JULIO ALGAÑARAZ
Francisco decidió poner fin a los rezos del Viernes Santo para la conversión de los judíos al catolicismo. Presentó un documento en su visita a la Gran Sinagoga de Roma.
Tras muchos siglos de reiteración de la oración litúrgica del Viernes Santo que incluía rezar por la conversión de los “pérfidos judíos”, un insulto que fue cancelado recién en 1959 por el Papa Juan XXIII, la Iglesia anunció en un documento de alto perfil teológico, publicado el 15 de diciembre, que “la Iglesia católica no conduce ni anima ninguna misión institucional dirigida específicamente a los hebreos”.
Aunque Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI mejoraron los textos del rezo por la conversión de los díscolos “hermanos mayores”, la pretensión de elegir el Viernes Santo para insistir ante los judíos para que aceptaran a Cristo como su Mesías continuó en la Iglesia hasta que Papa Francisco cortó de raíz esta gigantesca espina venenosa.
El documento vaticano, de la Comisión para las Relaciones con el Hebraísmo, no tuvo la repercusión que merecía al menos por su extraordinario valor histórico-religioso. Firmado por el cardenal Kurt Koch, Francisco se lo presentó a la comunidadd judia reunida el domingo 17 en la Gran Sinagoga de Roma como el gran instrumento que “afronta las cuestiones teológicas emergidas en las últimas décadas” de las relaciones entre el cristianismo y el hebraismo.
El Papa argentino volvió a proponer a los judíos profundizar con un diálogo teológico común esas relaciones. Pero por anticipado ya le había dicho un rotundo “no” en su discurso de bienvenida al templo el rabino jefe de la comunidad romana de 13 mil miembros, la más antigua del mundo, anterior a la diáspora, el médico Riccardo Segni.
Segni fue contundente porque sabía que Jorge Bergoglio lanzaría el tema poco después. “No acogemos al Papa para discutir de teología. Cada sistema es autónomo, la fe no es objeto de intercamios o de tratativa politica”, destacó.
Los judíos romanos, entre ellos varios sobrevivientes de la Shoah, el Holocausto, saludaron de pie con una ovación al Papa argentino al que le tienen confianza, porque desde sus tiempos en Buenos Aires “ha traído a nosotros un bagaje de sólidas relaciones con el judaísmo”, como le dijo la presidenta de la comunidad, Ruth Reguello, primera mujer en el cargo en dos mil años.
Con la decisión pontificia de poner fin a los rezos del Viernes Santo para que los judíos se conviertan al cristianismo, aunque se mantiene una legítima voluntad evangelizadora “humilde”, típica de una religión proselitista, se ha dado un salto extraordinario con el pueblo que la Iglesia reconoce como “portadores de la Palabra de Dios”y víctima de “la gran tragedia de la Shoah”, el Holocausto nazifascista en la Segunda Guerra Mundial.
Papa Francisco habló a los judíos, se emocionó con ellos y recibió un íntimo entusiasmo. En su discurso evitó hablar de Israel, pero en el Gran Templo construído a principios del siglo XX, estaba sentado el Convidado de Piedra: el pueblo palestino.
La Iglesia reconoce formalmente desde junio pasado al Estado de Palestina y defiende con autoridad la existencia de dos países que puedan vivir en paz y seguridad mutua. Una posición que en los hechos rechaza la posición extrema del gobierno israelí de Benjamin Netanyahu, que más alla de las palabras se opone a la creación del Estado palestino.
La presidenta de la comunidad judía romana, Ruth Mereghello, defendió en su saludo al Papa la linea de Netanyahu. “La paz no se conquista sembrando el terror con los cuchillos en mano, ni se conquista vertiendo sangre en las calles de Jerusalen”. Ruth dijo que “todos” (incluyó al Papa), debemos decir al terrorismo que se detenga”. No solo al que castiga a las capitales europeas y amenaza a la misma Roma, sino “también el que castiga todos los dias a Israel”.
El discurso de Ruth Mereghello puso en tensión el clima y materializó el temido fantasma del Convidado de Piedra palestino, que ocupó durante un rato la primera fila y ensombreció los pensamientos del Papa argentino.
Pero Francisco ya está lanzado en una ofensiva de diálogo interreligioso como uno de los pilares fundamentales del Jubileo de la Misericordia. Los lìderes musulmanes italianos lo invitaron a convertirse en el primer Papa que visita la mezquita de Roma y habrá que ver si en el discurso que pronunciará ante los fieles del profeta Mahoma, evita hablar de los palestinos. Seguramente no perderá el énfasis en la solución de los dos Estados que coexistan en paz y seguridad en la vieja Palestina y permitan afrontar una nueva era, en positivo, de la convivencia compleja y trágica de las tres religiones del Libro para que vivan un momento, lo más largo posible, de misericordia común.
Fuente:clarin.com
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