La metafísica de la Kipá

BERNARD HENRI LEVY

Qué extraño debate ha estado sucediendo en Francia. Una cacofonía, realmente- ¡sobre la kipá!



AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Están los buenos doctores, notablemente Rony Brauman, fundador de Médicos Sin Fronteras, que perciben en la kipá o solideo una señal de “lealtad” a la política de la diabolizada Israel.

Están los cínicos que, como en el año 2012 cuando Marine Le Pen quiso recoger en las redes de una única ley a los fanáticos del velo y a los partidarios de la kipá, han saltado para insinuar que la kipá es un símbolo “ostentoso”, no diferente del shador o niqab.

Está el momento muy bochornoso en que toda Francia estuvo remachada por una disputa tan vieja como la misma vida judía, tan antigua como los rabinos de Lituania, Galicia y otras partes, quienes tuvieron que arbitrar constantemente entre el mandamiento relativamente reciente de cubrir la cabeza y el imperativo mucho más antiguo (tan antiguo como Noé) de descubrirla y así salvar la propia cabeza de uno siempre que los pogromistas sacaban sus cuchillos.

Estuvo la agitación, en su mayor parte bien intencionada y acompañada por algunos gestos nobles (el presidente considerando “intolerable” que ciudadanos franceses deban tener que ocultarse; el primer ministro prometiendo proteger, a lo largo de toda Francia, a los ciudadanos tomados como blanco por el extremismo islámico; un grupo de partidarios respondiendo al llamado del gran rabino de Francia, un escritor que, tras la exposición a la ignorancia de los esbirros de la nueva barbarie, florece sus Levinas y su kipá en televisión)- un psicodrama entero acerca de una pieza de la vestimenta promovida al rango de objeto transicional o símbolo de una república cansada de sí misma (“la kipá es Francia”; “somos todos judíos vistiendo kipot”; la ráfaga de hashtags virtuosos que desaparecieron de la web tan rápido como habían aparecido; e incluso solideos confeccionados en los colores del equipo de futbol olímpico de Marsella o en la imagen de Batman).

Y obviamente no podemos olvidar (porque esto es lo que provocó el debate actual) que están las imitaciones de la banda de los bárbaros, los emuladores de Mohamed Merah (quien mató niños en una escuela judía en Toulouse en marzo del 2012) y de los hombres que llevaron a cabo los asesinatos en el mercado kosher en París en enero pasado, para quienes llevar un yarmulque, uno verdadero, es ahora tan bueno como una licencia para matar.

No puedo evitar preguntarme acerca de la probable reacción ante todo este tumulto por parte de los usuarios prominentes de yarmulque- incluidos Benny Lévy, André Neher, Léon Ashkenazi y otros de mi conocimiento -de seguir ellos con vida. Pero tendré que contentarme con recordar algunas verdades de la historia y pensamiento.

Por ejemplo, que para los que lo llevan (y no soy uno de ellos) la kipá,  no es una señal de sumisión sino una de separación.

Que la kipá separa el cuerpo del usuario del cielo que él no puede alcanzar y de la tierra que él continúa habitando sólo a costo de infinitas precauciones.

Que el uso de la kipá- debido a que es la señal de esa separación y de ese límite, y debido a que es una de las expresiones de esa interrupción sin ruptura, de esa delimitación del yo, que está en el centro del espíritu del judaísmo; debido a que dice, en esencia, que el mundo no es una masa amorfa en la cual coexisten en perezosa unión las cosas de esta tierra, los nombres del Más Alto, y el yo que los contempla- no es un actos sagrado sino, en el verdadero sentido, uno santo.

Que especialmente santa es la afiliación de los que aplican gran importancia a la kipá no con los lugares de esta tierra sino con el largo, largo trecho de los siglos del cual ellos sacaron inspiración y fuerza; no con el espacio explorado hasta el hastío por nuestras webcams y sobre el cual hay menos y menos que decir; sino con el tiempo, ese otro tiempo habitado por los todavía capaces de reflexionar sobre la teoría de los dos infinitos de Pascal, sobre el descubrimiento embriagador de Proust de una forma de tiempo y duración que es el verdadero hogar del hombre, o (¡y esto equivale a lo mismo!) sobre una página del Talmud donde nos preguntamos, como en tiempos inmemoriales, el motivo por el cual Rabi Akiva se refiere a dos gotas de leche cayendo sobre un pedazo de carne mientras Rabi Eliezer dice tres.

Y finalmente quiero hacer hincapié en que todo esto constituye una aventura singular propia de cada uno de nosotros, una odisea del espíritu tanto como del cuerpo, una búsqueda acerca de la que los agentes de la ejecución moderna del tiempo ya no tienen más la más débil idea.

Dejen que los que eligieron usar la kipá vivan en paz.

Si, sus derechos civiles deben ser protegidos. Si, sus amigos deben defenderlos. Pero más que nada debemos dejarlos en paz para experimentar, como ellos han aprendido a hacer durante el lento curso de los siglos, su interacción con los mundos de la materia y el espíritu.

Estamos lidiando con un poco de tela, una partícula que estoy tentado de interpretar en dos sentidos de la palabra, el material y el histórico-lingüístico, uno significando una parte pequeña, una parte minúscula, escasamente visible; el otro la partícula nobiliaria, significando distinción y nobleza.

En este último sentido, el secreto de esa partícula, su contribución única al embellecimiento de un mundo que Baudelaire creyó que ya estaba cayendo en la diferenciación enojadiza de una humanidad privada del Otro, la intensidad de lo que esa partícula suma a la economía del ser y de las naciones- estas son cosas demasiado preciosas como para ser arrojadas a los lobos de una Opinión que confunde todo.

¿Podemos no permitir que los que lo llevan, los que han elegido recorrer el camino libre de la vida en la sombra tenue de una kipá, construyan- pacífica y pacientemente a lo largo del tiempo -su parte del mundo venidero?

Fuente: Algemeiner- Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México

Bernard-Henri Lévy es uno de los más afamados filósofos de Francia, periodista y autor muy vendido. Es considerado un fundador del movimiento de la Nueva Filosofía y es un pensador líder en cuestiones religiosas, genocidio y asuntos internacionales.

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