JOSHUA MURAVCHIK
“Es un traidor con clase,” apunta un activista del movimiento BDS mientras explica las acciones de Bassem Eid, el defensor por los derechos humanos de los palestinos, quien se ha convertido en una voz contundente contra del movimiento BDS. Esta no es la primera vez que Eid ha sido llamado traidor, pero su trayectoria, mucho más conocida para sus compatriotas palestinos que por el Occidente, desmiente tales epítetos.
Eid fue quien dio a conocer a la organización de derechos humanos B‘Tselem, famosa por sus denuncias de excesivas acciones militares israelíes. B’Tselem fue fundada en 1988 durante la primera Intifada palestina por prominentes israelíes de izquierda con el fin de luchar contra abusos de las fuerzas israelíes sobre palestinos. Pero, ¿cuántos palestinos abren sus puertas a israelíes que quieren ayudarlos e incluso hablan su propia lengua? ¿Y cuántos israelíes atribuyen las historias de mala conducta a sus soldados, sabiendo que los palestinos también tienden a exagerar? B’Tselem necesitaba un investigador que inspire confianza a ambos lados, alguien con quien los palestinos puedan hablar abiertamente, pero que al mismo tiempo juzgue sus historias con un ojo crítico.
Así es como B’Tselem halló a Eid, un periodista palestino autónomo de 30 años de edad que solía escribir ocasionalmente en árabe para los medios palestinos, pero también domina el hebreo. Los fundadores de B’Tselem estaban familiarizados con su trabajo en Kol Hair, un periódico semanal de Jerusalem publicado por el diario israelí Haaretz. Eid se dedicaba al periodismo de investigación, el cual desempeñaba minuciosamente. Por ejemplo, a principios de 1988, los residentes del pueblo de Salem, cerca de Nablus, alegaron que los soldados israelíes habían enterrado a jóvenes en la arena por arrojar piedras. Cuando Eid llegó al lugar, los jóvenes ya no estaban allí y sólo había un montón de arena. Eid exigió evidencias de la historia de los aldeanos. Cuando una de las presuntas víctimas alegó que había perdido un zapato en la arena, Eid pidió que se excavara y el zapato fue hallado. En base a esta prueba, el ejército abrió una investigación y confirmó el incidente. Cuando Eid escribió la historia en Kol Hair, se produjo un escándalo.
En otra ocasión, una mujer dijo al periodista que no podía obtener el divorcio. Como residente palestina de Jerusalem, ella tenía tarjeta de identidad israelí y ciudadanía jordana. Muchas mujeres jerusalemitas prefieren la corte musulmana israelí porque según Eid, “protege los derechos de la mujer mucho más que la corte musulmana jordana.”
“La mujer me indicó que cada vez que iba a la corte, el juez, un jeque, postergaba su caso porque estaba interesado en ella sexualmente,” recuerda Eid. Él respondió que requería de pruebas para poder ayudarla y le aconsejó llamar al juez a su oficina. Eid reconstruye el diálogo:
– “¿Por qué sigue usted posponiendo mi caso? Preguntó la mujer.
– “Lo seguiré haciendo hasta que venga a mi casa,” respondió el jeque.
El juez sugirió recoger a la mujer para llevarla a su casa. Eid pidió a su editor de Kol Hair que enviara fotógrafos al punto de reunión.
La mujer esperó en el lugar que habían acordado. El juez de 65 años de edad llegó con pijama. Eran alrededor de las cuatro de la tarde. La tomó del brazo y ambos comenzaron a caminar. Entonces aparecieron dos fotógrafos y les tomaron fotos. El juez escapó del lugar, dejando a la mujer.
Las imágenes del juez, junto con la historia de Eid no agradaron a nadie a excepción de la mujer quien logró conseguir el divorcio. El juez fue humillado, y las autoridades musulmanas se avergonzaron. Los funcionarios del Ministerio de Asuntos Religiosos de Israel censuraron la publicidad. El ministerio se rehusó a actuar en contra de un clérigo musulmán por lo que simplemente fue trasladado de Jerusalem a Haifa.
