Ambas están convencidas de que no fue un suicidio. La madre evoca detalles de lo que vio la noche en que Nisman fue hallado en su departamento.
AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Sara Garfunkel, la madre del ex fiscal Alberto Nisman, de cuya muerte se cumple un año el próximo lunes, ofreció un extenso reportaje, junto con la hermana de Nisman, Sandra, a la Agencia Judía de Noticias. Ambas se muestran convencidas de algo. A Nisman lo mataron.
A ninguna de las dos les cierra la hipótesis del suicidio y reclaman: “No se mató, queremos saber cómo y cómo fue todo armado”. La madre de Nisman, además, relata lo que vio cuando entró al departamento de Nisman, la noche del fatídico hallazgo.
Lo que sigue son fragmentos de la entrevista realizada por Daniel Berliner, que acaba de ser difundida por la Agencia Judía de Noticias.
“Deseo que no se cierre (la causa) ni que siga eternamente la carátula como ‘muerte dudosa’, sino saber algún día cómo murió: si lo decidió él, si lo obligaron, qué pasó con mi hermano”, matizó Sandra Nisman. “¿Qué habría pasado si me hubiese quedado todo el fin de semana?” con él en su departamento, se cuestiona Sara Garfunkel.
También disintieron: “no se mató, quisiera saber qué pasó y cómo fue todo el armado”, aseguró Sara con convicción de madre; “deseo que no se cierre (la causa) ni que siga eternamente la carátula como ‘muerte dudosa’, sino saber algún día cómo murió: si lo decidió él, si lo obligaron, qué pasó con mi hermano”, reclamó Sandra.
Pero coincidieron en que “no les cierra” la hipótesis del suicidio, fundamentalmente por su estado de ánimo previo y por la posición final del arma. Sara Garfunkel relató pormenores de ese 18 de enero de 2015, cuando entró a la casa de su hijo y agregó, “¿Cómo sé yo que a él le entregaron un arma y que él pidió un arma?”
“¿Qué habría pasado si me hubiese quedado todo el fin de semana?” con él en su departamento, se cuestiona Sara, comprensible, pero injustificadamente…
-¿Cómo están después de este difícil año?
Sandra Nisman- La respuesta es un poco obvia, sobre todo cuando se acercan estas fechas, uno recuerda todo lo que pasó, los días anteriores, los días posteriores, durante todo el año, así que es inevitable, si bien no con la intensidad del año pasado, es inevitable estar mal y sentir la ausencia de Alberto.
-¿Ustedes perciben el acompañamiento de la sociedad, más allá de que hay una parte que ha tratado de lastimar la figura de Alberto?
S.G.- Sí, percibo que sí, que nos están acompañando.
S.N.- Eso es lo que nos ayuda también a no bajar los brazos y nos hace sentir mejor y que nos hizo sentir mejor en momentos difíciles en que había que escuchar mentiras y distintas cosas.
-¿Cómo vivieron cuando se lo maltrató a Alberto socialmente?
S.N.- Fue muy duro, porque todavía no pudimos procesar la muerte de improviso de Alberto y en ese momento mucho menos. Tras estar procesando todo eso, estar escuchando las cosas que se escuchaban, que eran mentiras y con un claro objetivo. Fue muy duro y además sentíamos que faltaba Alberto, que era el único que se podía defender. Nosotros, más allá de lo personal, del resto de las cosas no estamos al tanto. Hablar así de una persona que no se puede defender, que está muerta, con el dolor de la familia y a flor de piel, fue muy difícil.
-¿Cómo está llegando a este aniversario?
S.G.- Es duro.
-Yo siempre pensé en dos cosas: los últimos momentos de Alberto y su situación personal cuando le tocó abrir esa puerta. ¿Cómo fue ese día?
S.G.- No lo podía creer. Hasta que no entré al departamento, yo pensé que se había ido y no había vuelto a la noche. Pero a medida que fui entrando al departamento, estaba todo como si estuviera bien, estaba todo en orden. Como si él estuviera vivo ahí y hubiera salido. Menos en el baño.
-¿Usted entró creyendo que él estaba vivo?
S.G.- Yo pensé que no estaba ahí adentro. Al ver el diario, yo pensé que no estaba. Entré y empecé a prender todas las luces. En el dormitorio estaba la puerta cerrada, ahí fue cuando yo no me animé a abrir y le dije al custodio que la abra él. Yo no pensé nada, pero no me animé a abrir la puerta. No había nadie, y después había luz en el baño… y bueno. Y ahí vi.
