WILLIAM MCGURN
¿Deben inclusive los musulmanes más moderados renunciar a su fe para ser buenos europeos?
Hace cerca de un siglo Harold Bloom, de Yale, describió famosamente a Estados Unidos como una “sociedad peligrosamente empapada en la religión, incluso enloquecida por la religión.”
Cuando los europeos contemplan nuestras orillas, esto es más o menos lo que ven. Desde nuestras iglesias y centros comerciales, las estridentes intromisiones de la fe dentro de nuestra vida pública, a nuestros presidentes invocando rutinariamente al Todopoderoso, ellos ven un Estados Unidos rehén de creencias primitivas.
En un momento en que Europol está informando que el Estado Islámico está planeando más ataques terroristas al estilo de los de París, esto es desafortunado. Es desafortunado porque la religiosidad abierta de Estados Unidos ciega a las élites de Europa ante la parte más relevante del experimento estadounidense para sus necesidades de hoy: nuestro laicismo.
Ellos tienen su propio laicismo, por supuesto. En Francia, donde está más formalizado, es llamado laicité -la idea que el estado no es simplemente neutral hacia la religión sino que debe desterrar todas las cosas religiosas, incluyendo los argumentos religiosos del ámbito público. Aquí noten que el Frente Nacional de derecha de Marine Le Pen está apelando al público francés sobre el fundamento de que el partido sería el mejor ejecutor de la laicité.
La idea es que cuando arrancas la religión de la esfera pública, quitas de la vida pública la fricción religiosa que en los siglos pasados alimentó conflictos devastadores. Esta misma idea anima ahora a la Unión Europea, y en principio lleva a una sociedad más liberal, más cohesiva y más inclusiva.
Esa es la teoría.
La realidad es que hoy, en muchas ciudades europeas, un judío no puede caminar por las calles en forma segura. Justo este mes, en Marsella, un hombre invocó al Estado Islámico mientras trataba de decapitar a un maestro de escuela judío. El ataque llevó a sugerencias que los blancos de tales ataques -los judíos franceses- estarían mucho mejor no utilizando yarmulkes en público.
Muchos judíos ya han dado su respuesta: En el año 2015 un número récord abandonó Europa para emigrar a Israel. La mayoría eran franceses.
Las mujeres también están perdiendo la libertad de caminar por las calles de Europa en forma segura. En la víspera del Año Nuevo en Colonia y otras ciudades alemanas, cientos de mujeres fueron robadas o atacadas sexualmente por buscadores de asilo árabes y del Norte de África en lo que las autoridades ahora dicen fue una campaña planificada. La policía no sólo no hizo nada, ellos inicialmente intentaron encubrirlo.
La realidad no es mucho mejor para las minorías sexuales. Apenas hace un mes en Suecia, un refugiado adolescente del Norte de África fue acusado de golpear a un hombre homosexual hasta matarlo, y luego envolver una serpiente muerta alrededor del cuerpo de la víctima. Aún con todos los apetitos sexuales en el mundo, es difícil imaginar a los musulmanes europeos acomodándose en algún momento cercano a las nociones europeas modernas de la sexualidad.
Para decirlo de otra manera, el euro-laicismo no sólo está fallando en persuadir a la creciente minoría musulmana de Europa si no que cada vez puede proteger menos a sus propios ciudadanos.
Pero ahí está el problema. Porque Europa no es el único modelo de laicismo. Estados Unidos también es un estado laico.
Los contrastes son iluminadores. Donde el laicismo europeo es construido sobre el agnosticismo no hablado acerca de la fuente última de la dignidad humana, el laicismo estadounidense está arraigado en una declaración de verdades evidentes en sí mismas acerca del hombre y la fuente divina de sus derechos inalienables. El resultado es una nación que es una contradicción viviente y laica de la ortodoxia europea contemporánea: Porque Estados Unidos no sólo está entre las naciones más religiosas de la tierra, es también la más moderna.
En Democracia en Estados Unidos, Alexis de Tocqueville enfrentó la ortodoxia europea de su propio tiempo cuando destacó que, en Estados Unidos, la religión libre era la amiga de la libertad. La belleza del enfoque estadounidense es que evitó la agresividad de ambos extremos: la alianza de trono e iglesia del ancien régime por un lado, y el estado laico militante que surgió de la Revolución Francesa, por el otro.
Tal vez más importante para hoy, el laicismo estadounidense no requiere que la gente niegue sus identidades religiosas para ser buenos estadounidenses. En un artículo para el New Republic titulado ¿Es hora que Francia abandone la laicité?, Elizabeth Winkler lo dice de esta forma:
“A raíz de los ataques terroristas, puede golpear a algunos como contrario a la intuición perder -o incluso abandonar- la laicité. Pero permitir mayor libertad a los musulmanes para que expresen sus creencias en formas pacíficas puede hacerlos sentir más aceptados y menos estigmatizados por el país que han hecho su hogar. Podría también alentar su participación en instituciones públicas, como escuelas y lugares de trabajo gubernamentales, fomentando su adopción de los valores e identidad franceses -lo mismo que se propone la laicité, pero a menudo no logra hacer.”
Los europeos han pasado la última década obsesionándose acerca de prohibiciones de pañuelos en las cabezas y burkas. Tal vez sea hora que den una oportunidad a Tocqueville.
Fuente: The Wall Street Journal
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México
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