Crónica “casi” completa del 13º Festival Internacional de Cine Judío en México

 

NEDDA G. DE ANHALT PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

En la noche de la inauguración de la décimo tercera edición de esta muestra que se llevó a cabo en Cinépolis Plaza Carso de la ciudad de México, el ambiente era festivo. Fue el triunfo absoluto de la música. Se escuchaban por los altoparlantes, huapangos y otras melodías mexicanas cantadas en hebreo y español.

El FICJM, que nació por la osadía de un judío mexicano, partió de una gravitación inevitable: México debía tener su propio festival de cine judío. Así que, durante diez años y ayudado por padrinos generosos, procedió a darle forma a su sueño. Éste se ha cumplido plenamente, gracias al staff seleccionador de las películas, y a la ayuda de benefactores, dirigentes, patrocinadores y organizaciones culturales. Además, cuenta con el apoyo de su amable personal que anónimamente realiza mil y una funciones para complacer las demandas del público. El festival, extendido tanto en tiempo como en espacio, llega a su mayoría de edad y asume las responsabilidades que implica cumplir su bar mitzvah (13 años), edad icónica para la religión hebrea.

Esa noche, el público invitado tuvo la opción de escoger una de las tres películas ofrecidas: El mercader de arte/L’antiquaire (2014, Francia, 95’) de Françoise Margolin; Nono, el niño detective/The Zigzag Kid (2012, Holanda/Reino Unido/Bélgica/Francia/España, 95’) de Vincent Bal. Piel naranja/Orange People (2013, Israel, 93’) de Hanna Azoulay Hasfari.

El primer filme gira en torno de una miss Marple judía, que realiza una labor detectivesca sobre la herencia familiar de su colección de cuadros en una Francia post Vichy. Sus pesquisas la llevarán por senderos que se bifurcan entre la rapiña humana que lleva, como compañero de ruta, aún, el nazismo en una Francia supuestamente moderna.

El segundo largometraje continúa la carrera de las investigaciones con un elenco de detectives brillantes que encabeza el niño Nono, próximo a cumplir su bar mitzvah. Esta película bien podría titularse también: “En busca de la madre perdida”, porque en el proceso de encontrarla, el chico descubre sus orígenes en esta deliciosa comedia, una donde los muertos conviven con los vivos, donde tiempos y espacios van a fusionarse de modo mágico. ¿Por qué? Parafraseando la famosa canción de “Lola”, personaje de este filme, interpretada por Isabella Rossellini: what Nono wants, Nono gets.

Piel naranja/Orange People es una cinta que se presenta no en forma lineal, sino por medio de continuos saltos espacio-temporales y funciona a base de alegorías. O sea, vemos imágenes artísticas, poéticas, como sería un pavorreal que recuerda la vanidad de algunos personajes, como sería también un delicioso platillo que resplandece su majestuoso color naranja y cuya masa dormida exige pellizcos y golpes. Éstos últimos marcan ciertos ritmos de la vida en cada protagonista.  Como es sabido, el color naranja es el del fuego, pero también el de la desesperación. Por ende, estos seres serán apasionados y estarán desesperados. Y toda vez que este platillo surja, una mano anónima amasará la mezcla, como se dijo anteriormente, con pellizcos y golpes. Éstos podrían expresar la unificación de diversas culpas de los personajes en esta historia. Golpe-culpa por la infidelidad de un hombre que traicionó a la mujer que ama; golpe-culpa de una madre que llena de infelicidad a su hija cuando la obliga a casarse sin que ella lo desee. Golpe-culpa de otra madre que abandona a su hijita recién nacida. Golpe-culpa de una mujer que desea al esposo de su hermana. Golpe-culpa de una madre que presume su sabiduría culinaria y la ostenta con orgullo fatuo como el propio pavorreal cuando despliega su plumaje. Y son tantas culpas más…

El juicio de Vivian Amsalem/GETT: The Trial of Vivian Amsalem (2014, Israel/Francia, 115’) de Ronit Elkabetz y Shlomi Elkabetz. Muestra el drama intenso, claustrofóbico, de una pareja durante su proceso de divorcio. Los espectadores podrán tomar o no partido, pero hay algo cierto. Para divorciarse, en Israel, la decisión final queda siempre en boca y voluntad de uno de sus cónyuges.