A diferencia de la mayoría de los pensadores liberales del Medio Oriente, Bassem Eid no viene de la clase media educada. Su padre, Mohammed, se ganaba la vida como sastre. Tenía una máquina de coser en un pequeño puesto del mercado árabe de la Ciudad Vieja de Jerusalem. En 1951, Mohammed Eid se casó con Mahdiyah, la hija de un pobre zapatero convertido en imam de Lod, que dio a luz a cuatro hijos. Bassem es el cuarto varón, antes de una mujer.
La joven familia se estableció en el barrio musulmán de la Ciudad Vieja y muy pronto se trasladó al barrio judío. Aunque los líderes palestinos suelen negar la conexión histórica de los judíos a Jerusalem, los residentes árabes de esta parte de la ciudad siempre lo llamaron “barrio judío” en árabe, incluso cuando no vivían judíos allí. El departamento constaba de una sola habitación, una pequeña cocina y un baño. Cuando le molestaba compartir la habitación con otras seis personas, Bassem encontraba refugio con la hermana de su madre. Aunque era insólito en su cultura, esta tía era una mujer soltera que vivía sola en el Cardo, los restos de la calle central de la ciudad en la época bizantina, que se encontraba a sólo un minuto de la casa de Eid.
En 1966, el gobierno jordano decidió evacuar a los residentes del barrio judío. El Organismo de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas acababa de construir un nuevo campo de refugiados, llamado Shuafat, que actualmente se ha convertido en el epicentro de la ola de ataques con cuchillos, ubicado en el extremo norte de Jerusalem, a lo largo de la carretera a Ramala. Cada familia que se mudaba al barrio recibía una casa y un pedazo de tierra sin costo.
La familia Eid no fue desplazada por la guerra de 1967, como lo fueron muchos otros residentes del Este de Jerusalem. Sin embargo, el día en que comenzó la batalla por Jerusalem, Bassem había ido a visitar a su tía en el Cardo:
“Cuando estalló la guerra, escuchábamos por la radio: “Yahud, Yahud, Yahud” [judío, en árabe.] No tenía idea de lo que significaba. Así que le pregunté a mi tía, “¿Qué significa, Yahud? ¿Ellos son seres humanos como nosotros?” recuerda Eid.
Y ella respondió: “No, ellos comen a los seres humanos.”
– “¡Oh Dios, pueden venir a comernos!“
– “No, no te preocupes. Cerré la puerta de la calle.”
Durante cinco días vivieron de lo que tenían a la mano. La radio les transmitía noticias dificilmente confiables, pero ese era su único contacto con el exterior. La casa no tenía teléfono; ni la de los padres de Eid. Mohammed y Mahdiyah sólo podían rezar a Alá para que su pequeño hijo permanezca aislado de los intensos combates intensos. En el sexto día, Eid recuerda:
Alguien llamó a la puerta, yo corrí a mi tía y le dije: “Los judíos han venido para comernos.”
– “No, no, no son los judíos. Ve y abre la puerta,” respondió.
– “No, tú eres más grande que yo. Tú tienes que hacerlo.“
Luego dijo: “No te preocupes, puede ser tu tío.”
Entonces abrí. Vi a los soldados, y me metí a la casa de inmediato. Ellos entraron. Hablaban árabe. Me preguntaron si había hombres en la casa, y mi tía respondió: “Nadie, excepto yo, y el niño.”
Entonces, un soldado dijo: “Si necesitan algo de comida pueden salir a la calle. Aquí hay un punto de repartición en el que ofrecen alimento – jitomate, un poco de pan y leche.”
Mi tía me miró y preguntó: “¿Quieres traer algo?” Yo le contesté que no. El soldado me miró y dijo en árabe: “¿Por qué no? Puedes hacerlo. Es seguro. Nadie te molestará.”
Yo me negué.
