Parte de mi familia ha tenido que ver mucho con los campos de concentración de la época de la II Guerra Mundial. Algunas historias son trágicas, otras sorprendentes. He aquí mi modesto homenaje a unos y otros que tuvieron que confrontarse con la peor barbarie inventada por el ser humano.
IRVING GATELL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – A juzgar por las evidencias documentales disponibles (que no son tantas, pero sí suficientes), la familia Gatell tuvo su origen en la ciudad costera de Tarraco, hoy Tarragona, en Catalunya. Somos, por herencia ancestral, sefarditas.
Gatell significa, en catalán, algo así como “gatito”. Etimológicamente, exactamente lo mismo que Gathey (aragonés) y Gateño (lusitano-gallego). Así que es probable que haya un parentesco entre las tres familias (aunque no he podido encontrar registros de que los Gathey hayan sobrevivido hasta hoy; los Gateño sí, son bastante numerosos).
En 1492 la familia se dividió, como consecuencia del Decreto de Expulsión firmado por los Reyes Católicos de España, Fernando e Isabel. Una parte optó por el exilio, otra por la permanencia tras recibir el bautismo.
Los que siguieron el camino del exilio se establecieron primeramente en Portugal, pero la persecución de la Corona Española los alcanzó también allí: en 1497 se decretó el bautismo obligatorio de todos los judíos. Esta vez no hubo opción, ni siquiera por el exilio. Se tienen registros de esa época que señalan que familias de apellido Gatell tomaron el apellido Henriques, un apellido bastante repetido –y también bastante ilustre– entre sefarditas portugueses. Así se trasladaron hacia Amsterdam, y una vez que pudieron retomar la práctica del Judaísmo abiertamente junto con toda la comunidad local, la familia se trasladó hacia Alemania. Allí recuperó el apellido antiguo, aunque adaptado a la ortografía teutónica: Gattel.
Allí, hacia la segunda mitad del siglo XIX, Borchard Gattel comenzó sus actividades como comerciante y terminó por fundar la que vendría a ser la más prestigiosa fábrica de sombreros en Berlín. Borchard tuvo tres hermanos: Moritz Gattel y Leo Gattel. De estos no tenemos más información. Pero de Borchard sabemos que se casó con Bertha Sternberg, y que sus hijos fueron Richard Gattel y Max Gattel, quienes se hicieron cargo de la “hutfabrik” después de la muerte de su padre. Richard Gattel se casó con Ella Pinthus y Max Gattel con Anneliese Hirsch. Ambos tuvieron únicamente hijas: las del matrimonio Gattel-Pinthus fueron Lotte y Anni, y la de los Gattel-Hirsch fue Inge. Aparte, sabemos de tres hermanas de Richard y Max: Ella, Lucy (de casada Blumenberg) y Claire (de casada Hertzberg). Todos ellos, a excepción de Lotte y Anni Gattel-Pinthus, murieron en la Shoá (Holocausto). Lotte y Anni, militantes sionistas desde su juventud, lograron sobrevivir y se trasladaron a Israel, donde murieron a una edad muy avanzada.
Pero la familia se había extendido previamente. Algunos se habían establecido en Francia, y sabemos que desde el siglo XVIII un Gattel llegó a Lombardía, donde se asimiló al Catolicismo y le dio inicio a una amplia familia presente en muchas ciudades del norte de Italia.
Sin duda, el más aventurero fue Ignaz Gattel –mi tatarabuelo–, también alemán, de quien sólo sabemos que en 1861 aparece en México, y con él fue que comenzó la andanza de la familia en estas tierras. Hace un poco más de un siglo, un empleado del registro civil en Orizaba, Veracruz, no pudo escribir correctamente el apellido y accidentalmente nos devolvió la ortografía catalana original: Gatell.
Otros integrantes de la familia Gattel ya se habían establecido en los Estados Unidos. Mención especial merece Felix Gattel (1870-1904), natural de San Francisco, que fue el primer alumno de Sigmund Freud.
En Europa, el apellido siguió mutando debido a razones tan simples como lógicas. La primera es la evidente relación del nombre Gatell o Gattel con los gatos, así que pronto apareció el apellido Kittel, que luego se adaptó al inglés como Keitel (dicen las malas lenguas que el célebre actor Harvey Keitel es parte de la familia). Y conforme fueron migrando hacia Polonia y Rusia, aparecieron otras posibilidades: Gaitel, Goteil, Gotail, Gotheil, Gotajl, Gothjeil, Gothajl, Gatajl, Getel, Gethel.
Los que se quedaron en España también tienen su historia. El más célebre de todos, sin duda alguna, fue el navegante y explorador catalán Joaquim Gatell i Folch (1826-1879), autor de la primera cartografía de la zona de Marruecos y sus alrededores. Especialista en cultura e idioma árabe, fingió convertirse al Islam y tomó el nombre de El Caid Ismail, para llevar a cabo misiones de espionaje entre 1861 y 1878.
