un citatorio policiaco, para reportarse en el ejército austríaco, pero falló el examen físico –o hizo lo necesario para fallarlo- y fue declarado no apto para el servicio militar. Regresó a Múnich y cuando comenzó la Gran Guerra, solicitó y consiguió permiso en agosto del mismo año para enlistarse en el 16° Regimiento de Reserva de Baviera, del Imperio Alemán.
Adi tuvo un desarrollo complicado en su niñez, adolescencia y más adelante, y aún antes de nacer sus antecedentes ya eran complejos. Su padre Alois fue concebido fuera del matrimonio y llevó el apellido materno Schicklgruber más de la mitad de su vida hasta que en 1876, su propio padre Johann Georg Hiedler, – después la d cambiaría por t– finalmente lo reconoció. La madre de Adolf, Klara Pölzl, era prima segunda de Alois y después se convertiría en su tercera esposa, Hitler [del alemán Hütte : choza, cabaña, hitler: habitante de la choza] fue el tercero de los cinco hijos de ese matrimonio, de los cuales solo él y su hermana Paula llegaron a la edad adulta. Tenían otros dos hermanos, hijos del matrimonio anterior del padre: Alois y Angela. Su padre era violento y solía azotarlo en el trasero a menudo, según le confesaría alguna vez a su secretaria. Su familia se mudó con frecuencia, por lo que no tuvo una estabilidad de residencia; en lo escolar hizo una buena primaria pero cayó en apatía en la secundaria – Realschule – en la ciudad de Linz, y tuvo que repetir el primer año. Lo fascinaban las clases del profesor Leopold Poetsch con el tema del pangermanismo -la unificación de los pueblos germanos de Europa en una sola nación- donde le inculcó una fuerte dosis de nacionalismo, antisemitismo y reprobación por la corona de los Habsburgo y el imperio lleno de diversidad étnica. Ya en esa época vivía bajo la amenaza paterna de tener que convertirse en servidor público como su padre, agente aduanal, cuando él quería dedicarse a la pintura, tal vez ello explica la disminución de su rendimiento escolar y la somatización al grado de enfermarse como camino para desertar de la Realschule a los 16 años, de la cual salió bien calificado en dibujo. Esto y la muerte del padre en 1903 llevaron a Adi a una época de esparcimiento junto con su amigo August Kubizek, la cual definiría más adelante como “los mejores años de su vida”. A la edad adulta, en entrevista, Kubizek recordaría que en esa época las ideas antisemitas ya habían arraigado en Hitler. A los 17 años, Adi viajó a Viena donde presentaría dos veces examen de admisión para pintura, sin éxito, en la Academia de Bellas Artes. A los 18, en 1907, perdió a su madre por cáncer de pecho, entonces quedó huérfano y regreso a Viena donde ocupó trabajos de limpieza, cargador y albañil. Por problemas económicos lo desalojaron de su departamento y se fue a vivir a un hostal de varones, a menudo comía en los comedores de indigentes, hasta que en 1910 cambió de giro y se pudo mantener pintando cuadros. En el futuro afirmaría que su antisemitismo se exacerbó en Viena.
Como soldado de infantería Adi peleó en Francia y Bélgica. En octubre de 1914, en la Primera Batalla de Ypres, sobrevivió a la masacre de aproximadamente 40.000 hombres -en el transcurso de 20 días- recién enlistados en nueve divisiones de infantería. Su regimiento de 3600 hombres se redujo a 611, se dice que éste episodio llevó a Adi a ser distante y retraído el resto de la guerra, sin embargo una de sus características fue que la suerte siempre lo acompañaría en el campo de batalla, así como la mala suerte en su vida personal. En 1914 fue condecorado con la Cruz de Hierro, 2da Clase, una condecoración relativamente común. Durante la batalla del Somme, en octubre de 1916, fue herido en el muslo izquierdo cuando un proyectil explotó en la entrada del refugio subterráneo de los mensajeros; fue enviado al hospital de la Cruz Roja en Beelitz, posteriormente fue concentrado en la estación de Múnich, y por petición propia lo reinsertaron a su unidad en marzo 1917. Fue promovido a cabo como mensajero del regimiento, esta asignación aumentó sus probabilidades de sobrevivencia todavía más, ya que los cuarteles generales de los regimientos se encontraban a varios kilómetros detrás del frente, otro golpe de suerte. Ahí mismo en el cuartel general del regimiento recibió su formación militar, revisando las ordenes escritas, conversando con los oficiales y estudiando las características del equipo y armas, así como la historia y la teoría militar.
En 1917, transferidos a Alsacia, a un sector más tranquilo, le fueron robados su amado perro Fuchsl –Zorrito- que le hacía compañía, y su portafolio con trazos y pinturas. Sus compañeros del cuartel general se burlaban de él por su fobia a los temas y chistes subidos de color y por hacer trueque con su tabaco a cambio de raciones de mermelada. No era bien aceptado, lo consideraban antipático: “Lo maldecíamos y lo encontrábamos intolerable. Había un cuervo blanco entre nosotros que no estaba de acuerdo cuando maldecíamos la guerra”.
El 16° Regimiento de Reserva vio suficiente acción en el frente después de la Primera Batalla de Ypres: Somme 1916, Arras y Passchendaele 1917. Al norte de la Villa de Fromelles, en la batalla del Somme, del 19 al 20 julio 1916, los bávaros fueron atacados por los británicos y la Quinta División Australiana recién desembarcada en Francia, la más inexperta de aquel país. El contraataque alemán causó las segundas mayores pérdidas que tuviese el Entente en un día en el frente occidental, más de 7.000 hombres. Aquel fue el día más glorioso que viera el 16° regimiento bávaro en la guerra. En 1918 Adi fue condecorado con la Cruz de Hierro de 1ra Clase, por recomendación de un asistente judío del regimiento, Hugo Gutmann -una ironía de la vida- un honor raramente dado a un cabo. Se la otorgaron después de un ataque en el cual los mensajeros eran indispensables y su regimiento había perdido 60 hombres.
