El fantasma de Musa al-Sadr, el imán desaparecido por el ayatollah Khameini

El clérigo desapareció misteriosamente en Libia en 1978. No estaba de acuerdo con la agenda de los revolucionarios iraníes y, se presume, fue asesinado por el régimen de Muammar Khadafi por instrucciones de los khameinistas.

La historia que pocos conocen en Occidente sobre el mítico clérigo Musa al-Sadr, nuevamente ha sido puesta sobre la mesa al interior de la comunidad chiíta libanesa que rechaza y se opone a Hezbollah.

Musa al-Sadr, desapareció misteriosamente en Trípoli, Libia en 1978. Se presume que el imán, que no estaba de acuerdo con la agenda de los líderes revolucionarios iraníes seguidores de Khameini, fue asesinado por el régimen de Muammar Khadafi por instrucciones de los Khameinistas.

Muchos adeptos a Irán y a los khameinistas dirán que esta versión se corresponde con una herramienta de propaganda de Arabia Saudita con la finalidad de dividir la comunidad chiíta libanesa para el descredito y desmantelamiento de Hezbollah. Sin embargo, una publicación reciente de Al-Arabiya ha revivido el misterio que rodea la desaparición del Imán Musa al-Sadr -el mayor líder de la comunidad chiíta que haya tenido el Líbano en su historia moderna- mientras se encontraba en Libia en 1978.

La cuestión de su secuestro y desaparición adquirió impulso nuevamente con la caída del régimen de Khadafi y son muchos los analistas árabes que refieren a nueva información sobre ese crimen. Los nuevos detalles sobre el destino del clérigo chiíta son tan poderosos y escabrosos como para socavar el poder de Hezbollah, y Hassan Nasrallah los conoce perfectamente la suerte corrida por Musa al-Sadr.

 

Musa al-Sadr en una iglesia

Al-Sadr fue, sin duda, desde los años ’60 y hasta su desaparición, el hombre que logró amplísimas mejoras en el nivel de vida y el estatus social de los chiítas en Líbano. Él fue quien consiguió que se pavimentaran las carreteras que conducían a las aldeas chiítas en el sur libanes. Debido a sus gestiones se construyeron la mayoría de las escuelas y se conecto electricidad y agua corriente a todo el sur -predominantemente- chiíta.

Al-Sadr fue un clérigo iraní de ascendencia libanesa que estudió en las ciudades santas chiítas de Qom en Irán y Nayaf, Irak. Llego al Líbano a finales de 1950. Fue un hombre carismático con linaje directo del profeta mismo, muy respetado y apreciado por cristianos y sunitas libaneses. Construyó un nivel de dialogo interconfesional pacifico y así logro promover los intereses de los chiítas, quienes habían estado postergados en la sociedad libanesa. Fundó instituciones conjuntas, políticas y sociales, promovió la representación de los chiítas ‘en el Parlamento, se encargó de conseguir la ayuda del gobierno para mejorar su situación material y los convirtió en una fuerza política influyente.

Musa al-Sadr promovió una lucha pacífica por los derechos de todas las comunidades religiosas libanesas, se reunió con líderes de otros grupos políticos y religiosos -incluso rivales- y siempre es recordado como un clérigo musulmán valiente, un hombre abierto y atípico que dio un discurso en una iglesia cristiana a principio de los años ’70. Algunos biógrafos incluso lo apodaron el “Ghandi chiíta”

En 1975, al-Sadr inició una huelga de hambre, durante la guerra civil libanesa exigiendo que cesaran las matanzas intercomunitarias generadas por Yasser Arafat y los palestinos que habían ingresado huyendo al Líbano luego de intentar derrocar al rey jordano. Pero el deterioro de la situación política lo llevó a la decisión de conformar un cuerpo militar para proteger a su comunidad chiíta (el Movimiento Amal –”esperanza”, en lengua árabe-).

 

Al-Sadr combatió a las facciones palestinas dentro del Líbano, lo que le granjeó un creciente número de enemigos en los sectores arabistas. Según sus detractores, se olvidó de criticar a Israel y culpó al Fatah en varias ocasiones por el uso que hicieron los palestinos de las aldeas chiítas libanesas del sur para combatir el estado judío.

