Rabí David Goldstein, director de Jabad-Lubavitch de West Houston, director asociado de la Extensión de Jabad en Houston y jefe capellán judío en el sistema de prisión de Texas dirige un “shiur”, una clase, en el programa judío mejorado de la Unidad de Stringfellow, una prisión del Departamento de Justicia Criminal de Texas situada en Rosharon, Brazoria County, Texas.
Por Menajem Posner
SILVIA SCHNESSEL PARA NOTICIAS AGENCIA DE ENLACE JUDÍO MÉXICO – Jedidías Murphy ha pasado los últimos 15 años en el corredor de la muerte en Livingston, Texas.
Al igual que todos los hombres de la Unidad Polunsky, ha sido condenado por crímenes terribles. El 4 de octubre de 2000, harto de cocaína, disparó y mató a una mujer de 79 años de edad, le robó el coche, y utilizó sus tarjetas de crédito para comprar alcohol y cigarrillos. Menos de un año después, a los 25 años, fue condenado a muerte.
“Nos conocimos hace unos meses”, dice Rabí David Goldstein, director de Jabad-Lubavitch de West Houston, director asociado de la Extensión de Jabad en Houston y jefe capellán judío en el sistema penitenciario de Texas. “Estaba en la cárcel para reunirme con otro interno y vine a visitarlo. Empezamos a hablar, y se abrió. Me habló de su infancia con sus abuelos judíos en Texas que lo criaron porque sus padres en Nueva York no podían, y me habló de su infancia en hogares de acogida después que sus abuelos ya no pudieron mantenerlo.
“Cuando le mostré mis tefilín y le pregunté qué eran”, continúa Goldstein, “me dijo, ‘Sí, son los tefilín . Yo estaba con mis padres de acogida cuando tenía 13 años y nunca llegué a tener un bar mitzvá. Durante los últimos 15 años, los rabinos del Instituto Alef me han estado visitando, y siempre les impidieron ponérmelos'”.
El Instituto Alef gestionado por Jabad, con sede en Florida proporciona servicios y apoyo a militares judíos hombres y mujeres, así como a los judíos en prisión y sus familias.
La ley estatal prohíbe en general, que los presos en espera de ejecución tengan contacto directo con sus visitantes, pero Goldstein se propuso ver si podía lograr una excepción.
‘Llegar al alma’
Cuando se le preguntó cómo se las arregla para trabajar con personas que han cometido delitos graves, Goldstein aclara que él no investiga los antecedentes penales del interno. “Si me cuentan lo que hicieron, es su elección, pero yo nunca les pregunto”, dice con sencillez. “No es mi papel investigar sus circunstancias. Mi objetivo es llegar al alma que está más allá de cualquier deficiencia externa y ayudar a que brille”.
No es la primera vez que pone tefilín a un prisionero condenado a muerte. Hizo lo mismo por Douglas Feldman, de 55 años, en 2013, una semana antes de que recibiera una inyección letal en la Penitenciaría del Estado de Texas en Huntsville por un par de asesinatos dobles que cometió unos 15 años antes. En ese caso, se le permitió tener contacto directo con el preso, el primer judío que se sabe que fue ejecutado por el Estado de Texas – ya que los tefilín se consideraron como “extremaunción” del hombre por lo que se consiguieron asignaciones especiales.
Goldstein tiene una larga historia de defensa de los derechos de las personas judías en las cárceles. “Me involucré poco después que mi esposa Elisa y yo nos mudamos a Houston como emisarios de Jabad Lubavitch en 1998”, recuerda el rabino de barba roja, que creció en McAllen, Texas.
“Había un rabino mayor, Ted Sanders, de bendita memoria, que se encargaba de cuidar a los prisioneros judíos, y me pidió que le ayude con algunas de sus funciones.
“Una historia que me atravesó el corazón fue la de un judío religioso de fuera del país que estaba encarcelado cerca de Dallas. No podía conseguir matzá para la Pascua ni siquiera suficiente comida kosher para subsistir. En ese momento, no había instalaciones kosher en el sistema penal de Texas, y no había nada local para facilitar la observancia religiosa. Ni siquiera podía llevar tefilín todos los días, ya que tenían que guardarse en la oficina del capellán, y el capellán no trabajaba todos los días.