Dos cintas, Anhelo/ Longing (2015, Israel, 21’) de Nadav Mishali y Tercera persona/Intersex Third Person (2015, Israel, 54’) de Sharon Luzon, fueron presentadas en el mismo programa. En la primera, una mujer se acicala con esmero cada noche para atraer a su esposo que no le hace caso. ¿Qué está pasando? Lo sabremos, a pesar que éste es un filme hecho a base de silencios, gestualidades y escasos parlamentos. En el documental Tercera persona/Intesex estamos ante una problemática de seres que nacen con genitales dobles, o sea, con vagina y pene. Ellos no tienen culpa alguna de haber nacido así y, sin embargo, son objeto de burla, vergüenza o indiferencia por una sociedad ignorante e insensible. Cierta secuencia de esta película recuerda ese filme clásico o de culto, Freaks/La parada de los monstruos de Tod Browning, cuyos personajes, miembros de una troupe de circo, son vistos con sorna y desprecio. Ellos no son monstruos, son seres humanos, del mismo modo que los protagonistas de Tercera persona/Intersex. Alguno sufre por tener que elegir un sexo para formar parte de la sociedad; otro se siente tan desgraciado que se tapa de pies a cabeza para que nadie lo reconozca. Una escena conmovedora sucede cuando de rodillas implora: “D–s, no me abandones”.

La película Mi socia, mi enemiga/Partner With The Enemy (2014, Israel, 60’) de Duki Dror – Chen Shelach, no convence, aunque su tema sea políticamente correcto. Una mujer árabe y otra judía forman una sociedad; se pelean, reconcilian y al hacerlo, prueban que cuando hay empatía y voluntad, agua y aceite sí pueden mezclarse. En la vida real, todo esto puede existir. El mensaje es perfecto. Pero el problema reside en que el masaje del mensaje es obvio y predecible.

Los cortos de esta muestra merecen destacarse. Querido Dios/Dear God (2014, Israel, 13’) de Erez Tadmor – Guy Nattiv es una bella historia de amor epistolar, gestada en el Muro de los Lamentos. Soy un precepto/I’m a Mitzvah (2014, México/Estados Unidos, 18:45’) de Ben Berman es una joyita transgresora del mejor humor negro. El novato/Greenhorn (2015, Estados Unidos, 25’) de Tom Withus, revela la historia de un huérfano de la Segunda Guerra Mundial que llega, en 1945, a una yeshiva (colegio de estudios religiosos) en Nueva Jersey. Es recibido con un espectacular bullying de sus compañeros, excepto uno de ellos. El candoroso rabino ejemplifica qué poco informados estaban los norteamericanos respecto a los sufrimientos que habían padecido los judíos durante el Holocausto. Mas no todo fue rechazo e ignorancia para este novato. Andando el tiempo, una amistad florecerá. Los tesoros de la Torá/Torah Treasures and Curious Trash (2015, Israel, 24’) de Paula Weiman-Kelman – Ricki Rosen, es la historia de una artista israelí, Jo Milgrom, quien se dedica a recoger de los basureros cosas interesantes y objetos sacros a ser enterrados para conformar su obra artística. Ella posiblemente no la conozca, pero tiene una especie de seguidora en la socialité neoyorquina, Iris, que también va por los barrios pobres de su ciudad a encontrar, en tienditas modestas, telas y joyería que luego integra a brocados finos y a otras creaciones de diseñadores, en el filme Iris (2014) de Albert Maysles. En el corto Nos cruzamos como extraños/From Man to Man, We Pass (2012, Israel, 23:34’) de Daniel Gal, veremos un viaje por tren, en doble sentido. Uno es al exterior y miramos la cuidad de Jerusalén resplandeciente con sus edificios altos y blancos, a través del cristal de las ventanillas de dicho tren. El otro viaje es interior, estático, donde observamos personas de diferente extracción social, geográfica y religiosa que permanecen sentadas, en silencio. La cámara se concentra en sus rostros y cuerpos. Unos descienden del tren, otros ascienden a éste. Sí, son extraños y sin embargo, de alguna manera no lo son, porque todos ellos conviven limitadamente de modo sosegado. El tren sería una suerte de melting pot donde no se perciben miradas de odio ni tampoco salen a relucir cuchillos o explosivos. Este viaje es la esencia pura de la tranquilidad. La vida pasa y, en ese tren, la coexistencia es idealmente pacífica, como aconteció en una Jerusalén remota donde cristianos, musulmanes y judíos vivían en santa paz.

