«Los mayores descubrimientos en la historia de la ciencia no los lograron investigadores que querían solucionar un problema. Lo que les motivaba no era la utilidad práctica, sino la pura curiosidad». Para Daniel Zajfman, ésta es la clave que explica el éxito meteórico del Instituto Weizmann de Israel, uno de los centros de investigación más prestigiosos del mundo. Desde hace casi una década, este astrofísico de origen belga lleva las riendas del buque insignia de la ciencia israelí, cuyos investigadores trabajan «con total libertad», sin estar obligados a explicar la utilidad práctica de su trabajo para justificar los fondos que reciben.
PABLO JAÚREGUI
Frente a la tendencia generalizada en todo el mundo a basar la financiación de la ciencia en sus potenciales aplicaciones tecnológicas, Zajfman está convencido de que el camino ideal para lograr los mayores avances científicos -y también el máximo beneficio económico- es permitir a los científicos «explorar sin que tengan la menor idea de para qué servirán sus descubrimientos en el futuro». Los números le dan la razón: los hallazgos logrados por los 250 grupos de investigación del Instituto Weizmann han generado casi 30.000 millones de euros de beneficios. Ayer, antes de presentar esta impresionante historia de éxito en una conferencia pronunciada en la Fundación Ramón Areces, Zajfman dialogó con EL MUNDO.
P- En España, la ciencia ha sufrido duros recortes debido a la crisis económica. ¿Cómo convencería a los políticos españoles sobre la importancia de invertir en I+D?
R-Me sorprende que sea necesario explicarle a alguien la importancia de la ciencia. Si analizas las transformaciones más importantes que se han producido en la Humanidad durante los últimos siglos, te das cuenta de que todas tienen su origen en la ciencia. La telefonía móvil, Facebook, todo lo que está cambiando nuestra sociedad tiene que ver con hallazgos de nuevos materiales, con la informática y la electrónica… Es cierto que las aplicaciones tecnológicas derivadas de los descubrimientos científicos tardan en llegar, pero la conexión entre ambas es evidente. Quizás muchos no se dan cuenta de esto, y creen que los móviles, los aviones o los fármacos surgen de un día para otro, pero la realidad es que son el resultado de muchísimos años de durísimo trabajo en laboratorios de ciencia básica.
P- Sin embargo, cuando una sociedad sufre problemas económicos severos como el paro en España, muchos dicen que la ciencia se convierte en un lujo. ¿Qué respondería?
R-Hace 50 años, la situación en Israel era infinitamente peor que la crisis que ha sufrido España en los últimos años. Sin embargo, en Israel la investigación científica siempre fue una prioridad. En tiempos de crisis, puede parecer un lujo, pero no lo es en absoluto, es la clave para el éxito de un país. Además, no hay que olvidar que si la ciencia se detiene, el daño puede ser irreversible. Si dejas de financiarla, tus científicos se irán a otros países. Y lo más importante para la ciencia no son los microscopios, sino los ojos y el cerebro de las personas que miran a través de sus lentes. No hay ciencia sin científicos, y los países que dejan de financiarla sufren fugas de cerebros que pueden ser muy destructivas para su futuro.
P-¿Por qué cree que la estrategia del Instituto Weizmann, que permite a sus científicos «pensar en libertad», ha tenido tanto éxito?
R-La historia de la ciencia demuestra que casi todos los descubrimientos más importantes no estuvieron motivados por sus posibles aplicaciones tecnológicas. Por ejemplo, el láser no se creó porque alguien quería que pudiéramos escuchar música en un CD, sino porque unos físicos estaban muy interesados en comprender el comportamiento de los átomos en un estado cuántico. Al principio, su descubrimiento era aparentemente inútil, pero con el tiempo ha generado una gigantesca industria. Otro ejemplo sería el hallazgo de los rayos X de Wilhelm Röntgen hace 130 años. Antes de su descubrimiento, no podíamos ni plantearnos sus posibles aplicaciones médicas, porque no sabíamos ni que existían. Antes de saber para qué sirve algo, primero tenemos que conocer su existencia. Einstein evidentemente no tenía la más remota idea de que la Relatividad serviría para el desarrollo del GPS.
P-Hablando de Einstein, ¿qué podemos aprender hoy de su manera de trabajar?
R- A Einstein lo único que le motivaba era la posibilidad de describir el mundo. Tenía una capacidad asombrosa para desarrollar un marco teórico con el que explicar el Universo. ¿Y esto para qué sirve? Para mí, esto es como preguntar: ¿Para qué vamos al cine o al teatro? ¿O para qué leemos? Podríamos sencillamente levantarnos, ir a trabajar a una fábrica para producir coches, volver a casa e irnos a dormir. Pero eso no es suficiente porque somos humanos, y eso quiere decir que queremos enriquecernos con eso que llamamos cultura. A Einstein no le preocupaba en absoluto para qué servirían las ondas gravitacionales, cuya existencia ha tardado 100 años en confirmarse. Quizás en el futuro incluso tengan algún valor práctico, pero hoy no lo sabemos. Y si finalmente no sirvieran para nada, tampoco importa. Se trata de comprender el Universo en el que vivimos, no hace falta buscar otra razón para justificarlo.
P-Israel ha producido una cantidad sorprendente de Premios Nobel. ¿Cuál es la razón de este éxito?
