BRET STEPHENS
¿Cuántos aliados piensa el Presidente Obama que puede permitirse despilfarrar Estados Unidos?
Hablen a los israelíes sobre Estados Unidos y provocarán una reacción física. Barack Obama es un giro de los ojos y John Kerry es una mueca. La conducción de la política exterior por parte de la administración es una sacudida de cabeza lenta y triste. El estado actual de la carrera presidencial es un estremecimiento hecho y derecho. El análisis israelí de los candidatos es aproximadamente así: “Hillary—ella no nos quiere.” “Cruz—No me gusta.” “Rubio— ¿está hecho para?” “Sanders—oi vei.” “Trump—ay mi Di-s.”
En cuanto a los problemas propios de Israel—una constante campaña palestina de apuñalamientos; evidencia que Hamás está reconstruyendo su red de túneles terroristas bajo la frontera de Gaza y quiere reiniciar la guerra del 2014; más de 100,000 cohetes y misiles guiados en manos de Hezbolá—es apenas el Medio Oriente siendo él mismo. Es Estados Unidos no siendo él mismo lo que es la verdadera novedad, y está obligando a Israel a ajustarse.
He pasado la mayor parte de una semana hablando con funcionarios de alto rango, políticos, periodistas e intelectuales sobre el espectro político de Israel. Nada de ello fue grabado, pero el tema constante es que, aunque el estado judío todavía necesita de Estados Unidos, especialmente en ayuda militar, también necesita diversificar sus sociedades estratégicas. Este puede todavía resultar ser el logro histórico del largo reinado de Benjamín Netanyahu como primer ministro.
El domingo, el ministro israelí de Defensa, Moshe Ya’alon, estrechó públicamente sus manos con el ex jefe de la inteligencia saudí, Príncipe Turki al-Faisal, en la Conferencia de Seguridad de Múnich. En enero, Yuval Steinitz, miembro del gabinete israelí, hizo un viaje a Abu Dhabi, donde Israel está abriendo una oficina en una asociación de energía renovable. Turquía está reparando vínculos con Israel. En junio, Jerusalén y Riad salieron en público con las conversaciones estratégicas entre ellos. En marzo, el presidente egipcio Abdel Fatah al-Sisi dijo al Washington Post que él habla “mucho” con Netanyahu.
Esta alianza de facto suní-judía equivale a lo que podría ser llamado la coalición de los desencantados; estados que han perdido la fe en las promesas de Estados Unidos. Israel está también reinventando sus vínculos con los aspirantes a Naciones de Emprendimiento, esto es, países que quieren desarrollar sus propias culturas de innovación.
En octubre, Israel recibió al presidente indio Pranab Mukherjee para una visita de estado de tres días; Nueva Delhi, una vez un dechado del movimiento de no alineados que no tuvo vínculos diplomáticos con Israel durante cuatro décadas, está a punto de gastar u$s3 mil millones en armas israelíes. El primer ministro japonés, Shinzo Abe, quien es cercano personalmente a Netanyahu, ve a Israel como un modelo para la reinvención económica. La inversión china en Israel tocó los u$s2.700 millones el año pasado, más de los u$s70 millones del 2010. En el 2014, las exportaciones de Israel al Lejano Oriente excedieron por primera vez las de Estados Unidos.
Luego está Europa—al menos la parte de ella que está comenzando a entender que no puede adquirir su seguridad a cambio de la inseguridad israelí. El primer ministro izquierdista de Grecia, Alexis Tsipras solía liderar protestas anti-Israel. Pero Grecia necesita gas israelí, así que él está instando a la cooperación contra el terrorismo y llama a Jerusalén “capital histórica” de Israel. En el Reino Unido, el gobierno del Primer Ministro David Cameron está moviéndose para impedir que los consejos locales aprueben medidas de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) contra Israel.
Todo esto equivale a otra predicción del gobierno de Obama que prueba ser errada. “Ustedes ven que para Israel hay una creciente campaña de deslegitimación que ha estado desarrollándose”, advirtió sombríamente el Sr. Kerry en el año 2014. “Hay conversaciones de boicots y otros tipos de cosas. El status quo de hoy, absolutamente, con certeza del 100%, no puede ser mantenido.”
Excepto cuando las alternativas probables al status quo terrible son peores. Durante el fin de semana, la Embajadora ante la ONU, Samantha Power, llegó a Jerusalén para predicar las virtudes de una solución de dos estados. Su caso sería indiscutible si el estado palestino a ser creado junto a Israel tomara como modelo a Costa Rica—democrático, desmilitarizado, en desarrollo, amigable con los extranjeros.
Pero el modelo más probable es Gaza, o Siria. ¿Por qué debe esperarse que los israelíes vivan al lado de eso? ¿Cómo ayudaría eso a los verdaderos palestinos vivos, distintos a los mártires perpetuos de la imaginación izquierdista? ¿Y por qué Estados Unidos insiste en que los líderes palestinos prueben que son capaces de gobernar un estado en forma decente antes que les sea concedido uno?
Esas son preguntas que el mismo Obama ha sido incapaz de responder, para que un reconocimiento de los hechos no se entrometa en la narrativa de una presidencia redentora. Pero una gran potencia que no puede reconocer los dilemas de sus aliados pronto se vuelve inútil como aliada, y se vuelve intolerable si luego convierte su ignorancia estratégica en un sermón moral.
Más de un funcionario israelí con quien hablé recordó que el país se las arregló para sobrevivir los años anteriores a 1967 sin el respaldo estratégico de Estados Unidos, y si es necesario podría hacerlo nuevamente. Las naciones que deben sobrevivir típicamente lo hacen. La pregunta más importante es ¿cuánta credibilidad puede permitirse despilfarrar Estados Unidos antes que la pérdida se vuelva irrecuperable?
The Wall Street Journal
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México
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