El cuanto al corto Las diez plagas/The Ten Plagues (2014, Estados Unidos, 10’) de Serena Shulman, no podré comentarlo. No lo vi, debido a que en un Cinépolis no se respetó el horario marcado en el programa y la función empezó 45 minutos más tarde. Al salir, para ir a la siguiente función en otro Cinépolis, se me desajustó el horario. Cuando llegué ya había pasado ese corto. Ni modo.

He dejado para el final, Caerá la noche/Night Will Fall (2014, Reino Unido, 75’) de André Singer, porque considero que esta fue la película estrella del festival. El documental de Singer incluye estremecedoras secuencias en campos de exterminio nazi. En verdad, el productor ejecutivo y famoso director de televisión judío, Sidney Bernstein (1899–1993), conocido como el Barón Bernstein, fue quien dio comienzo a este loable trabajo: filmar todo lo que tenía que pudo ver del Holocausto y ese “todo” era necesario mostrarse para que algún día no fueran a decir que “todo esto” no sucedió. Una vez que tuvo el material reunido, se lo entregó a Alfred Hitchcock para que lo conjuntara y le diese forma. El mago del suspense aceptó honrado la encomienda y se agregaron más fragmentos que los británicos, soviéticos y norteamericanos filmaron en sus respectivas liberaciones de dichos campos nazis de muerte.

En 1985, la que esto escribe, tuvo el privilegio de ver el filme de Hitchcock, titulado Memoria de los campos y narrado por él mismo, en la televisión neoyorquina. Recuerdo que durante el vuelo de regreso a México, escribí la reseña de esta película presa de una angustia inmensa. ¿Cómo describir en dos cuartillas todo el horror que había visto? Mi nota apareció publicada en el diario mexicano unomásuno el martes 21 de mayo de 1985. Posteriormente, en 1991, aparecería incluida en mi libro Cine la gran seducción. Desde siempre, me he formulado esta interrogante ¿por qué un documento histórico tan valioso como Memoria de los campos y avalado por uno de los cineastas más señeros del siglo XX, nunca fue exhibido en alguna sala cinematográfica? La respuesta me la ofreció el documental de Singer presentado en este festival. Es increíble y parece un caso para Ripley, pero hasta las naciones aliadas que nos ayudan tienen escondidas sus agendas personales bajo la mesa. Ojalá los espectadores no le den la espalda a Caerá la noche. El pasado no debemos olvidarlo, porque entre los peligros que amenazan, está el que la noche nos caiga. De hecho, con el anti israelismo mundial imperante, ya nos está cayendo.

Si Nono, el niño detective en su bar mitzvah descubrió ciertas verdades y aceptó responsabilidades, este 13 Festival de Cine Internacional Judío, también lo hizo. Haber mostrado un filme como Tercera Persona, señala una llamada de alerta en nuestro país. Como bien nos explicó, Isidoro Hamui, director de este festival, a un reducido grupo, antes, en México, nacía uno con esta condición de “tercera persona” por cada mil. Hoy en día son dos por cada mil nacidos.

Ciertas problemáticas que sufren las mujeres, fueron también foco de atención en diversas cintas como aconteció con la insatisfacción sexual aunada al deseo de ser madre en Anhelo, o la lucha contra viento y marea que debe librar una mujer para conseguir su divorcio en El juicio de Vivian Amsalem. Y si algunas féminas estuvieron indefensas, como las que aparecen en Piel Naranja, la mayoría terminó por ser fuerte y decidida. Un ejemplo idóneo sería la protagonista de El Mercader de arte, o las dos mujeres en Mi socia, mi enemiga.

Queda claro que la responsabilidad mayor de este festival, seguirá siendo con las nuevas generaciones, para recordarles nuestro pasado y, por supuesto, para mostrarles las mejores películas con temática del judaísmo que finalizan por ser siempre temas universales.

¡Feliz cumpleaños a todos los que hacen posible este festival!

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