Cuando los soldados se habían ido, Bassem preguntó a su tía: “¿Tú crees que realmente están dando pan, jitomate y leche?” Y ella dijo: “Sí.” Bassem la desafió: “Tú me dijiste que los judíos comen seres humanos. ¿Por qué habrían que darnos de comer? “Y ella dijo: “Eso es lo que me dijo el abuelo,”pero admitió que ella no sabía con certeza. Así que Bassem se atrevió a salir, y de pronto vio que toda la gente de la vecindad recibía alimento.
El hecho de que los soldados judíos eran mucho más amables de lo que le habían inculcado probablemente influyó su actitud hacia Israel que, aunque actuara de manera irritante, nunca estuvo marcada por el odio. Al parecer, luego de descubrir que los judíos no eran caníbales, como decían su tía y su abuelo, el joven Eid aprendió a discernir entre la realidad y el rumor. Este aprendizaje llegó a formar una parte esencial de su carrera.
Después de la preparatoria, mientras trabajaba de mesero para pagar la universidad, participó en una actividad que influyó en su desarrollo. Sin un propósito determinado, adquirió una máquina de escribir usada y con letras hebreas. Había llegado a dominar el idioma en las calles, repartiendo periódicos a judíos israelíes para comprar ropa de primera mano, una mochila de escuela, algo de alimento y divertirse con la máquina de pinball, ya que sus padres, que para entonces ya tenían cuatro hijos más, no podían proveer esas cosas. Un día, caminando por el mercado árabe donde se encontraban las carnicerías, se ofendió por lo que veía y olía. Los carniceros del shuk (mercado en árabe) no tenían refrigeradores. La carne estaba colgada en ganchos. “Las calles olían muy mal y estaban sucias,” recuerda Eid. Llegó a su casa y escribió una carta en hebreo al alcalde de Jerusalem, Teddy Kolek, quejándose de las condiciones.
Dos semanas más tarde llegó la respuesta. Kolek avisarle del problema, apreció su acción de buen ciudadano, y prometió limpiar la zona de las carnicerías. La respuesta lo emocionó, así que la próxima carta fue enviada al primer ministro Shimon Peres, quien respondió con una carta firmada por él mismo.. Al mencionar a los demás de su correspondencia, la gente hablaba de que Eid podía comunicarse con las autoridades israelíes y comenzó a pedirle que escribiera cartas a las autoridades para ayudarles a solucionar problemas. Después de un año, Eid alquiló un local cerca de su casa con un apartado postal, e incluso instaló un teléfono. Los residentes de Shuafat sometían sus peticiones para varias oficinas gubernamentales o empresas de servicios públicos, y Bassem escribía las cartas en hebreo. Ellos le pagaban por sus servicios.
Así fue como se convirtió en defensor mientras aprendía algo acerca de la democracia. “Por cada carta que enviaba recibía una respuesta escrita,” comenta Eid. “Esto no es existe en el mundo árabe.”
Después de cuatro años de trabajar en restaurantes y escribir cartas a organismos burocráticos en nombre de los residentes de Shuafat, Eid había ahorrado suficiente dinero para iniciar sus estudios de periodismo en la Universidad Hebrea. Al cabo de dos años sus fondos se agotaron y se vio obligado a abandonar sus estudios. Volvió a su puesto de mesero y a las cartas ayudando a los miembros de su comunidad, pero también comenzó a escribir para medios árabes y hebreos, incluyendo el periódico local de Kol Hair.
Conforme avanzaba con su carrera de periodista, fue descubierto y reclutado por los fundadores de B’Tselem. En un principio, la organización contaba con un equipo de seis personas, de las cuales Eid era el único árabe, y colaborador de tiempo completo. Más tarde, el grupo contrató a un israelí que hablaba árabe y también hacía trabajo de campo, pero esto fue después de que B’Tselem había ganado la confianza de los palestinos gracias a Eid.
Más tarde, comenzó a escribir una columna semanal en Al Quds, el principal periódico palestino, sobre casos que había investigado. Cada vez que acusaban al ejército israelí de mala conducta, B’Tselem enviaba un informe basado información que Eid había recaudado. El ejército entonces investigaba y negaba o admitía las acusaciones. En sus artículos, el periodista destacaba la dureza de B’Tselem, y mencionaba con frecuencia casos en los que el ejército confesaba y se disculpaba.