R-Si miras la lista de Premios Nobel, un 25% de los ganadores son judíos, a pesar de que los judíos sólo representan un 0,02% de la población mundial. Esto evidentemente no se debe a que los judíos sean más inteligentes, pero sí que creo que hay algo único en nuestra cultura que quizás ayuda a ganar Premios Nobel: el hecho de que los judíos, en general, tienen muy poco respeto a la autoridad. Un Nobel no se suele ganar por la cantidad de cosas que sabe un científico, sino porque se niega a aceptar que algo es imposible. Eso es faltarle el respeto a la autoridad, al profesor que dice que algo no se puede hacer. En el 99,9% de los casos, el profesor tiene razón, pero ese 0,1% de casos en los que el alumno rebelde está en lo cierto marcan la diferencia. Además, en la cultura judía, incluso en el ámbito religioso, un aspecto importante de la educación religiosa es argumentar con el rabino sobre los textos sagrados. No es un sistema tan dogmático como algunos creen, no basta con aprenderte los textos de memoria, hay que discutirlos con el rabino, tienes que saber argumentar, hacer preguntas sobre los textos e incluso contradecirlos. Creo que esta habilidad es una ventaja cuando se aplica al campo de la ciencia, ya que puede llevar al estudiante a cuestionar las ‘verdades establecidas’ de los libros de texto y no a dar nada por sentado. En la mayor parte de los casos, el alumno estará equivocado, pero a veces tiene razón y esta osadía puede llevarle a ganar un Nobel.
P-Hablando de religión, ¿cree, como Richard Dawkins, que la fe en Dios es un espejismo desenmascarado por la ciencia? ¿O cree que la ciencia puede ser compatible con la religión?
R-Yo no soy creyente, pero en mi opinión, no existe ningún conflicto entre religión y ciencia. Son ámbitos tan diferentes que no existe conexión entre ellos. Algunos tratan de conectarlas para demostrar lo que es correcto o incorrecto, pero es absurdo. Dios no aparece en ninguna ecuación de la Física. La ciencia es una cosa, y la religión otra muy diferente que no tiene nada que ver. La religión es importante para algunas personas, les proporciona un marco de normas éticas que rigen su comportamiento, y es como una red de seguridad que les ayuda a afrontar los problemas de la vida. Mientras la religión ofrezca esta tranquilidad a los creyentes, sin que esto les lleve a hacer daño a los demás, me parece perfecto. Es su derecho si quieren creer en un Dios que les dice cómo vivir, sin perjudicar a nadie. El problema es cuando la religión invade las libertades de los demás, o impone modos de vida a los no creyentes, entonces estoy radicalmente en contra. Todos tenemos derecho a elegir cómo queremos vivir, mientras no impongamos a los demás cómo tienen que vivir. Lo importante es que la religión no dicte a todo el mundo cómo tiene que vivir, sino que únicamente sea una decisión personal que un creyente se imponga a sí mismo. En cuanto a la educación, no tengo claro que tengamos que erradicar la religión de las escuelas, porque creo que todas las religiones contienen valores filosóficos que son valiosos. Me parece bien que se enseñe la dimensión filosófica de las religiones, el sentido que cada una de ellas (el catolicismo, el budismo, el islam, el judaísmo…) le intenta dar a la vida.
P-¿Cree, entonces, que es perfectamente compatible que un científico sea creyente?
R- Por supuesto. En el Intituto Weizmann hay científicos extraordinarios que son muy religiosos. No tiene por qué existir ningún conflicto, con tal de que la religión no pretenda explicar el mundo, sino sencillamente limitarse a proporcionar un marco de normas éticas. El problema es que algunos han pretendido que la religión explique cosas que es incapaz de explicar, y por eso surge un conflicto con la ciencia que no debería existir.
P-¿Cree que el lenguaje universal de la ciencia puede ser un instrumento para la paz en una región desgarrada por conflictos religiosos como Oriente Próximo?
R-Sin duda. Tras la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto, el nuevo Estado de Israel nació lógicamente sin ningún tipo de relación diplomática con Alemania. Pero en los años 50, los primeros contactos entre alemanes e israelíes se lograron a través de la colaboración entre cientificos del Instituto Weizmann y algunos colegas de la Sociedad Max Planck de Alemania._Al fin y al cabo, las leyes de la Física son iguales para todos, y ese lenguaje común ayudó a reestablecer las relaciones entre Israel y Alemania. De hecho, la primera reunión entre un canciller alemán y un presidente israelí en la ONU fue organizada por científicos de ambos países. Y hoy, nuestro principal socio en proyectos internacionales de investigación es Alemania. Por lo tanto, si la ciencia ayudó a crear puentes entre alemanes e israelíes, sin duda puede contribuir a resolver cualquier conflicto.
P-¿Con los palestinos han intentado crear estos lazos?
R-Claro que sí, lo intentamos continuamente, y si no hablamos más de ello es porque nos tememos que al hacerlo público, lo pondríamos en riesgo porque lo intentarían destruir aquéllos que no creen en este tipo de puentes. La ciencia nunca será la solución al conflicto, pero puede ser una herramienta poderosa para establecer lazos de cooperación que contribuyan al entendimiento. En la ciencia, ni tú ni yo ni nadie decide lo que es correcto o incorrecto, sino que lo decide la propia naturaleza, así que es un marco ideal para entendernos por encima de cualquier diferencia cultural.
Fuente: elmundo.es
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