Declaró en varias oportunidades que los chiítas pagaron un precio muy caro por las actividades del Fatah de Arafat y por las represalias israelíes. Por lo que no debe extrañar, lo que poco conoce el mundo de la población chiíta de la zona, que se llenó de alegría y festejos cuando el ejército israelí entró al sur del Líbano y expulsó a Fatah entre 1978 y 1982.

Otro líder iraní, el jeque Hussein Fadlallah -también de origen libanés- fue su gran enemigo, puesal-Sadr sostenía que el primero difundía propaganda inaceptable y que “no se debía combinar el Corán con el Kalashnikov”. A diferencia de al-SadrFadlallah apoyó la ideología de los revolucionarios iraníes, encabezada por el ayatollah Ruhollah Khameini, quien creía en una revolución violenta como medio principal de fortalecer a los chiítas y derrocar el régimen del Shah de Irán.

Mientras el Movimiento Amal se centró en la defensa comunitaria, Fadlallah pidió tomar una postura más agresiva contra los rivales, tanto sean musulmanes o cristianos dentro del Líbano como contra la “entidad sionista.” Y a pesar de que al-Sadr también se oponía a las políticas israelíes como a la de los palestinos, él nunca llamó a los chiítas a unirse en una guerra contra el Estado judío y declaró que la guerra de los palestinos con los israelíes no debía ser librada desde territorio libanes pues no era una guerra de incumbencia de Beirut, y no estuvo de acuerdo con la idea de Fadlallah de establecer un gobierno clerical islámico en Libano.

Cuando al-Sadr se reunió con diferentes líderes árabes al inicio de la guerra civil libanesa con el fin de conseguir apoyo para pacificar y proteger a su comunidad chiita, el fallecido presidente sirio, Haffez al-Assad, cuyo ejército invadió el Líbano en 1976, dio su apoyo al Movimiento Amal.

En 1978, al-Sadr llegó a Libia, donde debía reunirse con el líder Muammar Khadafi, quien ejercía suma influencia en la guerra civil libanesa. Desapareció allí y nunca más fue visto ni nada más se supo de él desde entonces y hasta nuestros días.

El supuesto es que fue secuestrado, probablemente torturado y asesinado en una cárcel libia. El motivo del asesinato del líder chiíta más importante del Líbano sigue siendo un misterio hasta hoy.

Hay muchas preguntas que jamás han sido respondidas sobre su destino ¿Quién tenía interés en su muerte? ¿Es una coincidencia que Musa al-Sadr fuera asesinado un año antes de la Revolución Islámica en Irán?

Al momento de su desaparición había una fuerte relación entre Khadafi y los revolucionarios khameinistas. Khadafi, incluso apoyó la revolución después de la desaparicion y el (presunto) asesinato de al-Sadr, y posteriormente respaldo a Irán en su guerra de ocho años contra el Irak de Saddam Hussein.

Un libro recientemente escrito por el analista estadounidense de la Universidad de Columbia, Dr. Andrew Cooper, concluye que Musa al-Sadr tenía contactos secretos en Irán con el Shah Reza Pahlevi, y que al-Sadr se oponía a la idea de Khameini sobre la revolución violenta de los clérigos islámicos iraníes para establecer el gobierno de las leyes de Dios (“Wilayat al-Faqih”).

El Shah había planeado incluir a al-Sadr en las negociaciónes y su compromiso de dejar el poder a la oposición religiosa. Según el libro, los aliados de Khameini querían evitar esas conversaciones a cualquier precio y mientras al-Sadr estaba de visita en Libia, le pidieron a Khadafi que se encargue de deshacerse del “traidor”. La solicitud para eliminar a al-Sadr surgió de los religiosos revolucionarios y la llevó a cabo Khadafi, según el libro del profesor Cooper.

Estas revelaciones fueron citadas en lo que va del último mes por casi todos los diarios del mundo sunita, en particular en los medios de comunicación saudíes.

El vínculo entre Khameini y el asesinato de al-Sadr fue confirmado por el periodista iraní -exiliado- Ali Reza Nourizadeh en una entrevista que concedió a la red saudita Al-Arabiya.

Según Nourizadeh, quien hoy reside en Gran Bretaña, los aliados de Khameini lo ayudaron a deshacerse de al-Sadr por su oposición a la Revolución Islámica de ese momento.

