El martirio sirio: historia sin fin, por Esther Shabot

Tal parece que ante este cataclismo las respuestas de la comunidad internacional han quedado reducidas a reacciones que pueden calificarse tan sólo de “control de daños.

ESTHER SHABOT PARA LA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Justo cuando por fin se dio inicio a la reunión denominada Ginebra 3, en la que se trataría de sentar las bases para un diálogo entre diversas agrupaciones rebeldes sirias y representantes del régimen de Al-Assad, se desencadenó una brutal ofensiva contra la importante ciudad de Aleppo, la cual todavía no hace mucho llegó a contar con dos millones de habitantes. Siendo uno de los  bastiones clave controlados por los grupos rebeldes de la oposición desde 2012, Aleppo está siendo materialmente arrasada por la embestida conjunta de fuerzas gubernamentales, milicias chiitas de origen iraquí y afgano entrenadas por Irán, e inclementes bombardeos rusos. En esta ciudad bajo sitio y cuyas vías para el suministro de armas a los grupos rebeldes ya están bloqueadas, la población civil atrapada busca desesperadamente cómo escapar a este infierno. Los largos convoyes de decenas de miles de sirios huyendo por un corredor que conecta con el cruce de Bab al-Salam con Turquía, representan un capítulo más de este éxodo de gigantescas proporciones que ha convertido a la población siria en el emblema de la mayor tragedia humanitaria del siglo XXI.

En este panorama, las conversaciones en Ginebra no podían sostenerse. El representante de la ONU a cargo de ellas, Steffan de Mistura, las dio por suspendidas sin mayores explicaciones a escasos tres o cuatro días del inicio oficial de ellas. Era obvio que para el régimen de Al-Assad y sus aliados la negociación era un trámite vacío de contenido mientras lo importante se daba en el terreno militar con la ofensiva inclemente contra Aleppo. Este episodio marca un vuelco en el balance de fuerzas de la guerra civil siria. Los grupos rebeldes han recibido una estocada fatal con lo cual el régimen se reposiciona, recupera el control de vastas áreas y disminuye o anula definitivamente los bolsones de resistencia que aún quedaban. La alianza ruso-siria-iraní domina así la situación gracias a la marginación de las fuerzas militares occidentales y árabes enemigas de Al-Assad las cuales se han concentrado sólo en atacar al Estado Islámico, dejando desprotegidas a las facciones rebeldes que continuaban luchando contra el régimen.

Tal parece que ante este cataclismo las respuestas de la comunidad internacional han quedado reducidas a reacciones que pueden calificarse tan sólo de “control de daños”. En Londres, simultáneamente a la embestida contra Aleppo, una reunión de donantes consiguió recaudar más de 10 mil millones de dólares para afrontar la tragedia humanitaria desencadenada por la guerra, la huida y el desplazamiento de millones de personas. Europa,Turquía, Líbano y Jordania enfrentan desafíos gigantescos con las oleadas masivas de refugiados que se agolpan en sus puertas o se hacinan en cruces fronterizos y campamentos no sin antes haber pasado por odiseas en las que muchos han perecido en el trayecto. Cada uno de los destinos a los que se han encaminado los desplazados vive hoy su propia crisis en función de los problemas planteados por la obligación de acoger a los perseguidos en cumplimiento de sus compromisos humanitarios por un lado, y por el otro, la desestabilización de sus economías y de sus balances demográficos, desestabilización que ha tenido además la capacidad de despertar añejos racismos e ideologías intolerantes y excluyentes que han cobrado fuerza inusitada en los últimos meses.

Cinco años han pasado desde el inicio de las protestas populares para derrocar a Al-Assad. La guerra ha escalado y se ha complicado cada vez más. Un tercio de su población ha sido expulsada, se contabilizan cerca de 250 mil muertos y Al-Assad recupera terreno perdido a un lado de su otro rival, el Estado Islámico, dueño de otra porción del país a pesar de los bombardeos de la coalición. Una macabra pesadilla para la cual no parece, por desgracia, haber final cercano.

 

Fuente: Excelsior

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