A veces, soldados israelíes preocupados por el mal comportamiento de sus compañeros, recurrían a Eid. En 1990, un reservista lo contactó para reportar que su unidad había reunido a un grupo de jóvenes en el pueblo de Aboud, cerca de Ramala, sospechosos de haber lanzado piedras a colonos judíos. El incidente ocurrió en la fiesta judía de Purim, cuando los niños se disfrazan. Unos soldados obligaron a los niños a pintarse los rostros y repetir una canción de Purim. Eid reunió los testimonios. Los soldados finalmente confesaron y fueron castigados.
Eid volvía locos a los oficiales militares. En una ocasión, el ejército israelí detuvo a un residente de 16 años de edad, residente de Beit Nabala en Cisjordania, quien confesó haber bloqueado una carretera con piedras. Cuando se le preguntó cómo había llegado desde su casa hasta la carretera para obstruirla, el muchacho dijo que había utilizado el burro de su padre. Al día siguiente, los soldados llegaron con un camión y confiscaron el animal. Cuando la familia dijo a Eid lo que había sucedido, él envió una carta al asesor jurídico del ejército preguntándole sobre el paradero del burro: “Deseo saber si tienen ustedes una prisión para los burros y cómo los tratan. Quiero saber si los dueños tienen derecho a visitar a sus asnos. “El asesor jurídico emitió una respuesta burocrática sin sentido del humor, explicando que requería más detalles sobre el burro. Eid publicó el caso en la prensa, y cuando apareció en los encabezados de tres periódicos israelíes, el burro fue devuelto a sus dueños.
Aunque Eid era una espina para las FDI, sus oficiales lo respetaron a regañadientes. El ejército reconoció que sus informes no reflejaban la exageración tan común en los palestinos. “¿Por qué exagerar?” se pregunta Eid. “Por ejemplo, si se han demolido 2,000 viviendas, ¿por qué decir que fueron 10,000? Si los israelíes mataron a cuatro personas, ¿por qué decir que fueron 40?” Eid acostumbraba confirmar la veracidad de los testimonios antes de reportarlos a sus colegas de B’Tselem para que ellos enviaran una carta formal al ejército pidiendo su versión de los hechos y muchas veces descubría distorsiones.
Una vez, una niña de 6 años de edad murió de una herida de bala en la cabeza. Su padre, un miembro de las fuerzas de seguridad palestinas, alegaba que un colono israelí había disparado mientras conducía en su auto. Eid llamó a los vecinos del hombre y descubrió que la bala vino de la propia arma del padre mientras la limpiaba en su casa. En otra ocasión, una niña murió en su vehículo por una bala de un soldado israelí. El padre indicó que habían sido atacados sin razón mientras conducían. Bassem descubrió que el hermano de 15 años de edad había tomado el coche de la familia para ir a pasear sin permiso de los padres, e invitó a la niña prometiendo comprarle un helado. Al llegar a un puesto de control, intentó huir porque no tenía licencia de conducir. Entonces un soldado disparó el tiro fatal. Posteriormente fue castigado porque tenía órdenes de disparar a los neumáticos del vehículo sospechoso y no a los pasajeros. Sin embargo, no se trataba de un asesinato a sangre fría como el padre había afirmado.
1994 fue un año crucial para Eid, al igual que para todos los palestinos y los israelíes. En julio, 10 meses después del incómodo apretón de manos de Rabin y Arafat en el césped de la Casa Blanca, los líderes de la OLP volvieron a Cisjordania para formar un gobierno. Casi todos los palestinos anhelaban tener su Estado, pero Eid, al igual que otros, dudaba del liderazgo de la OLP que había estado en el exilio durante tanto tiempo. Rabin había una vez justificado públicamente haber hecho un trato con un hombre que despreciaba abiertamente, observando que Arafat controlaría a los palestinos y “trataría con ellos, como deben ser tratados, sin la interferencia de B’Tselem.”