Nourizadeh también afirmó que la prueba de esta acusación radica en el hecho de que después de que Khameini llegó al poder, Irán no hizo nada para investigar la desaparición de al-Sadr y siguió manteniendo buenas relaciones con Libia, al tiempo que tenia total conocimiento del secuestro del Imam al-Sadr por parte de Khadafi.

Este libro se ha constituido en el principal obstáculo para la difusión de la propaganda revolucionaria de Irán entre los chiítas del Líbano al dar cuenta que el secuestro y la desaparición de al-Sadr pudo ser ordenada desde Teherán y ejecutada por Khadafi.

En 1982, cuatro años después que al-Sadr desaparezca, fue el turno de eliminar a Amal, la organización militar que él fundó. Hezbollah libró una batalla militar durísima contra ella y acabo con el Movimiento Amal ganando el control total sobre la comunidad chiíta libanesa. Muchos jóvenes chiíes abandonaron la organización y se unieron -a la más extrema- Hezbollah.

En 1983, Hezbollah hizo su aparicion fuertemente como organización chiíta líder con un ataque devastador con camión bomba y voló una base de la marina norteamericana en Beirut matando a 241 soldados estadounidenses, los dos atacantes que estrellaron el camión bomba contra las barracas d los soldados eran activos de Hezbollah pero originariamente habían sido afiliados de Amal.

Al final de la década de 1980, la organización Amal fue diezmada militarmente por Hezbollah en el campo de batalla y solo después de un acuerdo de reconciliación auspiciado por Siria, el movimiento se disolvió. Sus combatientes se integraron a Hezbollah y se convirtió en un partido con representación parlamentaria.

Hezbollah pasó de ser una pequeña organización establecida por la Guardia Revolucionaria iraní a un ejército de miles de hombres, financiados y apoyados por Irán.

La verdad sobre el Movimiento Amal y su fundador fue empañada y distorsionada por la propaganda y el relato de Hezbollah. Una vez desaparecido, al-Sadr fue mostrado por ese relato como un seguidor fiel de Khameini, como un mártir y un miembro de la resistencia armada contra el “enemigo sionista” por esa misma propaganda. Pero lo real, es que eso jamás fue así de parte de al-Sadr que jamás estuvo de acuerdo con la revolución islámica en Teherán ni con Hezbollah.

El impulso actual dado por los medios árabes en su intento por reflotar la investigación del secuestro y la desaparición del Imam al-Sadr plantea interrogantes sobre si estas nuevas revelaciones relacionan a Irán con el asesinato de uno de los líderes chiítas mas respetados del Líbano afectaran a Hezbollah y generaran rechazo interno al grupo pro-iraní ¿Qué podría suceder si estas versiones son ciertas después de tres decadas en que los chiítas del Líbano han sufrido el lavado de cerebro por parte de Hezbollah y de los Guardianes de la Revolución y despierten de ese engaño?

 

El lector puede asumir que esta nueva información sobre la desaparición y el casi seguro asesinato de al-Sadr será vista como propaganda saudíta en el corto plazo. Y cada quien estará en su derecho. Sin embargo, a largo plazo, en caso de persistir la participación de Hezbollah en la guerra civil siria y si continúan llegando ataúdes a las aldeas del sur de Líbano, las protestas pueden alcanzar niveles hasta hoy impensados para Nasrallah y los suyos.

No son pocos los chiítas que hoy culpan al liderazgo de Hezbollah de arrastrar a su comunidad al lodazal de la guerra civil siria. Cuando el punto de saturación lleve a la explosión y el descontento absoluto dentro de la comunidad, la ejecución de al-Sadr estará sobre la mesa, y allí, puede que la verdad salga a la luz. Así, se estará haciendo justicia con quien en vida fuera un hombre de bien.

Mientras tanto, como señala As Shark Al-Awsatotro de los medios árabes que recoge el tema y lo investiga, Irán ha explotado y explota las necesidades sociales y económicas de los chiítas árabes en Líbano, en Irak, en Bahréin y en Yemen. Y lo hace nada más que por sus propias necesidades y beneficios políticos.

 

Fuente: Infobae

 

 

 

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