La Gran Guerra fue la gota que derramó el vaso de los imperios, fue el detonante de una serie de revoluciones en cadena, en 1917 en Rusia con la de Febrero, cayó el Zar y entró un gobierno provisional, y la de Octubre en la que los Bolcheviques depusieron el gobierno provisional para salir de la guerra e implementar reformas y un gobierno comunista constituido por Consejos –Soviets. Así la Rusia Soviética, que sustituyó al imperio, firmaría un armisticio con las Potencias Centrales en Brest-Litovsk, el cual llevó el nombre de dicha ciudad, el 3 de marzo de 1918. En Alemania, el 29 de octubre unos marinos de Kiel se amotinaron contra su mando y a los pocos días el Partido Comunista Alemán, la Liga Espartaquista, la República Soviética de Baviera y la Freie Arbeiter-Union Deutschlands siguieron el ejemplo de los marinos y comenzaron una revolución que hizo abdicar al Káiser Wilhelm II. Austria-Hungría pidió un armisticio el 4 de noviembre y Alemania, el 11, en plena revolución, esto puso fin a la guerra con la victoria de los aliados del Entente.
El 15 de octubre de 1918, Hitler y varios de sus compañeros fueron cegados temporalmente por un ataque británico con gas mostaza. Fue hospitalizado en Pasewalk, y en noviembre al enterarse de la derrota de Alemania somatizó y sufrió un segundo ataque de ceguera. Se dice que fue atendido por un médico militar y el psiquiatra Edmund Forster, quien le diagnosticó histeria y psicosis; otros niegan que lo haya revisado un psiquiatra, pero el hecho de que el expediente de Adi haya desaparecido del hospital de Pasewalk a finales de los años 20s, y de que en 1933 Forster se haya suicidado por temor a represalias, lo aclara todo.
Tras los armisticios, las Potencias Centrales firmaron tratados de paz, conocidos como La Paz de París, con los aliados del Entente, entre 1919 y 1920, excepto la URSS que había salido de la guerra en 1917: El de Versalles firmado con Alemania, la cual aparecía como responsable de la guerra, salía de territorio polaco, se le confiscaban sus colonias en favor principalmente de Francia y Gran Bretaña, tenía que desmilitarizarse, pagar compensaciones por 226 000 millones de marcos de oro, que después se ajustaron a 132.000 millones, se creaba la Sociedad de las Naciones, para evitar conflictos de este tipo y Alemania quedaba excluida de la misma. El de Saint-Germain-en-Laye con Austria-Hungría, donde se desmantelo la monarquía de los Habsburgo, el Imperio Austrohúngaro, y Austria quedaba circunscrita al territorio germano parlante. El de Neuilly con Bulgaria en el que ésta reconocía el nuevo Reino de Yugoslavia, pagaba una indemnización de 400 millones de dólares, cedía territorios a Yugoslavia y Grecia, quedándose sin entrada al Mar Egeo y limitaba su ejército a 20.000 tropas. El de Trianon con Hungría en el que regresó territorios a Checoslovaquia, Rumanía y Yugoslavia. Y el de Sèvres con el Imperio Otomano el cual no se ratificó y fue sustituido por el de Lausane en 1923 donde se definieron las fronteras europeas del Reino de Bulgaria, Reino de Grecia, y Turquía. Turquía se retiraba de las islas del Dodecaneso, cedía Chipre, los territorios Saudís, Yemen, Palestina e Irak a los ingleses, Líbano y Siria primero a Francia, en el tratado de Sèvres y con el de Lausane Siria pasó a Gran Bretaña. El Kurdistán fue repartido entre diferentes países, y Armenia se dividió entre Turquía y la URSS. Así con esta guerra cuatro grandes imperios llegaron a su fin y nuevos países aparecieron, el mapa de Europa y Medio Oriente cambio drásticamente.
Alemania tardó 92 años en liquidar su deuda de esta guerra, para 1983 terminó de pagar el capital y para el 2010 la canciller Angela Merkel liquidó el pago de intereses con 70 millones de euros. En total respaldar a Austria-Hungría en 1914 le costó a Alemania el equivalente de 337.000 millones de euros al tipo de cambio del 2010.
Un mito racial y político que circulaba entre la población antisemita de la época, incluido el cabo austriaco, era que Alemania había perdido la guerra por la traición de su población judía, los social demócratas y los comunistas, por la Revolución de Noviembre; no querían ver el hecho de que 12000 soldados israelitas alemanes perdieron la vida en ella. El escribiría más adelante, en el periodo entre guerras, que indignado por las pérdidas alemanas al término de la Gran Guerra pensó: “Cuando yo estaba confinado a la cama, vino a mí la idea de que iba a liberar a Alemania, que la haría grande. Supe de inmediato que se haría realidad.” Y sobre la guerra: “No estoy avergonzado de decir que, arrastrado por mi entusiasmo, me arrodillé y agradecí al Cielo desde el fondo de mi corazón… por haberme permitido vivir en ese tiempo”. Al leer eso me di cuenta que, en contraste con sus compañeros de regimiento que padecieron por la guerra, Hitler encontró en ella y en el ejército, una forma de ser “útil”, encontró su zona de confort, el hogar que no tuvo ni en su casa ni en Viena.
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