Eid ya había tenido enfrentamientos con miembros de Fatah en los territorios por haber denunciado la brutal “justicia” en las calles, especialmente en los campos de refugiados. Además, en un informe de B’Tselem a principios de 1994, condenó la matanza de palestinos sospechosos de “colaborar” con Israel.
¿Acaso Arafat y su equipo bien armado podían controlar la violencia o más bien la harían crecer? Se preguntaba. Poco después, sus temores fueron confirmados: Arafat creó una variedad de organismos armados de los cuales el más conocido era el Servicio de Seguridad Preventiva (PSS, por sus siglas en inglés) dirigido por Jibril Rajoub, uno de sus diputados más cercanos. De pronto, los palestinos revelaban historias de abuso por parte de los subordinados de Rajoub. “Empecé a recibir llamadas telefónicas de personas que habían sido detenidas, torturadas y luego liberadas,” recuerda Eid. “Algunos vivían atemorizados. Eid llegó a la conclusión de que éstos no eran incidentes aislados, sino parte de un fenómeno.
Eid pidió a sus superiores en B’Tselem abrir una investigación sobre los abusos de la nueva Autoridad Nacional Palestina, pero ellos afirmaron que su misión era criticar las fechorías de Israel, y no del gobierno palestino. Entonces Eid comenzó a llevar sus propios registros. Cuando éstos se acumularon, instó a B’Tselem a revertir su política y permitirle preparar un informe oficial sobre los abusos de palestinos. Bassem acumuló testimonios, los tradujo al hebreo, y los presentó a los miembros de la junta directiva, quienes optaron por autorizar el informe publicado en agosto de 1995, citando casos de:
Castigo extrajudicial, secuestro, detenciones ilegales, arrestos prolongados sin control judicial o representación legal, prohibición de visitas de familiares, técnicas de tortura, amenazas, humillaciones, privación del sueño y negación de tratamiento médico. Los palestinos que dieron testimonio a B’Tselem, o que fueron entrevistados por los medios de comunicación sobre estos asuntos temen que sus nombres sean publicados, lo que indica que muchos residentes de Cisjordania se abstienen de criticar públicamente al PSS por temor a una reacción desproporcionada y violenta por parte del servicio de seguridad.
En respuesta, Rajoub dijo que Eid era un “colaborador” y un “agente de la policía israelí.” Muchos grupos de derechos humanos protestaron por “las acusaciones maliciosas y sin fundamento que podría poner en peligro la seguridad de Eid.” La Autoridad Palestina aseguró entonces que los grupos de derechos humanos podían trabajar en las zonas autónomas, pero no retiró la acusación formal.
Eid modificó sus métodos como resultado de la amenaza de Rajoub. Ahora, cuando visitaba zonas peligrosas, iba acompañado de colegas israelíes o extranjeros, cuya presencia como testigos potenciales podía disuadir los ataques. Pero no desistió.
En enero de 1996, los palestinos celebraron elecciones presidenciales y para el consejo legislativo. En una declaración pública, Eid criticó a Arafat porque la televisión palestina de daba cobertura a otros candidatos. Esa misma noche, al llegar a su casa en Shuafat, un hombre salió de un auto estacionado y se le acercó. Era Abu Fuad Jneidi, un oficial de la Fuerza Diecisiete, el servicio de seguridad encargado de proteger a Arafat entre otras funciones especiales. El hombre le pidió que lo acompañara a su oficina de Ramala para “tomar un café.” Bassem rió y respondió: “Yo sé de muchas personas que fueron invitadas a tomar café con ustedes y nunca volvieron.”
Jneidi pareció ofendido, y le aseguró que sería tratado como invitado. Eid pensó que si se negaba, reforzaría los rumores de que era un “colaborador”, así que accedió. Eid siguió a Jneidi y en el camino llamó a periodistas de la organización de Reporteros Sin Fronteras para contarles su situación. Al parecer, ellos empezaron a hacer llamadas en su nombre.
