Lo que la gente dice

La familia Avtinas tenía un secreto. Ellos eran los únicos que sabían cómo se elaboraba el Ketoret, el Incienso del Templo, de manera de que cuando era llevado al Altar, el humo subiera tan recto como un rayo, y que cuando tocara el techo, se esparciera uniformemente bajando por las paredes del Templo. Majestuosamente.

RABBI YOSEF FARHI

Esto era debido a su fórmula secreta, aquella que fue heredada de padre a hijo. Una fórmula que tenían que jurar uno al otro que nunca revelarían a nadie más, una fórmula elaborada a partir de una hierba conocida únicamente por la familia, llamada מעלה עשן, literalmente, elevador de humo. Ahora, también subieron el precio por la preparación de los servicios del incienso, y cuando los Rabinos intentaron bajar los costos en los gastos del Templo, les compraron incienso a expertos de Alejandría para elaborar el incienso a un precio más bajo. Pero el incienso de Alejandría no tenía ese efecto majestuoso. Los rabinos querían que la familia Avtinas les enseñara el secreto de la receta del Ketoret.

Los Avitnas se negaron, clamando que ellos poseían una tradición de familia que decía que un día el Templo sería destruido. Si ellos revelaban el secreto, los adoradores de ídolos eventualmente tendrían acceso a él, y servirían a sus dioses con su majestuoso incienso. Nuestros Rabinos no quedaron muy contentos con su decisión.

Además, la familia tenía una hermosa costumbre digna de elogio. Ninguna mujer de la familia Avtinas podía nunca utilizar perfume. Y si alguna mujer quería casarse con alguien de la familia, el matrimonio se realizaba con la condición de que ella nunca jamás utilizaría perfume. Únicamente para que la gente no dijera que habían utilizado el incienso del Templo para ellos mismos. והייתם נקיים מה’ ומישראל  Y ustedes mantendrán su (nombre) sin culpa ante Di-s y el Pueblo judío.(Bamidbar 32;22) (Yoma 38a)

Moshé citó el pasuk antes mencionado a las tribus que querían tomar posesión de la tierra del otro lado del Río Jordán. Moshé les dijo que podían tomar la tierra con la condición de que entraran a la Tierra de Israel junto con el resto de las tribus, para luchar y capturar el territorio. Moshé estaba diciéndoles que tenían que cuidar su buen nombre, sin darle a la gente la sospecha de que estaban evitando la guerra debido al miedo. Este pasuk es la base para las leyes de מערית עין, la ley que dice que la persona necesita evitar dar la impresión de que su comportamiento no está de acuerdo con la Torá. Este concepto tiene ilimitadas ramificaciones dentro de la ley judía. Incluyendo leyes concernientes al uso de leche parve, recolección de fondos, la sangre de los peces, colgar ropas que se mojaron durante Shabat, comer comida kosher en un restaurante no kosher, mujeres que utilizan pelucas que no se reconocen por otras mujeres como pelucas, etc. Todos estos son temas que necesitan ser tratados de acuerdo a la halajá.

El Rey Salomón, el más sabio de los hombres, dijo וְשֵֹכֶל טוֹב בְּעֵינֵי אֱלֹהִים וְאָדָם ומצא חן(Mishlé 3;4) Y él encontró gracia y buen sentido ante los ojos de Di-s y ante los ojos de la gente. El Rey Salomón nos está enseñando aquí el secreto de la gracia y el encanto. En el pasuk anterior, él dice, חֶסֶד וֶאֱמֶת אַל יַעַזְבֻךָ קָשְׁרֵם עַל גַּרְגְּרוֹתֶיךָ כָּתְבֵם עַל לוּחַ לִבֶּךָ, Que la bondad y la verdad no te abandonen. Átalos como recordatorio alrededor de tu cuello, escríbelos en las tablas de tu corazón. Si recuerdas siempre y constantemente la bondad que Di-s y la gente hacen contigo, serás recompensado con gracia y encanto. La gente te querrá. La gente pensará que eres una persona con sentido común. Funciona como magia. (¡Inténtalo! ¡Funciona!) El Talmud Yerushalmi deriva a partir de estas palabras del Rey Salomón, que es importante buscar gracia ante los ojos de la gente (Shekalim 3;2). Y para lograr esto hay que asegurarse que la gente no sospeche que eres una persona malagradecida.

¿Pero, por qué? ¿Por qué la Torá nos enseña a ser tan cuidadosos con lo que la gente piense? ¿Por qué tiene que importarme? ¿Por qué no puedo simplemente hacer las cosas a mi manera? ¿Acaso no es un enfoque equivocado que me importe lo que la gente piensa? Si lo que hago es completamente legal, ¿por qué tengo que preocuparme por lo que los otros piensan o por mi comportamiento? ¿No es su responsabilidad juzgarme favorablemente?

Aún si no nos damos cuenta, todos tenemos un impulso o sensibilidad internos que se llama en hebreo “Má Yaguidu”, Qué es lo que dirá la gente. Eso significa que hasta cierto grado estamos motivados por lo que la gente dice o dirá de nosotros y de nuestro comportamiento. Aun las personas que dicen que a ellos no les importa lo que la gente piensa, usualmente sólo están desesperados porque la gente piense que a ellos no les importa lo que piensen. Pareciera que Di-s conectó los cables de nuestro subconsciente para que nos importe lo que los demás piensen de nosotros. Por eso las personas toman préstamos que no pueden pagar, para hacer una boda bajo el estándar en el que desearían estar. Una boda de cuatro horas puede sumirlos en dos o tres años de deudas, algo que no tiene sentido. Sólo porque les importa tanto lo que la gente pueda llegar a decir, no sea que descubran su verdadera situación financiera.

Todos tenemos esa necesidad emocional de sentirnos aceptados y amados. Esto se encuentra en el mismo centro de la autoestima. Tu actitud hacia ti mismo está determinada en gran parte por las actitudes que crees que la gente tiene hacia ti. Cuando crees que la gente te aprecia, tu nivel de auto aceptación y de autoestima crece hacia arriba. Sin embargo, si tú crees, correcta o erróneamente, que la gente piensa mal de ti, tu nivel de auto aceptación se derrumba. Un alumno de yeshivá a quien yo ayudaba me contó algo interesante acerca de su propio comportamiento.

Si rezaba en un minyan tarde, escondía su Tefilín cuando caminaba del shul a su casa. Pero cuando rezaba en un minyan temprano y se quedaba más tarde a estudiar, ¡ni siquiera se daba cuenta que cargaba su Tefilín, sin esconderlo, a las 11 a.m. al caminar de regreso a su casa!

El nombre que haces para ti mismo, la identidad que proyectas hacia los demás, eventualmente va a ser tu identidad. Verás, todos vivimos bajo un estándar, el estándar que escogemos para nosotros, o cualquier estándar que los demás esperen de nosotros. El primer paso hacia el crecimiento es aspirar a un estándar más alto. Toma la decisión ahora, de cuál es el estándar al que deseas llegar. Y entonces, proyéctalo al mundo.

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