NELSON RIVERA
Timothy Snyder parte de una afirmación tremenda: No hemos aprendido las lecciones del Holocausto. En el pensamiento de Hitler, que tenía fundamento en la realidad material y ecológica del planeta, hay fuerzas que están presentes en nuestro tiempo, que podrían reeditar un escenario de aniquilación de judíos o de otros semejantes”.
Insisto: El Holocausto no ha terminado. El que sea un capítulo de la Historia (el más atroz jamás conocido) no significa que haya sido cerrado. Al contrario, está abierto. Recurrentes manifestaciones se producen aquí y allá. No es posible ya desconocer la advertencia que muchos han hecho, entre ellos, el escritor argelino Boualem Sansal: “El islamismo radical reproduce la lógica mental y operativa del nazismo. Cosificar a Hitler, convertirlo en un objeto del pasado es cerrar los ojos en medio de un camino que, otra vez, podría conducirnos al abismo”.
Hace unos días, decía Sven Felix Kellerhoff, autor de un libro sobre Mi lucha, que no debemos temer a sus contenidos. Contra ese optimismo (prototípico de un modo ilustrado de confiar en las habilidades de la razón para desarticular los fanatismos) actúa el pensamiento de Timothy Snyder: las ideas nazis no deben ser limitadas a sus proclamas racistas y antijudías. Reducirlo es subestimarlo. Hitler es una perversa mezcolanza de tópicos seudo-religiosos y zoológicos que no han desaparecido del planeta.
Copio a Snyder: “Acertamos al asociar el Holocausto con la ideología nazi, pero olvidamos que muchos de los asesinos no eran nazis o ni siquiera alemanes. Pensamos ante todo en los judíos alemanes, a pesar de que casi todos los judíos asesinados en el Holocausto vivían fuera de Alemania (…) La historia del Holocausto no se ha acabado. Su precedente es eterno y la lección aún no se ha aprendido”.
Purificación y ecosistema
En la médula del pensamiento de Hitler hay esto: una consideración sobre la potencial escasez material, especialmente de alimentos, y una voluntad ecológica según la cual es inevitable y mandatorio destruir los factores corrosivos –el pueblo judío en su cosmovisión–, causantes del desajuste social y de la destrucción del futuro. Hitler propagó su fantasmagoría en contra del pueblo judío, responsabilizándolos de cuanto amenazaba al pueblo alemán.
El análisis de Snyder se detiene en otro elemento de fondo: en los lugares donde los Estados fueron socavados de forma sustancial o simplemente destruidos, los judíos fueron arrasados de modo casi ilimitado, como ocurrió en Ucrania, Bielorrusia, Polonia, Austria, Checoslovaquia, o donde se mantuvieron Estados-títere como Eslovaquia o Croacia, o en dictaduras aliadas como las de Hungría y Rumanía a partir de 1943. Esta verificación está asociada a una cuestión todavía más terrible: la mayoría de los judíos no murieron en campos de concentración sino que fueron asesinados por milicias, vecinos, policías, escuadrones de las SS o de la Wehrmacht, a balazos, golpes, acuchillados, quemados o enterrados vivos, en bosques, campos, oficinas, casas o en cualquier lugar, a cualquier hora, en circunstancias que son la pura atrocidad.
Hitler en el futuro
En el nudo está la cuestión del derecho-opción que el más fuerte tiene de liquidar al débil. La ley de la selva. Ese pensamiento depredador, la de disponer de la vida de los otros, lejos de ser erradicado, ha mutado y se ha dispersado hacia las prácticas terroristas, de la delincuencia organizada, del esclavismo, de la discriminación religiosa, racial o social. Nos equivocaríamos de palmo a palmo si partiésemos de la premisa de que hoy somos mejores y tenemos un mayor aprecio por la vida que los cientos de miles de europeos que asesinaron, en acciones unilaterales y desproporcionadas, a millones de personas en enormes territorios de Europa.
El todos contra todos vive ahora mismo su apogeo. Cuando Hitler escribe en Mi lucha, “creo actuar de acuerdo a los deseos del Creador. En la medida en que domine a los judíos, estaré defendiendo la obra del Señor”, ¿qué diferencia esta frase de las que vociferan los radicales islámicos que explican sus crímenes como consecuencias de un mandato divino? ¿Es que acaso no es evidente la continuidad que hay entre el Reich de mil años anunciado por Hitler y el Califato Universal que nos prometen los asesinos islamistas?
Fuente: cciu.org.uy
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