Al día siguiente, Radio Israel informó que Eid había desaparecido, citando a un comandante palestino que afirmaba que había rastreado los centros de detención palestinos en busca del activista y que seguramente estaba en manos de los israelíes. Pero entonces Ahmed Tibi, miembro árabe de la Knesset y asesor cercano a Arafat, apareció en la comisaría donde estaba detenido y ordenó su liberación. Finalmente, Eid se salvó gracias a la intervención del secretario de Estado norteamericano, Warren Christopher y del primer ministro de Israel, Shimon Peres aunada a la cobertura de la prensa.
Esta experiencia reafirmó su determinación de denunciar los abusos cometidos por las autoridades palestinas. Pero los líderes de B’Tselem estaban divididos sobre si el organismo debe vigilar las acciones de las autoridades palestinas y las de Israel. Aquellos que valoraban los derechos humanos por encima de la ideología querían hacerlo, pero otro grupo, dirigido por Uri Avnery, simpatizaba con la OLP, y quería que B’Tselem se enfocara en Israel únicamente. En julio de 1996, Eid dimitió de B’Tselem y empezó a crear su propia organización.
El Grupo Palestino de Supervisión de los Derechos Humanos (PHRMG) fundado por Bassem Eid mantuvo un enfoque crítico de las acciones de Israel mediante la publicación de informes sobre la demolición de viviendas, la detención de prisioneros palestinos y la violencia de colonos israelíes contra palestinos. Pero esta vez, Eid se centró principalmente en las autoridades palestinas. “Siento que tengo que proteger a mi país de cualquier tipo de autoridad, incluso su propia autoridad,” explicó. “Quiero que los palestinos puedan construir un estado democrático, y no sólo extender su autoridad.”
Su primer informe completo se publicó en mayo de 1997, seis meses después de su fundación. Su descripción de “la tortura en gran escala” y “las normas de comportamiento ilegales” de la Autoridad Palestina “desafiaba un tabú”, dijo The Washington Post.
Eid castigó a Israel y a Estados Unidos por apoyar los abusos de las autoridades palestinas bajo la teoría de que necesitaban una mano libre para evitar que los radicales subviertan el proceso de paz. “Cuando el presidente Arafat decidió formar el Tribunal de Seguridad del Estado en abril de 1995, Israel y Estados Unidos no sólo respaldaron su establecimiento sino que además apoyaron la forma ilegal en la que ha funcionado desde 1995,” escribió.
En septiembre de 2000, la Segunda Intifada creó un nuevo contexto para el trabajo de Bassem. En un principio, sus críticas iban dirigidas a los israelíes. “La frustración ha empujado a los palestinos hacia la violencia,” dijo a un reportero estadounidense. “Los israelíes siguen derribando casas palestinas, construyendo en los asentamientos, siguen matando a palestinos.” Una semana después, el PHRMG emitió un informe sobre las muertes de niños entre los palestinos, en el que describió cuatro casos, incluyendo una lista de los nombres y las edades de 11 menores que habían perecido. Otro comunicado protestaba el cierre del aeropuerto de Gaza por parte de Israel y exigía, como mínimo, que se permita el aterrizaje de aviones con asistencia médica.
Al tiempo que atacaba a la prensa israelí por su falta de objetividad, también acusaba a los medios palestinos de “desinformación”, y fue particularmente duro con otros grupos de derechos humanos palestinos que él creía que explotaban los acontecimientos:
¿Acaso estas organizaciones realmente están al servicio de los derechos humanos, o por el contrario, tratan de ganar publicidad a expensas de los derechos humanos? Nosotros, como palestinos, ¿realmente tenemos que exagerar las cosas cuando el pueblo palestino está sangrando? Los hechos hablan por sí mismos. Los palestinos son víctimas; exageraciones e informes imprecisos sólo dañan nuestra credibilidad.