-Cuánto coraje. ¿Este cambio que hubo ahora, de la fiscal a la jueza, le genera algún optimismo?
S.G.- No sé, la verdad que no sé. A mí me llama la atención que después de un año acepte. Nada más que eso, porque no lo quiso aceptar durante el año las veces que se lo dijeron.
-¿Él en algún momento Alberto anticipó familiarmente que iba a hacer esa denuncia?
S.G.- Sí, yo lo sabía. Él compartía su trabajo cuando quería.
S.N.- En general nos avisaba cuando iba a hacer algo público, para que nosotras estuviéramos al tanto.
S.G.- En febrero dijo, ‘cuando vuelvo de afuera, (del viaje a Europa)’. El volvía a fin de Enero.
S.N.- El 31 de diciembre, en la noche de fin de año, conversamos y ahí nos dijo, ‘cuando yo vuelva del viaje, porque él volvía el 24 de enero. Nos dijo ‘después de que yo vuelva, les quiero contar que voy a hacer esta denuncia’ y dijo contra la presidenta.
-¿Su recomendación fue que no lo hiciera?
S.G.- Para mí se tendría que haber ido de la causa AMIA, pero años antes. Pero bueno, no me hizo caso. Mi mamá cuando vivía también le decía.
-¿Tiene alguna expectativa de lo que a Justicia se refiere?
S.G.- No, si después de un año no hicieron nada, para mí es medio difícil. Pero ojalá que sí, que pase algo.
-Este Gobierno trajo una impronta distinta, tanto en el tema AMIA, como en el tema Nisman
S.G.- Vamos a ver qué van a hacer.
S.N.- La intención es muy buena y es muy alentador todo lo que están haciendo. El tema es que después de un año, muchas pruebas y muchas cosas ya se perdieron. Si en las primeras horas o días no se investiga a fondo, después es muy difícil. Es complicado, D’s quiera que se llegue a la verdad de lo que pasó. Pero cuando pasan los primeros días sin haberse tomado todos los recaudos que se tendrían que haber tomado, por mejores intenciones que haya, que obviamente hay que tratar de hacer todo lo posible, es mucho más difícil. Está la causa AMIA, es infinitamente más difícil después de tantos años.
-¿A Alberto lo mataron?
S.G.- Sí.
S.N.- O lo ayudaron a matarse. No sabemos.
S.G.- Para mí que lo mataron. Es muy simple, por varias cosas. Primero, como apareció el arma. Ya con eso está. Por la manera como apareció el arma, ¿si él se mató, cómo apareció el arma de la manera que apareció?
-¿Usted percibió que el lugar fue previamente tocado?
S.G.- No, estaba todo igual como yo lo había visto el viernes. Todo igual. Todo en orden. No había nada tocado. No había nada alterado, había estado el viernes a la tarde, y esto pasó el domingo. Su personal doméstico estuvo el jueves. Estaba todo igual. Hasta el dormitorio estaba bien.
-A veces pienso en las opciones, se dijo que lo mataron o tal vez le soltaron la mano mal.
S.G.- Pongamos que sí, pero que me expliquen entonces cómo apareció el arma ahí. ¿Cómo sé yo que a él le entregaron un arma y que él pidió un arma? ¿Dónde está escrito? Lo mismo que dicen que le pidió un arma al custodio. ¿Dónde está escrito que pidió un arma? Lo dicen ellos.
-¿La duda es cómo llega el arma al lugar?
S.G.- Eso no me interesa. Como él apareció, el cuerpo, dónde apareció el arma, cómo hizo si se mató él para que el arma aparezca en ese lugar. Cuando yo abrí la puerta no vi nada, yo lo vi a él. Salgo y llamo a Swiss Medical, viene el médico, asoma la cabeza y dice ‘hay un arma’. Cerró la puerta y se fue. Entonces yo digo ‘yo no vi ningún arma, quiero ver’. Miré de vuelta y se veía el mango del revólver acá (hombro). Entonces yo no entiendo como hizo el arma para aparecer abajo del hombro izquierdo.
-¿El médico de Swiss Medical no estuvo solo ahí adentro?