“Esta es la tragedia que realmente marcó a fuego mi alma: Durante años, rogó y rogó por una sucá -una pequeña cabina, cubierta de ramas utilizada durante la fiesta de Sucot, pero siempre fue rechazada. Un año, compré una pequeña sucá plegable y la llevé a una reunión con el jefe de la prisión. Al ver que se podía montar y desmontar fácilmente antes y después de cada uso, cedieron. Ese año, por fin se sentó en una sucá como los judíos de todo el mundo. Tres días después de la reunión, se desmayó y fue diagnosticado con leucemia aguda. Falleció en Rosh Hashaná, dos semanas antes de Sucot.
“A partir de entonces, el trabajo que hice para facilitar la práctica religiosa de los prisioneros judíos está en su memoria”.
Goldstein comenzó a elaborar planes para crear una infraestructura que pudiera alojar prisioneros judíos, gran parte sobre la base de lo que ya es procedimiento estándar en las prisiones federales.
Actualmente, hay cuatro unidades que se adaptan a las necesidades de los prisioneros judíos (hay entre 60 y 120 judíos encarcelados en Texas), y una unidad “mejorada” tiene una cocina kosher, clases semanales, y otros servicios prestados por Goldstein y el rabino Mendy Traxler, director del programa de Extensión de Jabad.
Goldstein también informa que a menudo se inspira en muchos de los deseos sinceros de los internos para perfeccionarse. “Un hombre se unió a nuestro programa kosher sabiendo apenas alguna palabra de hebreo. Un día, estando en prisión por los servicios noto que está rezando en hebreo con la fluidez de alguien que creció con él. Para eso se necesita verdadera dedicación”, señala, añadiendo que algunos asisten regularmente a sus clases-almuerzo después de su liberación.
“Siento que la cárcel es rehabilitación”, dice. “No estoy allí para juzgarlos. Han sido juzgados. No estoy aquí para castigarlos. Han sido condenados. Estoy aquí para ayudarles a vivir el resto de sus vidas y alcanzar su potencial desde hoy en adelante”.
Con la intervención de Goldstein, Jedidías Murphy tuvo la oportunidad largamente esperada de ponerse tefilín y celebrar su bar mitzvah, mientras espera en el corredor de la muerte en Texas.
“Siempre se puede encontrar la Luz”
Le tomó al rabino tres meses hacer los arreglos para los tefilín de Murphy, pero finalmente se le permitió regresar a la Unidad Polunsky el 2 de febrero con ellos en la mano.
“Cuando vio que le traje los tefilín, sonrió y nadie sonríe en el corredor de la muerte”, recuerda Goldstein. “Tuve que dar los tefilín y la kipah a los guardias, ya que estábamos al otro lado de una pared de cristal todo el tiempo. Se puso la kipá en la cabeza, y siguió mi ejemplo mientras envolvía los tefilín y dijimos el Shemá juntos. Compré unas patatas fritas y refresco de la máquina expendedora, y celebramos el bar mitzvá”.
Murphy pidió conservar la kipá que llevaba esa mañana como recuerdo, como hacen comúnmente los asistentes a los bar-mitzvás “normales”, pero estaba prohibido.
Sin embargo, nos sacamos una foto. El rabino pagó la tarifa estándar de $ 3, y un guardia tomó una foto de los dos separados por la pared de vidrio.
“Sé que la gente se horrorizará al ver que un hombre que cometió asesinato está sonriendo en esta foto, y yo respeto eso”, reconoce Goldstein, “pero creo sinceramente que hay una chispa de Di-s en todas y cada alma, y que mi trabajo como rabino es alcanzar sus almas y tocar esa chispa con la mejor capacidad que Di-s me ha dado.
“En la mayor oscuridad, siempre se puede encontrar la luz. Las prisiones, y especialmente el corredor de la muerte son los lugares más oscuros del mundo. ¿Se imagina la luz que vino al mundo cuando un prisionero judío se puso tefilín? “
Sobre el autor: Chabad.org es una división de la Jabad Lubavitch Media Center, bajo los auspicios de la Sede Mundial de Lubavitch
Fuente: The Jewish Press – Reproducción autorizada con la mención: © EnlaceJudíoMéxico
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