A medida que escalaba la violencia, Eid criticaba cada vez más la parte palestina. En febrero, pidió a Arafat cambiar el enfoque del levantamiento de una resistencia armada a una protesta civil, no armada. “El futuro de toda la región estará determinado no por la intifada, sino por el proceso de paz,” añadió. Sus palabras cayeron en oídos sordos, y en los próximos años, sus críticas se hicieron más ásperas. En un ensayo periodístico de 2003, atacó a Arafat personalmente:
El presidente palestino sigue hablando de los shahids [mártires] y animó a los niños a convertirse en mártires diciéndoles que un shahid en la tierra es considerado por Dios tan grande como 40 shahids en el cielo. (Esta declaración no ha sido condenada por ninguna de las organizaciones para la protección de los niños.)
Al parecer, Arafat todavía empuja a los palestinos hacia la victimización, una actitud que carece de lógica o ética. En lugar de hablar de paz y de la vida, de apoyar la coexistencia, de construir la conciencia de los seres humanos, Arafat está llamando a la muerte. Al parecer, cerca de 2,500 palestinos y más de 700 israelíes muertos en esta intifada no logran satisfacer los intereses políticos de Arafat.
La propia organización de Eid, y su enfoque imparcial a la injusticia, sería otra víctima del creciente conflicto y la tendencia a evadir la verdad que sigue caracterizando el fracaso del proceso de paz de Oslo. En 2011, el PHRMG cerró sus puertas por falta de fondos. Todos los grupos de derechos humanos palestinos dependen de la financiación europea, y los proveedores de fondos están más preocupados por los abusos por parte de Israel que por los de la Autoridad Palestina, por lo que sus aportaciones al grupo de Eid no son una prioridad. Desde entonces, Bassem se ha ganado la vida como comentarista y profesor, patrocinado muchas veces por grupos pro-Israel, que respaldan sus críticas al liderazgo palestino y algunas de sus causas.Bassem Eid denuncia a Fatah por corrupción, pero reserva sus palabras más duras para Hamas:
Estoy tratando de ser el portavoz de los que han muerto. Creo que estas personas han dejado un mensaje. Quiero que el mundo escuche sus voces. “Hemos muerto sin razón.” Las personas que murieron en Gaza fueron sacrificadas por su propio liderazgo: Hamas. El que impuso tres guerras contra Gaza fue Hamas. En todos los países los gobiernos utilizan sus misiles y cohetes para proteger a su pueblo, pero Hamas hace todo lo contrario. Usa a su gente para proteger sus misiles y cohetes. A veces me pregunto cómo el grupo celebra la victoria de la guerra del verano pasado, y como palestino me pregunto que si nuestras tragedias son una victoria, ¿cómo será nuestra derrota?
Esas palabras crean denuncias predecibles en la cabeza de Eid, al igual que su crítica al movimiento BDS por empobrecer la vida de los palestinos. “Mirenn el caso de Soda Stream,” dice. “Al trasladar sus operaciones de Cisjordania al sur de Israel, 2,500 palestinos perdieron sus empleos.”
Como era de esperarse, Eid es denunciado como un traidor, especialmente por los activistas de BDS en el exterior. Dentro de los territorios, que siguen siendo su hogar, su defensa de los palestinos contra los abusos de cualquier rincón es casi siempre apreciada. Pero sólo unos cuantos campeones extranjeros de la causa palestina, conocen o recuerdan su trayectoria, que abarca incluso la defensa de los derechos de miembros de Hamas, por ejemplo, cuando esquivaba las medidas de seguridad israelíes, el Mukhabarat jordano, y a las milicias cristianas libanesas para infiltrarse en las remotas montañas del Líbano en 1992 e informar sobre los militantes de Hamas detenidos y deportados por el gobierno de Rabin. “No me importa si me llaman traidor,” comenta Eid. “Cualquier árabe que critica a sus líderes es considerado un traidor a favor de Israel. Estoy tratando de encontrar maneras de mejorar la vida diaria de mi gente y garantizar un futuro mejor.”
Fuente: Tablet
Traducción: Esti Peled
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