S.G.- Él asomó la cabeza, dijo ‘hay una arma’ y se fue. Nada más. (El arma) estaba debajo del cuerpo, se veía el mango nada más. Un pedazo del mango del revólver. Cuando él dijo ‘hay un revólver’, yo asomé la cabeza y ahí lo vi. Entonces, que me expliquen cómo hizo para matarse con el revólver ahí, nada más que eso. Hablo de la ubicación del arma. En los tantos allanamientos que hubo ahí y todo, había un jefe de Policía, que yo le preguntaba, que me explique, y ninguno me explicaba. Todos me daban vuelta. No me querían explicar por qué el arma estaba ahí y cómo hizo para matarse. Y ninguno me quería explicar.
-¿Notó que lo que ocurrió en ese departamento fue una cuestión sin control?
S.G.- Nadie entró al baño hasta que vino la fiscal. Yo estaba ahí sentada y hasta que no vino la fiscal, yo de ahí no me moví. Después sí me levanté, pero nadie entró y encima habían puesto de Gendarmería a un muchacho, porque el capo de Gendarmería me quería sacar de la pieza y yo no me quería ir, entonces puso a un muchacho en la puerta del baño para que yo no entre. Y yo me quedé ahí sentada. No sé por qué lo hice porque nunca me pasó una cosa así y nunca tuve nada que ver con la Justicia. Me quedé ahí. Para qué me quedé, no sé. Cuando vino la fiscal, ahí me levanté.
S.N.- A mí lo que me cuesta entender, no soy psicóloga, es que él, mientras el sábado seguía trabajando, porque consta a través de fotos que él mandó y de llamados que hizo, y además como estaba toda su mesa. Además, tenía papeles de trabajo en la mesa, en su mesita de luz de la pieza, en la mesita ratona del comedor. Había estado trabajando el sábado hasta último momento, pidiéndole el viernes a mi mamá también que le compre comida para el lunes, planificando toda su semana laboral, me cuesta que me entre en la cabeza que de un segundo para el otro, que mientras estaba haciendo todo eso, se preocupe por pedir un arma para instantáneamente matarse. Eso es lo que no me cierra, pensándolo objetivamente. No sé lo que le puede pasar por su cabeza y su situación, pero la verdad es que no me cierran esas dos cosas tan opuestas: estar preocupado por defender su denuncia al día siguiente, por las cosas domésticas del día siguiente y a la vez llamar, pedir un arma y matarse y dejar todo. Eso es lo que a mí no me cierra.
S.G.- No voy a decir lo que yo pienso porque no quiero tener problemas. Pero de todas formas, hasta las ocho de la noche, él a las ocho le mandó un whatsapp con la foto a Waldo (Wolff) el sábado. Si el viernes a la tarde, cuando yo voy, me dice que le compre comida para el lunes a la mañana, que viene la muchacha, y yo le digo ‘¿querés que te cocine yo hoy?’, me dice no, el lunes viene la muchacha, no tenía pensado hacer nada, sino no me hubiera mandado a mí a comprar. Lo que yo me puse a pensar es qué hubiera pasado si yo me hubiera quedado ahí con él, el fin de semana en su casa.
S.N.- Nunca te ibas a quedar porque él estaba trabajando ahí.
S.G.- Uno puede pensar qué hubiera pasado si yo le hubiese dicho que me quedaba ahí todo el fin de semana.
-Cuando uno hace memoria del destrato por parte del Gobierno que se fue, ¿eso le sigue rebotando en la cabeza?
S.G.- Eso ya está, de quién vino, la verdad que ya está. Me dio bronca en su momento, obvio. Eso no me importa.
-¿Hay falta de esperanza?
S.G.- Se pasó todo un año. Porque es la verdad. La jueza era la misma. Yo no creo, ojalá que sí. Yo estuve todo el año.
S.N.- Yo esperanzas tengo si las cosas se encaran bien.
S.G.- Yo lo que quisiera saber es qué pasó, para mí él no se mató. Como primera medida, entonces, qué pasó, qué fue todo el armado, cómo hicieron todo.
-Se va a cumplir un año, ¿qué mensaje hay al establishment político?
S.G.- No puedo decir nada. Porque todo lo que pueda decir va a ir en mi contra. Que se esclarezca, no si él se mató o lo mataron, que se esclarezca todo lo de alrededor. Porque a él lo mataron, no se mató. Entonces, que se esclarezca todo.
S.N.- Yo quisiera saber, algún día, o sea que no se cierre o que no siga eternamente como muerte dudosa la carátula, sino saber algún día cómo fue que murió, si lo decidió él, si lo obligaron, saber qué pasó con mi hermano.
Fuente: El Clarín
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