“Yo no quería morir en un crematorio, así que decidí que tendrían que dispararme,” recuerda Michael Lizrovitch, de 89 años de edad. “Tomé unas pinzas y en medio de la oscuridad y la lluvia pesada, corrí hacia la cerca eléctrica. Para mi sorpresa, salí con vida.”
ESTI PELED PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Una semana después de la muerte de Shumel Vilnberg, el “último testigo de Treblinka,” se da a conocer otra historia de un superviviente del campo de exterminio que logró sobrevivir al infierno.
A diferencia de Vilenberg, quien fue el último sobreviviente que huyó de Treblinka durante la revuelta en el campamento, Lazrovitch fue uno de los pocos que logró escapar solo, y sin conexión con la revuelta. Según los registros de Yad Vashem, otros dos supervivientes de Treblinka siguen vivos – uno de ellos vive en EE.UU. y el segundo en Suecia.
Michael Lizrovitch nació en 1927 en una familia de cinco hermanos. Durante la Segunda Guerra Mundial, la familia fue trasladada a un ghetto en la ciudad de Czestochowa, donde vivían en una habitación pequeña. El padre embotellaba cervezas en una fábrica ubicada en el patio delantero de la casa.
Hace siete años, Lizrovitch fue diagnosticado con Alzheimer, y por lo tanto, el registro de 1992 en Yad Vashem es el único testimonio de su vida durante el régimen nazi.
“Cuando los nazis subieron al poder, entendí inmediatamente que mi infancia había terminado. Comprendí que de ahora en adelante, todo será negativo, aunque aún había la esperanza de que algo cambiase y pudiésemos salir con vida.”
En 1942, después del rezo de Yom Kipur en la sinagoga, los judíos de Czestochowa fueron obligados a concentrarse en la plaza del pueblo. Lizerovitch, de 13 años, comprendió que ahí probablemente se seleccionaba a los que iban a Treblinka, aquellos que no sobrevivirían.
“Mi madre nos dejó y dijo que esperaba volver a vernos después de la guerra,” recordó. “En un principio pensamos que quizás podríamos trabajar, aunque había rumores que los que entran a Treblinka nunca salen.“
Tras un viaje de dos días en tren, llegaron a Treblinka. Debido a que tenía un pequeño álbum de timbres ocultos en el bolsillo, Lizerovitch fue encargado de separar las pertenencias de los judíos en montones.
“Había enormes pilas de relojes, zapatos, lentes y otros artículos. Cuando oí los gritos de las mujeres que venían del crematorio, y posteriormente el silencio de los muertos, comprendí que estas eran sus pertenencias.“
Después de dos semanas, uno de los capos le indicó que “al día siguiente llegará su turno.“
“En ese momento pensé que tal vez debería tratar de escapar. Mi destino era morir, pero decidí que no perecería en el crematorio. No pensé que lograría huir, pero me dije a mí mismo que es mejor morir por un disparo. Eso es lo que esperaba,” expresó Lizerovitch.
“Tomé un calcetín del montón y lo llené de anillos, dinero y relojes en caso de que lograse escapar.”
“Esa noche en las barracas, soñé que mi madre y mi padre estaban a mi lado y me decían que huyera. Me desperté de inmediato, abrí la puerta, afuera llovía a cántaros. Tomé unas pinzas eléctricas y planeaba correr hacia la valla eléctrica por debajo de la torre de guardia.”
La intensa lluvia trajo trajo consigo una profunda oscuridad. Luego de correr hacia la cerca eléctrica, Lizerovitch se encontró bajo la torre de guardia, con vida.
“Corté el alambre de púas con las pinzas, y salí corriendo. El calcetín con el dinero se quedó atorado en la valla, pero no me importó y seguí corriendo. Después de unas horas,me di cuenta de que me había avanzado en la dirección opuesta, y que estaba a sólo dos kilómetros del campamento.”
Lizerovitch se escondió en un pueblo cercano, y con la ayuda algunos polacos, consiguió un pasaje para Varsovia. De ahí, tomó un tren a Czestochowa, donde permaneció por el resto de la guerra.
En 1946 inmigró a Israel, donde conoció a su esposa Judith. Ambos se establecieron en la ciudad de Haifa, donde tuvieron dos hijos, seis nietos y un bisnieto.
Fuente: Ynet / Itay Blumenthal
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