ILONA DUKÁSZ
Junichiro Tanizaki, en su novela La llave, sitúa a sus personajes en un estrecho universo donde sólo entran aspectos de la vida sexual de la pareja; entre dos bordes se sumerge una efímera verdad que habla de lo perverso como necesario y de lo enigmáticamente bello sustraído en la oquedad de la sombra.
Tiempo del texto que dibuja al desdibujar sus márgenes; instante que devela en ese acto de borramiento la erótica de la muerte como enigma.
En esta historia desarrolla un tema aparentemente trivial en la vida de un matrimonio de más de veinte años juntos frente al crepúsculo del cuerpo. Historia contada a través de dos diarios -de marcado corte erótico protagonizada por un profesor de cincuenta y cinco años –que anhela tener una vida sexual más intensa, pero dada su decreciente fuerza física construye un plan para despertar el erotismo.
Ikuko, su esposa, diez años menor que él, distante emocionalmente, sexualmente muy demandante, insatisfecha pero fiel. Su marido, del cual no conocemos su nombre, genera un triángulo con un tercer personaje Kimura -joven y guapo- que aparentemente visita a su hija Toshiko, se establece entre ellos un contrato implícito dónde podrá gozar del cuerpo de su mujer hasta la distancia que separa el filo de una hoja de papel.
En El elogio de la sombra Tanizaki explica: lo bello no es una sustancia en sí misma sino tan solo un dibujo de sombras, un juego de claroscuros producidos por diferentes intensidades de luz. Así como una piedra fosforescente brilla en la oscuridad, expuesta a plena luz pierde toda su fascinación de joya preciosa, de igual manera la belleza pierde fuerza si se le suprimen los efectos de sombra. La fascinación del marido al pensar a su mujer en los brazos de otro, tener su cuerpo desnudo todo para él, sedado e iluminado por una luz intensamente agresiva hace pensar en la barrera de la belleza tras la cual se esconde una mirada que diseca, tornando difusa la línea que separa muerte de erotismo. Por otro lado, Ikuko cuando escribe que se estremecía cuando él se acercaba en la cama sin sus anteojos de aumento, su rostro se parecía a la de un muerto cuya mirada la perforaba. Como si el deseo sexual al desnudo acercase a la muerte.
En el enigmático espacio de La casa de las bellas durmientes de Kawabata se ofrecen muchachas narcotizadas y desnudas a la contemplación y al tacto, nunca al sexo. Cuerpos jóvenes que ponen en contacto con la presencia de una ausencia, signo de una corporeidad que gracias a ese vaciamiento de presencia adquiere su plenitud actuando como un espejo. A través del cual, los visitantes de ésta casa vivirán una experiencia irrepetible sobre la fugacidad de la existencia, en palabras de Jean-Luc Nancy “recuperación de un presente (ya) pasado y relanzamiento de un presente (aún) por venir”[1].
A Tanizaki le resulta seductor el límite entre las culturas de Oriente y Occidente marcadas por una evidente distancia en el empleo de la luz. Su interés por representar aquello que se oculta en todo ser humano, como en La llave que bajo una superficie monótona y aburrida exhibe fantasías sexuales de diferentes grados de complejidad. Ambos cónyuges establecen un pacto creativo y subterráneo en el que se emplaza un encubrimiento que en el ejercicio mismo de ocultar, de tornar oscuro, exhibe. Es una erótica en cuya base está el coqueteo de lo que no se puede ver, del secreto y la confesión a media voz, una verdad jamás dicha con todas sus letras sino apenas delicadamente esbozada; permitiendo al lector el privilegio del voyeur de adentrarse en la región nebulosa de la falsa normalidad.
Otra lectura de La llave enseña que no hay que precipitarse en interpretaciones, el tema es complejo :“Me excitaba al pensar que por fin esa noche podría llevar a cabo lo que tanto había soñado (…..) cogí la lámpara fluorescente (…. ) el deseo de ver a Ikuko desnuda bajo ese blanco resplandor (….) Me puse a examinarla (…) como si estuviera estudiando un mapa (…. ) Puesto que los preliminares (….) Me habían llevado a un grado máximo de excitación, pude llevar a cabo el acto sexual con un vigor que me dejó asombrado. No era el de siempre tímido y flojo, sino un hombre lo bastante potente para satisfacer la lujuria de Ikuko”. “(..) Pronto ocurrió algo que nunca había sucedido (…) empezó a explorarme (…) Fue entonces cuando pronunció el nombre de Kimura”[2]. A través de éste texto se perfila una dimensión singular en la construcción de un ménage a trois. Klossowski plantea que en todo acto de creación se juega la máscara detrás de la máscara en remisión infinita, fuera de aquello a lo que remite no hay nada. No obstante, este movimiento que nace en la pareja puede devenir un recurso a sentir el cuerpo vivo. Movimiento en deconstrucción que abre, que ahonda, que vuelve, envuelve y revuelve evidenciando la ausencia de un origen, de un autor al dejar entrever el lado oscuro del hombre.
En su obra Tatuaje[3] acaricia el sueño de crear una obra maestra sobre la piel de una mujer de una belleza peculiar, pasaran años antes de que un día la reconozca por su pié desnudo tan expresivo como un rostro: un pie digno de nutrirse de la sangre de los hombres, un pie dispuesto a pisotear sus cuerpos. Desde la primera pincelada al tocarla siente desaparecer en la tinta, cada punzada de la aguja será como atravesar su propio corazón. Ella se transformará con lo maravillosamente tatuado sobre su piel. Él sabe que al terminar su trabajo la perderá para siempre quedando como un resto. Es interesante leer esto bajo la óptica de Klossowski, para quien la experiencia de lo corporal es forjada en el engaño que se construye como relato. La araña al cobrar vida en la espalda tatuada lleva a cuestionar hasta dónde un cuerpo es un texto hablado inviolable, o un texto roto en permanente reescritura- la joven de ser la tímida jovencita se convierte en la mujer araña metáfora de lo enigmáticamente seductor. Al tiempo que el tatuador al quedar disuelto en la tinta que cubre el cuerpo amado, deviene su creación al precio de desaparecer.
[1] Jean-Luc Nancy. A la escucha , Amorrortu Editores, 2007, p. 40, Buenos Aires, Argentina.
[2] Junichiro Tanizaki, La llave, Ed. Siruela, 2014, Madrid, España
[3] Ibidem, Tatuaje, ePub libre, texto en línea.
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