Más reciente, José Vivés Gatell (1888-1978) fue un destacado clérigo de Tarragona (la cuna ancestral de la familia), que recibió el título honorario de Monseñor. Y ya más para acá en cuanto a fechas, destaca la escritora Angelina Gatell, nacida en 1926, y una de las más destacadas autoras españolas de literatura juvenil (les recomiendo ampliamente el libro El Hombre del Acordeón). Otro: Josep María Gatell (1951) es, hoy por hoy, uno de los más importantes especialistas del mundo en la investigación sobre el VIH (SIDA). Y también Marina Gatell (1979), una de las más reconocidas actrices españolas en el medio teatral.
Como muchas familias españolas, los Gatell llegaron a diferentes lugares de América Latina. En 1834, Fidel y Francesc Gatell i Moragas llegaron a Puerto Rico, procedentes de Barcelona. De familia aristocrática, pronto ocuparon roles destacados en la población de Añasco, donde Fidel fue alcalde de 1844 a 1847. Allí se casó con Ana María de los Reyes García de Quevedo, descendiente del célebre poeta Francisco De Quevedo y Villegas, e hija de aristócratas venezolanos que habían huido hacia Puerto Rico tras el triunfo de la revolución de Simón Bolívar.
Su hijo José María Gumercindo del Carmen Gatell García de Quevedo (es en serio; así se llamó) siguió sus pasos en la política, y también se destacó por su liderazgo en la Masonería local. Estuvo al frente de la Logia Hijos de la Luz a partir de los años 1896 y 1903.
Los Gatell se ramificaron principalmente hacia Argentina, pero también a Chile y los Estados Unidos. Nacido en Argentina, ha destacado notablemente Juan Francisco Gatell (1978), uno de los valores juveniles más importantes en la ópera en Europa.
Pero volvamos a los Gatell que se quedaron en España. El fascismo también los alcanzó allá. Francisco Gatell (o Francisco López-Gatell, según otros documentos) fue militar republicano. Por ello, al iniciar el levantamiento de Francisco Franco contra la República, combatió al lado de la mayoría de los catalanes.
Para evitar que su hijo mayor fuese reclutado y enviado al frente, lo ingresó al ejército y lo “contrató” como chofer propio. Viendo que el desenlace de la guerra iba a ser a favor de Franco, a su esposa y sus tres hijos menores los envió a Francia con la instrucción de conseguir lo antes posible boletos para venir a México.
Francisco Gatell y su hijo fueron finalmente arrestados por las tropas franquistas, y enviados a un campo de concentración en Francia (en la zona controlada por el régimen de Vichy, aliado al Nazismo). Fue uno de tantos campos en donde estuvieron arrestados o fueron ejecutados muchos republicanos españoles, opositores a Franco.
Estando allí, llegó la orden de fusilar de inmediato a todos los prisioneros catalanes. Pero sucede que el capataz del campo no entendía español, y la orden había llegado en ese idioma. Vio la carta y preguntó si alguno de los prisioneros podía traducirla al francés. Gatell se levantó y se ofreció para hacerlo. Al ver su sentencia de muerte escrita y sabiendo que, pasara lo que pasara, el asunto no podía ser peor, decidió correr el riesgo: fingió traducir la carta y dijo que era una orden para abandonar en el bosque a todos los prisioneros catalanes.
El capataz se tragó el cuento. Así se salvaron dos Gatelles y varios republicanos españoles.
Francisco Gatell se dirigió hacia la zona de Francia que no estaba bajo el régimen de Vichy, y allí consiguió boletos para venir a México a buscar a su esposa e hijos menores. Para su sorpresa, los encontró en el mismo barco: no habían logrado salir antes de Europa.
La familia llegó a México en 1939 o 1940, y aquí se asimilaron como tantas otras familias de refugiados catalanes. Francisco Gatell hijo, uno de los tres pequeños que primero se habían quedado con la mamá, llegó a ser uno de los mejores urólogos del mundo.
Es curioso. Nunca hemos sido una familia numerosa, así que resulta un tanto cómico que cuando nos topamos alguno de los ocho o nueve Gatelles que andamos por aquí, resulta que no somos parientes cercanos (seguro somos parientes, aunque nuestras familias se separaron hace unos 500 años). Y, sin embargo, todos tenemos una historia que contar relacionada con campos de concentración de la II Guerra Mundial.
Pareciera que la sombra del fascismo de aquel entonces tenía que alcanzarnos donde quiera que estuviésemos.
Pero aquí seguimos. Desde los Gotheil rusos hasta los Gatell de México, expulsados de Catalunya en 1492 o 1939, judíos o católicos (es un decir; como buena familia catalana de origen judío, los Gatell católicos han sido bastante poco o muy nada religiosos –permítaseme el dislate gramatical–), mi extraña familia sigue produciendo médicos, actrices, exploradores, escritores, músicos, uno que otro masón, pero eso sí: todos bastante irreverentes.
Como si nos hubieran sacado de la película de los Aristogatos.
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