CHARLES KRAUTHAMMER
Bernie Sanders es el candidato judío a la presidencia más exitoso de la historia. Es una rara señal de la salud de nuestra república que a nadie parezca importarle mucho o advertirlo siquiera. Menos que nadie, el mismo Sanders. Lo que provocó que Anderson Cooper en un reciente debate demócrata preguntara a Sanders si él estaba manteniendo intencionalmente oculto su judaísmo.
“No,” respondió Sanders: “Estoy muy orgulloso de ser judío.” Luego explicó que el Holocausto había eliminado a la familia de su padre. Y que él recordaba de niño ver a vecinos con números del campo de concentración tatuados en sus brazos. Ser judío, declaró él, “es una parte esencial de quien soy como ser humano.”
Una respuesta fascinante, irrelevante para la política presidencial pero bastante reveladora sobre el estado de la identidad judía en el Estados Unidos contemporáneo.
Piensen en ello. Hay muchas formas alternativas en que los judíos estadounidenses explican comúnmente el rol que desempeña el Judaísmo en sus vidas.
- Práctica: El Judaísmo inserto en su vida a través de la práctica religiosa o la transmisión de la cultura judía a través de la enseñanza o erudición. Piensen en Joe Lieberman o el rabino del barrio.
- Tikkun: Ver el Judaísmo como una expresión del ideal profético de justicia social. Ama a tu vecino, viste al desnudo, camina con Di´s, convierte las espadas en arados. A medida que el ritual y la práctica se han alejado a lo largo de las generaciones, éste se ha vuelto la identidad central del Judaísmo liberal. Su misión central es nada menos que reparar el mundo (“Tikkun olam”).
Lo que, casualmente, es la respuesta a la pregunta perenne, “¿Por qué es que los judíos votan de forma desbordante por los demócratas?” Porque, para la mayoría de los judíos, los ideales sociales del liberalismo son las expresiones más tangibles de su fe judía profética.
Cuando se le preguntó a Sanders por su identidad judía, yo estaba seguro que su respuesta sería alguna variación de Tikkun. En la campaña electoral, él desempeña el rol del profeta de la Biblia Hebrea dando una diatriba contra los poderosos y denunciando su trato a la viuda y al huérfano. Pero Sanders dio una respuesta completamente diferente.
- El Holocausto. Qué respuesta extraña — pero no nos lo parece porque se ha vuelto cada vez más común para los judíos estadounidenses localizar su identidad en el Holocausto.
Por ejemplo, se ha puesto un énfasis creciente en la pedagogía judía de las escuelas de domingo a los programas de estudio del Holocausto en las distintas universidades. Además, grupos judíos organizan visitas para personas jóvenes a los campos de concentración de Europa.
Los recuerdos creados son indelebles. Y profundamente valiosos. De hecho, aunque mi propia familia se salvó en gran medida, el Holocausto forma un elemento no erradicable de mi propia consciencia judía. Pero me preocupo por el equilibrio.
A medida que disminuyen con el tiempo la práctica, aprendizaje y conocimiento judíos, mi preocupación es que el recuerdo del Holocausto esté surgiendo como el rasgo dominante de la judeidad en Estados Unidos.
Me preocupa que un pueblo con una historia de 3,000 años de genio creativo, enriquecida por relaciones íntimas con toda cultura desde París a la Patagonia, deba estar colocando tal peso sobre el martirio — y de hecho, para esta generación, el martirio una vez removido.
No estoy criticando a Sanders. Le doy el crédito de la sinceridad y autenticidad. Pero es precisamente esa sinceridad y autenticidad — y las consecuencias para las generaciones futuras — las que tanto me preocupan.
Sanders tiene 74 años, pero sospecho que un creciente número de judíos jóvenes daría una respuesta similar a la suya.
Debemos permanecer por supuesto dedicados a mantener vivo el recuerdo y la verdad del Holocausto, particularmente cuando estos están bajo ataque desde tantos rincones. Lo cual es el motivo por el que, aunque yo inicialmente me opuse a tener un museo del Holocausto como la representación única de la experiencia judía en el centro de Washington, llegué a ver la virtud de tener un legado tan sagrado pero tan vulnerable colocado en el centro monumental de — y así confiado a la protección de — la nación más tolerante y abierta sobre la tierra.
No obstante, debe haber un equilibrio. Sería una tragedia que los judíos estadounidenses hagan del Holocausto la principal herencia legada a sus hijos. Después de todo, el pueblo judío está viviendo durante una época milagrosa: el renacimiento de la soberanía judía, el renacer del Hebreo (una resurrección cultural única en la historia humana), el florecer de una nueva cultura hebraica irradiando a través del mundo judío.
El recuerdo es sagrado, pero la victimización no puede ser la piedra basal de la identidad judía.
El Judaísmo tradicional tiene 613 mandamientos. El filósofo Emil Fackenheim dijo famosamente que el 614 es negar a Hitler cualquier victoria póstuma. La reducción de la identidad judía a la victimización sería tal victoria.
No debe ser permitida.
*Charles Krauthammer es un columnista ganador del Premio Pulitzer, autor, comentarista político y médico. Su columna semanal aparece en más de 400 periódicos mundialmente.
Fuente: Jewish World Review
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México
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