Normalizar a Irán

¿Por qué los liberales están haciendo campaña para hacer aceptable a este régimen tan poco liberal?

AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – En Siria, Bashar Assad está tratando de amansar a sus enemigos bloqueando las caravanas humanitarias para los civiles desesperados que viven en poblados sitiados. La política es llamada “muere de hambre o arrodíllate”, y es apoyada abiertamente por Hezbollah y tácitamente por Irán, el cual ha desplegado a su Fuerza Quds de élite para ayudar en la campaña bélica del Sr. Assad.


¿Entonces qué mejor momento para que los liberales juiciosos pregunten: “Es Irán realmente tan malvado?”


Ese es el titulo de un ensayo revelador en Politico por parte de Stephen Kinzer, un ex periodista del New York Times ahora en la Universidad de Brown. “La demonización de Irán es posiblemente la más bizarra y auto-derrotista de todas las políticas exteriores estadounidenses”, comienza el Sr. Kinzer. “Los estadounidenses ven a Irán no simplemente como un país con intereses que a veces están en conflicto con los nuestros sino como una fuente implacable de maldad.”


El ensayo del Sr. Kinzer fue publicado el domingo, cuando fueron levantadas las sanciones contra Teherán y cuatro de los rehenes estadounidenses llegaron a casa después de encarcelamientos extensos. La administración Obama insiste públicamente en que el acuerdo nuclear no significa que EEUU deba asumir una opinión benigna de Irán, pero los partidarios más entusiastas del acuerdo piensan lo contrario. “Nuestra percepción de Irán como una amenaza para los intereses vitales estadounidenses está cada vez más desconectada de la realidad”, escribe el Sr. Kinzer. “Los acontecimientos de la semana pasada pueden comenzar lentamente a erosionar el impulso que lleva a los estadounidenses a creer que el patriotismo requiere que odiemos a Irán.”


Que pensamiento extraño. Mi propio patriotismo nunca ha sido tocado en una u otra forma por mis opiniones acerca de Irán. Tampoco odio a Irán—si por “Irán” uno quiere decir los millones de personas que marcharon junto a Neda Agha-Soltan cuando ella fue abatida por matones del régimen en la Revolución Verde del año 2009, o los compañeros de viaje de Hashem Shaabani, el poeta iraní-árabe ejecutado hace dos años por “librar la guerra contra Dios,” o los miles de candidatos que son proscriptos rutinariamente para presentarse para el Parlamento por ser insuficientemente leales al Líder Supremo.


Este es el Irán al que deben apoyar liberales como el Sr. Kinzer, no los usurpadores teocráticos que afirman hablar en el nombre de Irán mientras pisan sobre los cuellos iraníes. Pero estamos a mucha distancia del día en que una política exterior estadounidense liberal significaba dar forma a nuestros intereses en torno a nuestros valores—no al revés—mucho menos apoyar las aspiraciones liberales de la gente en todas partes, especialmente si viven en dictaduras anti-estadounidenses.

La política exterior liberal de hoy día, para adaptarse a Churchill, es apaciguamiento envuelto en realismo dentro de la equivalencia moral. En lo que concierne a la política para Irán, eso significa creer que hemos pecado al menos tanto contra los iraníes como ellos han pecado contra nosotros; que nuestros intereses de seguridad nacional requieren que lleguemos a un acuerdo con los iraníes; y que la mejor forma de calmar las sospechas—y, con el tiempo, disminuir la influencia—de los intransigentes iraníes es involucrando cada vez más estrechamente a los moderados y demostrando siempre mayor flexibilidad diplomática.


Esa es una teoría ordenada, demostrada como equivocada cada vez. El gobierno de Carter saludó al Ayatola Khomeini como “un santo.” Nuestra embajada fue capturada. Ronald Reagan envió a Khomeini una torta de cumpleaños, junto con armas secretas, para facilitar la liberación de rehenes en Líbano. Algunos rehenes fueron puestos en libertad, mientras que otros fueron tomados en su lugar. El mundo dio la bienvenida a la elección del presidente “moderado” Mohammad Khatami en 1997. Durante su segundo mandato fueron expuestas las plantas nucleares ilícitas de Irán. 


En el año 2009, en vísperas de las elecciones presidenciales, Roger Cohen del New York Times celebró “la vitalidad de una sociedad cambiante y altamente educada” que él había encontrado en sus visitas a Teherán. “La equiparación de Irán con el terror hoy es simplista,” escribió. Después de la elección, él corrió por su vida a causa del terror de la misma milicia callejera que había asesinado a Agha-Soltan.


Ahora se espera que creamos que el cambio por el que el Sr. Cohen y otros habían esperado ha llegado finalmente. La prueba, supuestamente, es que el régimen hasta ahora se atuvo a sus promesas nucleares (a cambio de una ganancia inesperada de u$s100 mil millones), que liberó rápidamente a los marinos de Estados Unidos (después de anotar un pequeño golpe de propaganda), y que permitió irse a los otros rehenes (aunque sólo después de casi capturar a la esposa y madre de uno de esos rehenes a su vez, y luego después de una recompensa adicional de u$s1.7 mil millones por parte de Estados Unidos).


¿Estas son las señales de un régimen nuevo y mejorado? ¿O meramente de uno al que se le están dando nuevamente buenas razones para creer que puede siempre extraer un soborno por su mal comportamiento? La noción de riesgo moral, fundamental para la economía, tiene también una dimensión de política exterior. Cualquier país que cree que nunca se le harán pagar los riesgos que asume tomará riesgos siempre mayores. Esto es suficientemente malo cuando el país en cuestión es Grecia. Esto es Irán.


Irán se convertirá en un país “normal” sólo cuando deje de ser una República Islámica. En el ínterin, la única pregunta es cuan lejos estamos preparados para humillarnos en nuestra búsqueda por normalizarlo.

The Wall Street Journal- Bret Stephens/ Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México

 

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